A las personas con salud mental se las metía directamente en un psiquiátrico o sus padres las ocultaban en casa, castigadas de por vida a sufrir un estigma por la enfermedad que padecían. Cuando delinquían las ingresaban en prisión, sin más protocolos posibles. Hay casos por decenas, como el de Manuel Moreno, con un hijo que además padecía una discapacidad intelectual y que a los 18 años tuvo problemas a causa de su comportamiento. Hoy, con 38, permanece ingresado en el centro que Feafes tiene en Olivenza, donde participa en programas de adaptación y reinserción laboral. Aprobó unas oposiciones para celador, aunque luego cubrir esas plazas es otra historia, otra historia real que poco tiene que ver con esa teoría de la inclusión que pocas veces se cumple. En Olivenza convive con otras 37 personas de características similares a las suyas.

La experiencia personal de Manuel es la de otros muchos padres de Cáceres que en 1995 se unieron para suplir la falta de respuesta de la administración y crearon Feafes, una asociación que nacía cargada de ilusiones y que hoy está literalmente muerte. El colectivo sigue atendiendo a 38 usuarios gracias a los 25 empleados que de manera altruista continúan en sus puestos de trabajo, aunque llevan más de 11 meses sin cobrar un euro. Lo hacen voluntariamente porque, de lo contrario, sería una tragedia para los residentes del centro de La Mejostilla. Y lo hacen en condiciones terribles, han estado sin agua, sin luz, sin calefacción, con comida insuficiente... Pero ahí siguen.

Feafes se fundó al amparo del primer y segundo plan de Salud Mental. Todas las instituciones se volcaron entonces con capital público para hacer realidad el anhelo de esas familias que se constituyeron en asociación, gentes de buena voluntad pero con pocos conocimientos que tuvieron que contratar a personal técnico, gerente, coordinadores, psicólogos... que pudiera pilotar este avión que finalmente se ha terminado estrellando merced a una mala administración y a una falta de control económico.

Manuel Moreno fue secretario de las primeras juntas directivas del colectivo. A su juicio, no se estableció un sistema que favoreciera la vida de las personas con problemas de salud mental sino que aparecieron los coordinadores, los tesoreros, personal que no eran familiares directos y Feafes se fue a la deriva.

Lali fue su primera presidenta. Creó unos clubs de ocio, luego solicitaron ayuda a la Junta que en tiempos de Ibarra como presidente y Vara como consejero de Sanidad se volcaron en subvenciones para contratar personal formado en la atención a la salud mental. Años después llegó a la presidencia Felipa Malpartida, con quien Manuel trabajó codo con codo. Había entonces presupuestos fijos, ayudas que se concedían por plazos de diez años. «Los primeros años se ahorraba dinero, pero al quinto, por la rotación de los flujos de caja, era todo lo contrario. Los gastos se incrementaban en un 10% pero los ingresos seguían siendo los mismos. Se llegó a alcanzar un déficit anual de 50.000 euros», relata Moreno.

Fue entonces cuando se recurrió a créditos hasta que se acabó debiendo dinero. En 2016, Felipa y Manuel propusieron un plan de viabilidad económica «porque había que realizar ajustes contables. Se trataba de que el déficit se compensara por el ahorro del gasto, pero ni sindicatos, ni inspección, ni trabajadores aceptaron y en 2017 dimitimos».

No tardó en nombrarse una nueva directiva. Sin embargo, las deudas se incrementaban, se incumplían los pagos de nóminas y los de la Seguridad Social. No hubo un plan sino una huida hacia adelante que concluyó en desastre.

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La solución pasaba por un concurso de acreedores, por una concursal voluntaria. «Si había 18 empleados, 14 estaban de baja. Se había llegado al límite», narra Manuel. En noviembre de 2020 se creó una junta directiva avalada por el Sepad. La deuda de Feafes alcanzaba los 300.000 euros. «En marzo nos llamaron los del Sepad para que ayudáramos, porque se generaba cada vez más deuda y había que encontrar soluciones. Feafes no podía asumir ese debe. Fuimos llamando a los socios más antiguos y el 18 de marzo de 2021 se convocó una asamblea general; se decidió disolver la asociación por insolvencia total, de acuerdo con la ley concursal».

A juicio de Moreno, «la opción habría sido instar a la directiva a presentar una concursal e iniciar un procedimiento de finalización de la asociación, convirtiéndose en comisión liquidadora, pero no lo hicieron». Se planteó la gestión de Feafes a Grupo 5; no salió adelante puesto que el acuerdo de cesión de la parcela por parte del ayuntamiento pasa porque una empresa sin ánimo de lucro se ocupe del servicio, algo que no se cumplía. Luego llegaron las Hermanas Hospitalarias; tampoco fructificó el acuerdo ya que «ellas veían un marco jurídico muy inseguro». Moreno es de los que piensan que el Sepad debería haber intervenido antes el centro. No se hizo y hoy Feafes ya es pasado. Esta es la crónica de su muerte.