En el huerto. Con las azadas. Así, con único sonido de la naturaleza, pasan las mañanas Karla Ramírez y Henry Guevara desde hace tres meses, para devolver a la vida a una Ribera que resiste al abandono. Ambos se vieron obligados a huir de su país natal, El Salvador, «amenazados de muerte», y desde septiembre residen en Cáceres después de que España les concediera asilo como refugiados políticos. 

Ambos reconstruyen su periplo para escapar del destino que les aguardaba si continuaban en su casa por su postura crítica con el gobierno y la situación generalizada de peligro. El Salvador es considerado uno de los países más violentos del mundo con 69,2 homicidios por cada 100.000 habitantes, según los datos de la fundación iO. Ramírez incide en que los principales problemas que afronta el país son las «maras», las pandillas, y en segundo lugar hace especial hincapié en «la corrupción» del gobierno que dirige Nayib Bukele, el que asegura que es su propio hermano y al que hace responsable de su situación: «Lo que se ve en la tele es mentira, allí hay delincuencia y narcotráfico, él iba a sacar a todos los corruptos, a todas las ratas, y al final siguen los mismos de siempre, además las instituciones han pactado con las maras y como no cumplen, a cambio las pandillas están secuestrando a niños y jóvenes». 

Ella, hasta entonces había ejercido como psicóloga. Henry trabajaba en una multinacional como ingeniero de sistemas. Lamentan que una vez que ella reclamó como padre a Armando Bukele de forma púbica y criticó al que sería su hermano, la situación se volvió insostenible. Incluso llegó a presentarse como candidata a la Asamblea por el partido demócrata cristiano. «Llegaron a ametrallarnos la casa y tuvimos que salir de allí». Lo hicieron ocultos en un vuelo a Guatemala con ayuda de la iglesia. Ya en España, Accem se hizo cargo de su situación y hasta febrero no tendrán que volver a renovar el visado de asilo. Ahora, aunque reconocen que «no es fácil» adaptarse a una vida bajo la amenaza, trabajan para devolver de alguna manera la solidaridad que la comunidad ha mostrado con ellos. Colaboran con la iglesia del Buen Pastor y con los Amigos del Marco para reconciliar esa sociedad de la que huyeron con la que les abraza más allá de las fronteras.