El colegio Licenciados Reunidos gestiona una comunidad diaria de profesores, trabajadores y alumnos superior a la población del 70% de los pueblos de la provincia cacereña. Más de 1.200 escolares y un centenar de empleados (profesores, administración, cocina, mantenimiento, limpieza...) dan vida al mayor centro docente de Cáceres. Cada día se mantiene abierto de 7.30 a 23.00 horas, con actividades destinadas no solo a sus estudiantes, también al resto de la ciudadanía. Tiene un conservatorio elemental propio, un nivel histórico en voleibol, un programa de deportistas de alto rendimiento, y durante años ha firmado parte del ranking de los cien mejores colegios de España. Ahora toca revisar el largo camino hacia esos logros, los primeros pasos, los avances, también los escollos. El ‘Licen’ cumple 70 años y recuerda con ilusión su trayectoria.

«Ahora es posible entrar al colegio desde la cuna y salir directamente a la universidad», explica su director, Francisco José Álvarez. Una formación continuada, de la guardería a Bachillerato, a la que tienden los colegios concertados porque así lo prefieren muchas familias. Pero una oferta educativa tan amplia necesita largos años de gestación, de proyectos e incluso de riesgos. La aventura docente de este centro comenzó a finales de los años 40, cuando un grupo de profesores, muchos de ellos del antiguo Instituto de Enseñanzas Medias, crearon la academia Licenciados Reunidos en la Casa del Mono. «Había auténticas instituciones como don Pablo Naranjo, doña Maruja Collado, don Eugenio Matas o don Antonio Muñoz», rememora el actual director. Paralelamente, don Eufemio Rubio, otro ilustre de la enseñanza, había creado en la calle Gómez Becerra un centro de Enseñanza Primaria denominado San Juan Bosco. De la fusión entre ambos, en 1952, surgió el colegio Licenciados Reunidos San Juan Bosco. Allí trabajaron profesores de renombre como don Antonio Luceño, don José Díez, don Juan Serrano Macayo… «Ese fue nuestro germen, con las aulas en el número 7 de Gómez Becerra. Había un patio ínfimo y los alumnos abarrotaban las clases, pero eran otros tiempos, las ratios apenas contaban, ni mucho menos existían las actuales exigencias de instalaciones», recuerda Francisco Álvarez.

Juan Serrano Macayo con sus alumnos en la Ciudad Deportiva (años 60). CEDIDA POR LICENCIADOS REUNIDOS

El centro no hacía más que recibir nuevos alumnos. Había que ampliar sí o sí. Durante unos años se alquilaron dos pisos en la calle Argentina para los bachilleres. Pero ya en 1967 se fueron adquiriendo unos chalets en García Plata de Osma, que se adaptaron como aulas. El colegio seguía llenándose, y aunque se mantenía Gómez Becerra para las primeras etapas, se hizo necesario construir un tercer módulo comprando un solar en Sanguino Michel en 1977, donde se alojaron las aulas de 7º y 8º de EGB, BUP y COU. Ambos recintos (Plata de Osma y Sanguino Michel) daban a un patio limitado donde los alumnos se las ingeniaban para jugar, hacer gimnasia y practicar un deporte que no exigía demasiado espacio: así fue como el ‘Licen’ se convirtió en la mayor referencia extremeña del voleibol, con equipos en División de Honor Nacional, la máxima categoría.

El colegio se transformaba en todos los sentidos. Don Eufemio Rubio, doña Maruja Collado (mítica profesora de Física y Química) y don Ricardo Durán eran los propietarios del centro hasta que en 1977 decidieron cederlo a los trabajadores. Fue un colegio pionero en constituirse como sociedad cooperativa: los profesores se convirtieron en los dueños del destino del ‘Licenciados’. 

