Hay sitios en los que se percibe un aura especial, una atmósfera impregnada de tiempo, de pequeños y grandes relatos. Si las paredes de la farmacia de María José Díaz Martín (ubicada en la avenida de Antonio Hurtado, número 9) tuvieran voz cantarían una oda a toda la ciudad, pues parte de la historia de Cáceres reside en esta botica que cuenta ya con casi medio siglo de vida. Ella es la segunda de tres generaciones al frente de la farmacia fundada por su madre, Marcelina, en 1972 (antes ejerció en Castañar de Ibor y en otro local cacereño de la céntrica calle Hermandad).

María José dio sus primeros pasos como farmacéutica en Plasenzuela, aunque volvió a la capital, donde se incorporó a la farmacia familiar formando equipo con Marcelina. Díaz estudió la carrera universitaria a caballo entre Salamanca y Madrid. A partir del próximo mes de enero será su hija, Irene Mellado, quien llevará las riendas de este negocio.

Hoy en día, tener 35 años anotados en la trayectoria laboral no es poca cosa. Pero para esta profesional de la salud lo ha sido todo. Finaliza en unas semanas su prolongado camino «con nostalgia anticipada, como si fuese a comenzar un viaje, pero con la satisfacción de haber hecho amigos fieles y tener una segunda familia en el trabajo», manifiesta Díaz con una sonrisa a El Periódico Extremadura.

Desde que empezó hasta ahora la farmacia ha cambiado «muy positivamente. Usamos el ordenador y las nuevas tecnologías para pedir los medicamentos y llevar, incluso, un control sobre los clientes. Evoluciona el servicio al público y también los propios muebles, que antes eran hileras de estantes en donde ponías los fármacos y se llenaban de polvo y ahora van todos en muebles cerrados», indica. 

María José incide en «la profesionalidad y honradez del gremio. Nosotros, si es algo menor atendemos a mucha gente con un remedio, y si no, le orientamos al centro sanitario o la especialidad a la que deben acudir», dice orgullosa.

Pequeños tesoros en forma de medicamentos. ALBERTO MANZANO

«Mi oficio me ha tratado de modo ejemplar. Además, un buen ambiente de trabajo es básico para que desarrolles tu labor como es debido». Sólo así se explica que sienta «cierta amargura» por jubilarse, «porque se acaba una etapa maravillosa de mi vida», confiesa.

Ella se ríe al recordar «cómo se pedían los preservativos cuando se empezaron a dispensar», con todo tipo de expresiones y gestos. Otras preguntas son menos divertidas, como «lo mal que lo pasaba cuando aparecían los toxicómanos, porque con ellos teníamos que hacer de policías», destaca.

Su hija Irene, sentada a su lado izquierdo, la mira con admiración y escucha atentamente. La joven siguió los pasos de su madre y de su abuela, porque se crio en la botica y le gustaba el oficio. «Ya desde bien chica fue lo que veía en casa», apunta Mellado. Y expone que «al terminar los estudios de Farmacia, cursé asimismo el grado de Nutrición y Dietética. Después me fui a Madrid a trabajar y me volví para aquí con el tema de la pandemia del covid a ayudar a mi madre». 

«Ya no podemos vivir de dispensar medicamentos únicamente, las farmacias tienen que ejercer como lo que son, centros sanitarios con todo tipo de servicios relacionados con la salud, como el asesoramiento nutricional, la venta online, redes sociales...», afirma Irene con ilusión mientras su madre la observa muy feliz de que siga su estela.