El próximo viernes la singular figura de ‘El Febrero’ volverá a recorrer las calles de la ciudad que lo vio nacer de la mano de las curtidas lavanderas. A lomos de burro anunciará que por fin termina un mes que daba paso a tiempos mejores en los lavaderos, donde el frío y los carámbanos acechaban el trajín diario de mujeres que, desde la mañana a la tarde se esforzaban para ganar un mísero jornal con el que sustentar a su familia.

La celebración de su fiesta desapareció cuando los avances tecnológicos retiraron a las lavanderas de sus lugares de trabajo. Dejaron de fabricar sus peleles, ya no recorrían la ciudad el último día del mes de febrero, ni entonaban pícaras letrillas referidas a su trabajo o a sus amas. Con el ocaso de la fiesta del Febrero desapareció la imagen de mujeres que habían dedicado gran parte de su vida a trabajar duramente en un medio hostil. Lo que no sabían estas humildes lavanderas es que su fiesta siempre permanecería en la memoria de su ciudad.

Corría el año 1987 cuando se crea el Taller de Historia Oral, una iniciativa de la Universidad Popular de Cáceres, que pretendía que el conocimiento atesorado en la memoria de los ancianos no se perdiese. Allí, en el Aula de la Tercera Edad, se reunía dos veces a la semana un grupo de ancianos que, de manera generosa, se encargaron que la desaparecida fiesta de las lavanderas se volviese a celebrar en la ciudad donde lo había hecho durante siglos. 

Allí estaba Moisés Mateos, nacido en 1903, Petra Ojalvo nacida en 1914, Saturnina Montero nacida en 1915, Saturnina Galeano nacida en 1911, Encarna Palomino nacida en 1918, Francisco Gómez nacido en 1919, Magdalena Jiménez nacida en 1922, Catalina Bermúdez nacida en 1923 y Joaquina Picapiedra nacida en 1916. De su memoria y sus recuerdos se pudo rescatar una celebración diferente, pagana, popular, gremial y protagonizada por mujeres. Por la memoria de los ancianos fueron asomando Severiana La Patillas, María La Cana, Ángela La Polea, Lorenza La Gata, Gregoria La Mimosa, Vicenta La Farruca, Valentina La Chata y así hasta más de un centenar de antiguas lavanderas, que estaban presentes en la memoria de su ciudad. Pudimos saber gracias a los recuerdos de nuestros curtidos investigadores quienes eran estas mujeres, sus nombres y apodos, donde lavaron durante décadas y en muchos casos pudimos recuperar viejas fotografías para no perder su perfil. 

También se recuperó su fiesta y sus canciones, sus hábitos y sus lugares para la vida. Un trabajo trascendente que los alumnos y alumnas del Taller de Historia Oral regalaron a su ciudad para que Cáceres no olvidase una parte de su paisaje humano.

Desde 1989 la fiesta de El Febrero ha vuelto a las calles de su ciudad. Hoy todos los vecinos sabemos un poco más del pasado socio-histórico de Cáceres gracias a la aportación que un grupo de ancianos quiso dejar para la posteridad. La memoria de las humildes, de las hijas del arrabal, marca el inicio del carnaval cacereño, donde cada invierno se sigue oyendo su inconfundible cántico; «en el lavadero te he visto lavar, te he visto las ligas y eran colarás».