Aulas de Gómez Becerra en los años 90. Fue mixto desde 1983. CEDIDA POR LICENCIADOS REUNIDOS

Por entonces ya eran cientos los escolares que ocupaban todas las etapas, como Juan Carlos Vera (1965), hoy periodista, que entró en preescolar y salió en COU. «Tengo los recuerdos más bonitos del mundo de aquella infancia, los primeros amigos que vas manteniendo a lo largo de la vida, y sobre todo el voleibol, que me marcó profundamente. Jugué desde los 7 años hasta los 36. Ahora tengo la satisfacción de ser el jefe de prensa del Extremadura Arroyo», declara.

La formación era «muy buena». La mayoría de su promoción acabó en las facultades de Medicina, Arquitectura... «Por encima de todo recuerdo a la señorita Maruja, a don Eufemio y a don Ricardo Durán. Eran tres grandes profesores y tres grandes personas que me enseñaron a amar sus asignaturas», confiesa Juan Carlos. De hecho, lo que más le dolió en todos aquellos años fue el manotazo de Maruja Collado cuando le pilló chivando el examen a otro compañero. «Yo era bueno en Química, ella me tenía estima y me dolió haberla fallado», reconoce.

Visita a Santa Ana con don Eufemio y don Luis en los años 70. CEDIDA POR LICENCIADOS REUNIDOS

En 1983 surgieron algunas plazas de docentes y entraron, junto con Mª Victoria Regodón, Domiciano Iglesias y Francisco Álvarez, dos personas clave en las últimas décadas no solo porque hayan ejercido como directores, sino porque llevaron de primera mano las gestiones para que el colegio diera el gran salto. «Yo era muy joven. Tenía 21 años. Recuerdo bien aquella clase de 2º EGB con más de 40 alumnos a la que entré por primera vez», relata Francisco Álvarez. «Sentí una gran alegría al conseguir la plaza porque era la culminación de lo que siempre había deseado: dedicarme a la enseñanza. He sido muy feliz en el Licenciados», confiesa Domiciano, que se jubiló en 2015.

Aquella generación de profesores (entonces 25 cooperativistas, ahora son 42) tuvo que asumir un cambio crucial: «No disponíamos del espacio suficiente ni de los medios necesarios para atender la demanda de alumnos, que seguía aumentando. Venían niños de toda la ciudad, las clases estaban masificadas», apunta Francisco Álvarez. «Teníamos que cumplir el Real Decreto 1004/1991, que imponía ya importantes condiciones a los colegios. Otros centros de Cáceres se habían dotado de instalaciones modernizadas. Si queríamos subsistir, había que construir un nuevo recinto», narra Domiciano Iglesias.

Profesores y estudiantes en una excursión a Mérida en los años 50.

Profesores y estudiantes en una excursión a Mérida en los años 50. CEDIDA POR LICENCIADOS REUNIDOS

El Licenciados fue de los primeros en plantearse la salida a la periferia para disponer del espacio que necesitaba un colegio con vistas al siglo XXI. «Habíamos comprado un terreno en el futuro polígono Cabezarrubia, próximo al actual Hotel Extremadura. Era urbanizable, de modo que al formarse la junta de compensación lo permutamos para adquirir el suelo dotacional docente, que era el que necesitábamos», recuerda Francisco Álvarez. El solar estaba alejado, en un descampado. Algunos profesores se llevaban las manos a la cabeza preguntándose si un colegio tendría éxito allí. Por aquel lado, la ciudad terminaba en el parque de maquinaria y en el Perú. Luego empezaron a levantarse los pisos de Cabezarrubia y por supuesto Eroski.

Cómo reunir 3 millones de euros

Fue una aventura gratificante pero complicada. Poner en marcha aquel nuevo colegio de la calle Londres supuso un desembolso de 3 millones de euros. Los profesores tuvieron que vender sus instalaciones de García Plata de Osma y Sanguino Michel. También cedieron la sede de Gómez Becerra al ayuntamiento para poder quedarse con el terreno docente de Cabezarrubia (por cierto que el consistorio les cobró por entonces un alquiler de 500.000 pesetas durante 20 meses por estas aulas mientras se construía el nuevo centro).

