Hace dos años los grupos municipales socialista y de Unidas Podemos en el ayuntamiento firmaron un acuerdo para la legislatura, revisable anualmente, que daba a los primeros mayor estabilidad y permitía aprobar los presupuestos de 2020, luego también los de 2021, pero en esta ratificación influyó que no se dejase al ayuntamiento sin unas cuentas actualizadas en plena pandemia de coronavirus. Este apoyo, más el del concejal no adscrito Teófilo Amores, ha permitido al gobierno de Luis Salaya sacar sus dos primeros presupuestos, que son la principal norma que tiene que aprobar el consistorio en los cuatro años de esta legislatura.

Esta corporación local, si exceptuamos las decisiones que se tuvieron que afrontar durante la pandemia -sobre todo en los meses más duros del primer semestre de 2020-, no ha tenido que revisar el plan general municipal de urbanismo ni resolver grandes concursos (tocaba la basura, pero ya no da tiempo ni las actuales circunstancias, con el precio de los carburantes y otros suministros disparado, lo aconsejan). Esto hace de cada presupuesto la decisión más importante que tiene que tomar cada año la corporación.

Todo apuntaba a que Salaya tendría los mismos apoyos para sacar sus terceros presupuestos, sobre todo después de que el pasado año acometiese uno de los puntos más complicados del acuerdo con Podemos:una reforma fiscal para poner el tipo impositivo del IBI en el mismo porcentaje que tenía en 2017, antes de la bajada que se aprobó en la pasada legislatura. Pero el pasado jueves Unidas Podemos se desmarcó para dejar claro que no se tenía que dar por hecho su respaldo a las cuentas de 2022. Esto abre otro escenario.

En esta corporación, a diferencia de la anterior, los anteproyecto de los presupuestos se están presentando con el año ya iniciado. Se han tenido que conseguir ingresos extraordinarios (este año es la subida de tributos locales y una mayor aportación de fondos del Estado) para tener garantizados los gastos corrientes.

El debate sobre qué puede ocurrir con los presupuestos de este año se iniciará en marzo, desde enero están prorrogados los de 2021 y lo seguirán hasta que se aprueben los nuevos, cuya ratificación, sin embargo, queda ahora en el aire.

Unidas Podemos ha argumentado para no garantizar su apoyo que no se cumplen medidas del acuerdo de legislatura ni se han acometido, ni iniciado, las inversiones que se incluyeron en las cuentas de 2021 a propuesta de ellos. Al distanciarse del gobierno socialista, lo ha hecho no solo el jueves, sino también el viernes con el respaldo de su dirección regional, ganan mayor visibilidad y, sobre todo, mayor libertad para hacer su oposición al gobierno.

El acuerdo entre PSOE y Podemos se iba a romper, faltaba saber cuándo. Salaya tendrá que intentar que dure al menos hasta que le permita aprobar el presupuesto de 2022. Puede gobernar con el presupuesto prorrogado de 2021, de hecho lo está haciendo desde el 1 de enero, pero es más fácil con unas cuentas actualizadas que no haya que ir modificando cada poco tiempo. A partir del lunes se inicia un tira y afloja entre los grupos municipales del PSOE y Podemos. A los primeros les conviene aguantar con el acuerdo hasta sacar las cuentas, mientras que a los segundos les interesa ir distanciándose.