Cáceres no ganó la carrera hacia el 2016. Ni siquiera pasó el primer corte. Dicen que la candidatura no logró el peso necesario, que la ciudad tenía carencias, faltaban influencias… Pero si se mira de puertas para adentro, aquel reto consiguió importantes avances: los cacereños comenzaron a creer en la fuerza de su patrimonio y supieron que también era suyo, Cáceres empezó a rehabilitar con criterios accesibles y diáfanos, la hostelería abrió puertas y ventanas para refrescar su oferta, la ciudadanía se volcó en un mismo fin sin fisuras, y se ejecutó un notable paquete de obras.

Cáceres se lo creyó en 2003. Contaba con uno de los centros históricos más fascinantes y mejor conservados de Europa, y a la vez quería mostrar su lado más moderno. Aquel año, la corporación municipal del alcalde José María Saponi firmó la candidatura. Las competidoras eran fuertes: Alcalá, Burgos, Córdoba, Cuenca, Málaga, San Sebastián, Zaragoza, Tarragona, Segovia, Santander, Pamplona, Valencia y Asturias. Frente a ellas, Cáceres armó un proyecto regional con 9 patronos: Junta de Extremadura, diputaciones (Cáceres y Badajoz), ayuntamiento, Uex, Caja Extremadura, Caja Badajoz, Academia Europea de Yuste y Cámara de Cáceres. Formaron el Consorcio Cáceres 2016, que pilotó la candidatura desde 2006.

La fase final hasta la presentación del proyecto en 2010 coincidió con la legislatura de la alcaldesa Carmen Heras. Fue una etapa apasionada e intensa porque instituciones y ciudadanos no paraban de emprender. Se celebraron jornadas de puertas abiertas al 2016 por la ciudad, talleres audiovisuales para crear vídeos sobre Europa, certámenes de todo tipo, exposiciones itinerantes, presentación de libros especiales, prácticas deportivas con 4.000 niños por año, encuentros con agentes culturales, festivales específicos como Urban Screen...

Taxis y autobuses se sumaron a la campaña luciendo el logotipo del reto 2016, que simbolizaba el Arco del Cristo. El merchandising echaba humo: la ciudad ya había repartido en 2009 más de 80.000 posavasos de la candidatura entre 400 establecimientos hosteleros, 1.800 distintivos entre el comercio, otros 45.000 objetos promocionales (chapas, postales, bolígrafos, pósters, paraguas, mochilas…) y más de 7500 camisetas. Casi 40.000 hogares fueron objeto de un mailing sobre las bondades del 2016. Pero el momento publicitario culmen llegó durante un partido de la Selección Española, cuando un gol coincidió con la emisión del anuncio de la candidatura, que fue visto por 7,2 millones de personas.

Las aspiraciones de Cáceres se promocionaron en el Parlamento Europeo, en París, en Polonia, en Portugal, en Rumanía, en Zaragoza, en Sevilla… También en las estaciones de Atocha y Chamartín, y con un póster gigante en la A-5. La ciudad tuvo como embajadores a Juan de Dios Román, Raquel Sánchez Silva, Berta Collado, Isabel Gemio, Javier Cercas, Juan Margallo, Alberto Amarilla, Santi Senso, María Ballesteros, Juan Luis Galiardo, Huecco, Miguel Murillo, Joaquín Araújo y Soraya.

Womad, la Feria del Libro, Irish Fleadh, la Orquesta de Extremadura…, todos arroparon el reto. La campaña ‘Cáceres a punto’ llenó la ciudad de círculos de colores. El Conservatorio llevó a las calles flautas, clarinetes y saxofones. Se organizó incluso un pase especial de la película ‘Fuga de cerebros’, con Mario Casas, Gorka Lasaosa y Alberto Amarilla.

Las redes sociales comenzaban a despertar y el Consorcio 2016 apostó decididamente por ellas: invitó a 650.000 usuarios a inaugurar una calle virtual con su nombre en apoyo al proyecto. En 2009, la candidatura contaba con 3.312 seguidores en Facebook y más de 500 en Twitter.

Aeropuerto y Ave

Pero también se planearon infraestructuras en aras a una ciudad más moderna: un parking en Primo de Rivera (tardó años), otro en plaza Marrón (nunca cuajó), el aeropuerto (descartado), el AVE (a la espera), el Palacio de Congresos (transformación del Auditorio), la ESAD (ya implantada), el Museo Helga de Alvear (el mayor logro), el traslado del conservatorio (en pausa), la Ciudad de la Salud y la Ciudad de las Artes (¿¿??).

La propuesta más realista, y a la vez ambiciosa, fue el Proyecto Intramuros, que pretendía una respuesta integral a la revitalización del centro histórico para dotarlo de una actividad en auge. Cáceres buscaba su cara más habitable. Destacó el plan de reapertura de locales cerrados, mediante una ayuda de 300.000 euros (plaza Mayor, Ezponda, Concepción…).

Con la crisis ya en el horizonte, el Proyecto Intramuros permitió reformar la plaza de la Soledad (180.000 euros), Santa Clara (300.000), plaza del Duque (263.500) y plaza Mayor (4,4 millones), que fue la obra estrella. Se remodeló el solado de Moret, Pizarro, Sergio Sánchez, Donoso Cortés, De la Cruz, Hornillo, Socorro, Santiago, Zapatería, Godoy, Torremochada o Consolación. Se eliminó cableado y se instauró una recogida de basura con franja horaria. En cambio, no salieron adelante los proyectos de la Concepción ni plaza Marrón. El Marco, que quiso convertirse en la ‘Ribera del Conocimiento’, tuvo algunas actuaciones menores. Además se ofreció a la hostelería un manual para la obtención del sello de calidad ‘Cáceres Patrimonio’, y al comercio otro manual estético.

Las bazas del proyecto

Y llegó 2010. La ciudad dio a conocer su proyecto de candidatura, denominado ‘Cáceres y la fuerza de su abrazo’, elaborado por un comité de expertos de distintas disciplinas. Se basaba en tres líneas. Primera, convertir Cáceres y Extremadura en puente entre Europa y América por sus vínculos. Segunda, abordar una profunda reflexión sobre el humanismo y los valores europeos, con Carlos V y la Fundación Academia Europea de Yuste como protagonistas. Y tercero, impulsar un modelo de crecimiento sostenible basado en la Estrategia Europa 2020. Incluía una programación que pretendía llenar la ciudad de talleres, eventos y exposiciones.

Con este bagaje de siete años, se llegó a la primera criba en el Museo Reina Sofía de Madrid. Una delegación extremeña expectante aguardó la decisión aquel 30 de septiembre de 2010. Y llegó el fiasco. Los 13 miembros del jurado dejaron fuera a Cáceres. La decepción fue mayúscula. Los cacereños se crisparon, pero pronto entendieron que aquello se les escapaba, que el partido se jugaba en otra categoría, que la ilusión y la voluntad no eran suficientes. Decía el profesor Javier Pizarro, coordinador de la comisión de expertos del reto 2016, que «Cáceres siempre se beneficiará de lo que se ha hecho, nunca nos quedaremos de vacío». Y acertó, visto en la distancia. Ahora toca decidir si merece la pena reiniciar la aventura.