Setenta años han pasado desde que la ciudad protagonizara un hallazgo que iba a reescribir la historia de la humanidad. Un descubrimiento fortuito el 11 de agosto de 1951 abrió la puerta a un legado, entonces sin tener constancia, con un valor que con los años se ha demostrado que es incalculable. Primero fue en forma de restos óseos, más tarde en forma de pinturas, la cueva de Maltravieso es testigo de la historia de los primeros hombres y a la vez testigo de un olvido tan incomprensible como también histórico. 

Desde que se descubrió, ha sorteado el ostracismo y el descuido que ha ejercido tanto la administración como ciudadanos. Más de medio siglo ha resistido la gruta al vandalismo y al deterioro y a las quejas que han denunciado su abandono. Ejemplo de esa desconexión histórica de la capital con su vestigio más antiguo lo dan las cifras ínfimas de asistencia a su centro de interpretación desde que abrió. No obstante, en estos últimos años, previos a la pandemia, la tendencia parece girar en su favor. Primero, un programa ‘piloto’ de la Junta para ofrecer visitas reducidas al interior para estudiar el impacto y ahora un megaproyecto de 2,3 millones de euros para construir una réplica exacta emulando a la de Altamira, parecen abrir la puerta a una reconciliación con uno de los complejos arqueológicos más importantes del planeta. 

Ambos proyectos tienden un puente de justicia con el pasado y el futuro. En esa línea coincide Alfonso Callejo, investigador e hijo de Carlos Callejo, un hombre clave en la cronología de la cueva, ya que fue él el que halló en 1956 las pinturas datadas en un principio en 25.000 años y tras un estudio en la revista Science en 2018, en 66.000 años y por tanto, catalogadas como primera manifestación de arte rupestre del planeta. Callejo hijo ya publicó en 2020 un libro sobre los entresijos de la gruta y este jueves ofreció una charla en la sede de la fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno dentro del programa de actos por el 70 aniversario del hallazgo que han sido pospuestos hasta 2022 debido a la pandemia. La conferencia estuvo organizada por la Asociación Cultural Filatélica y Numismática Cacereña dentro de la Tribuna del Coleccionismo en la que se presentó un sello con motivo del aniversario.

Si bien es cierto, Callejo se ha mostrado crítico ante una inacción que se ha prolongado durante décadas pero en este caso hace hincapié en que la percepción sobre la cueva «ha cambiado». «Hemos dejado de darle la espalda a Maltravieso, antes no había esa sensibilidad y el proyecto que ha anunciado el ayuntamiento o el sentimiento de orgullo de la gente después de visitarla son un síntoma de que algo ha cambiado», expone. 

Alfonso Callejo, este miércoles en Cáceres. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

«Maltravieso fue un hallazgo excepcional y tuvo que vencer al escepticismo científico, se tardó en reconocer que era valioso»

Alfonso Callejo - investigador. hijo de carlos callejo, descubridor de las pinturas rupestres de Maltravieso

Reconoce que desde que la cueva saliera a la luz en aquel agosto de 1951 y cinco años más tarde, en octubre de 1956, su padre hallara las pinturas, Maltravieso ha sorteado, en primer lugar, las barreras de la incomprensión ciudadana e institucional, y en segundo, el precio que supone desafiar los dogmas establecidos en la comunidad científica. «Tuvo que vencer al escepticismo, mi padre sabía que esas pinturas eran paleolíticas pero la opinión científica generalizada aseguraba que era improbable, se tardó en reconocer que era valioso y antiguo». 

Un hallazgo 'pionero': de 25.000 a 66.000 años

De hecho, desde el descubrimiento de las pinturas hasta que se constató que eran históricas pasaron tres años. «Primero, Juan Maluquer visitó la cueva en 1957 y dijo que eran unas huellas casuales y en 1959 mi padre consigue que venga otro investigador, Martín Almagro Bas, y este señor les dio plena validez, el descubrimiento era de una importancia excepcional porque hasta el momento se había creído que no había asentamientos humanos en la zona, además era la única cueva paleolítica del mundo en una ciudad moderna».

Fue en 1963 cuando fue declarado monumento nacional pero ese título «no supuso nada». Entre las razones, la falta de sensibilidad con el patrimonio y en que Cáceres estaba lejos de Madrid. «Se metían a hacer fuegos, bebían, pintaban grafitis». En el 69 se decidió instalar una reja exterior que procedía de la cárcel de Badajoz para protegerla pero «la seguían forzando». Callejo asegura que esta realidad se mantuvo hasta la mitad de los años 90 tras 40 años de «olvido».

Calco de panel pintado de la cueva de Maltravieso firmado por Carlos Callejo. RUFINO VIVAS

Los trabajos de Primeros Pobladores en los 2000 supusieron un espaldarazo para corroborar su importancia histórica y en 2018 se produjo una revolución cuando un estudio databa las pinturas en el doble de tiempo que en un principio, de 25.000 años a 60.000, lo que suponía también la ruptura de la creencia de que los Neandertales no dejaron legado artístico. Este último punto se encuentra en una fase de debate. «Hay mucha resistencia cuando se rompe un cliché, hay que investigar más», apunta. 

En cuanto al futuro, Callejo sostiene que «las expectativas están depositadas en el proyecto» de la neocueva y lo equipara con lo que ha supuesto para Altamira en «miles de visitas». «No solo repercute en el conocimiento científico, si se hace bien, será un atractivo de primera magnitud y además ayudará preservar el yacimiento original», concluye.