Si algo ha quedado demostrado en la historia de la humanidad y más en este último año es que el altruismo es la mayor de las virtudes que puede asumir una sociedad. Dar sin esperar a que sea devuelto, solo con el único propósito de mejorar la vida de los propios y los ajenos. En esta cuestión precisamente ahondó la fundación Yuste, que en la última convocatoria, la novena ya, en la que destina fondos a investigadores centró la temática en la Unión Europea y en el principio de solidaridad. A esta llamada respondieron más de medio centenar de estudiosos de todos los puntos del mundo. 

Finalmente, un jurado formado por personalidades como el expresidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani y profesores de diferentes universidades a la altua de Sylvain Schrimann, Michel Dumoulin, Teresa Freixes o Enrique Moradiellos han seleccionado a diez doctorandos en universidades del planeta. Desde Oxford y Cambridge a Florencia, Berlín, Salamanca o Madrid. Esta última, ubicación en la que firma su tesis Patricia González Pulido (Cáceres, 1992), la única extremeña seleccionada en el prestigioso programa de la fundación

La cacereña habla para este rotativo para ofrecer detalles sobre la trascendencia que ha supuesto la beca de la fundación en su investigación y sobre su tesis. Atiende a este diario mientras teletrabaja. A sus 28 años, dedica las mañanas a la investigación y en horario de tarde imparte clases de Derecho Administrativo en la facultad de Derecho de la Universidad de Extremadura (UEx ), el mismo lugar en el que se graduó. Con orgullo reitera que «nació en Cáceres, creció en Cáceres y estudió en Cáceres». Sus primeros años los vivió en el colegio Giner de los Ríos y más tarde, la época del instituto se trasladó al Norba Caesarina. Reconoce que siempre le atrajeron más las letras que las ciencias así que cuando terminó los estudios, se matriculó en el doble grado de Derecho y Administración de Empresas, de la que solo mantiene elogios. «Recibí una formación brillante de todos mis profesores», manifiesta.

Aunque confiesa en su infancia no tuvo claro el camino que escogería en su momento sí reconoce que las influencias de su familia condicionaron lo que es ahora. «Mi padre me preguntaba por asuntos públicos, por ejemplo, me decía ¿qué piensas sobre el euro?, ¿y yo que iba a saber sobre el euro? Respondía mejor o peor pero por eso nunca he tenido miedo de hablar en público», añade. No es de extrañar que sus profesores con su curriculum le recomendaran que estudiara el máster más prestigioso en Derecho Público en la universidad Menéndez Pelayo. No contenta, aprobó también el máster para ejercer la abogacía en Cáceres. 

Fue entonces cuando decidió apostar por su tesis doctoral por la que ha sido seleccionada. Tuvo que matricularse en la universidad de Alcalá de Henares aunque siempre tuvo claro que «quería volver» a la ciudad en la que creció. Decidió centrarla en el uso de los drones, un campo que aún genera reticencias en el ámbito académico. «Cuando vi mi nombre no me lo podía creer, me sorprendió que un proyecto relacionado con las nuevas tecnologías haya tenido cabida, ya solo que te hayan destacado frente a las otras sesenta personas es una experiencia para recordar». Recuerda también como anécdota que no tuvo la oportunidad de celebrarlo porque cuando hicieron pública la noticia comenzó el confinamiento en 2020. «Fueron unos días que no te lo creías, solo pude hacer llamadas pero sentí orgullo y gratitud hacia los profesores y los directores de tesis que me han apoyado en todo este tiempo», expone. 

De África a La Palma

Paradójicamente, su estudio sobre el uso de drones en el ámbito humanitario partió de la teoría y en solo un año se convertido en realidad. Primero por la crisis del covid y más tarde, por el volcán de la Palma. «Jamás podía pensar que mi proyecto podría materializarse en tan poco tiempo y que iba a servir para enviar vacunas a África, se ha podido comprobar que los drones son útiles en situaciones de emergencia, por ejemplo en La Palma se están usando también para llegar al cono del volcán, todo eso que no podría hacer ningún humano se ha hecho gracias a las nuevas tecnologías», sostiene. 

Cumple así el propósito que siempre se ha impuesto. «Quiero devolver a la sociedad lo que ella me ha dado». De hecho, en su compromiso con la labor social, compagina su trabajo en la universidad asesorando también a asociaciones humanitarias. Siempre agradecida, mantiene la incertidumbre sobre lo que le deparará el futuro. «La beca ha sido un colofón a un trabajo». Seguirá, eso sí lo tiene claro, en el mismo camino que hasta ahora.