Uno de los grandes equipos de voleibol, campeón de España. CEDIDA POR LICENCIADOS REUNIDOS

Los gastos se multiplicaban. La cooperativa logró un préstamo PYME de la Junta pero necesitaba un banco que hiciera efectivo el pago. Domiciano Iglesias, José Fragoso y Francisco Álvarez recorrieron las entidades financieras «hasta que llegamos a Caja Salamanca. Allí nos sentaron en una gran mesa donde se debían cocer las cuestiones importantes, y nos dijeron que podíamos disponer del dinero. Ese fue el momento clave. Teníamos colegio», cuenta Francisco Álvarez.

Los 25 cooperativistas comprometieron sus propios ahorros y los de sus familias para completar la inversión. Luego, durante mucho tiempo, se quitaron 40.000 pesetas mensuales del salario. «Los esfuerzos fueron tremendos, y los resultados muy positivos», reconoce el director. De hecho, la ilusión tomaba el relevo a la incertidumbre a media que se hacía realidad aquel flamante colegio, diseñado por los arquitectos Luis González y Carlos Alonso, con pistas, porches, patios, grandes cristaleras y todo tipo de dotaciones.

Don Luis de Dios con su clase de EGB. Años 70. CEDIDA POR LICENCIADOS REUNIDOS

La expectación motivó que profesores, familiares y allegados colaboraran entusiastas en la mudanza de un colegio completo, con sus libros, su mobiliario, sus laboratorios… A la inauguración, el 12 de septiembre de 1996, asistieron numerosas autoridades. Aquel traslado permitió pasar de 600 a 1200 alumnos, es decir, el doble. «La mayoría de nuestros escolares estaban repartidos por la ciudad, por lo que tuvimos que crear tres líneas de transporte escolar que recorrían todo Cáceres, desde Mejostilla hasta Aldea Moret», precisa el director. Con el paso de los años, la zonificación del sistema educativo ha concentrado al alumnado, aunque Licenciados es uno de los centros con mayor demanda cada curso, incluso de familias de otros municipios.

Entre aquellos primeros alumnos que estrenaron cole estaba Alejandro Manzano. Nacido en 1990, había cursado preescolar en Gómez Becerra y recuerda su primera etapa con cariño, con juegos de patio, con compañeros de infancia, con profesores que les trataban con afecto. Luego llegó el traslado al nuevo edificio de la calle Londres para empezar Primaria. «Las instalaciones eran impresionantes: los edificios, las clases nuevas, las pistas…», detalla. Pero sobre todo, Alejandro tiene en la memoria los nombres de los profesores que más le marcaron, como Mª Antonia en Lengua, don Plácido en Física y Química (siempre fue ‘don’) o Charo en Dibujo, porque Charo, la profesora influencer, supone toda una referencia para muchas generaciones. «Fueron años buenos, con las ligas de vóley en el recreo o con aquella fiesta en la que tomamos prestado un cassette de Infantil. Hubo consecuencias...», cuenta divertido.

Escolares en el patio de Gómez Becerra (años 70). CEDIDA POR LICENCIADOS REUNIDOS

Mientras, los profesores trataban de aliviar la carga hipotecaria que arrastraban a raíz del nuevo colegio, y optaron por solicitar una tercera línea. El centro tenía espacio y ello permitiría la entrada de más docentes. Domiciano Iglesias, ya director, volvió a la carga con Francisco Álvarez (por entonces jefe de estudios) y José Fragoso, para conseguir este nuevo objetivo. «No era fácil. Nos costó años de viajes a Madrid porque las competencias estaban centralizadas, pero al final lo logramos gracias siempre al buen equipo de docentes», destaca Domiciano.

Los profesores siguieron perfilando el centro. La meta no estaba completa hasta no facilitar una enseñanza completa, «como decimos nosotros, desde la cuna hasta el acceso a la universidad», subraya Francisco Álvarez. Y así, en septiembre de 2009 se inauguró el centro infantil BabyLicen, para niños de 0 a 3 años. Se hizo en tiempo récord.

Semana Cultural de 2018, cuando el colegio se convirtió en ‘Hogwarts’. CEDIDA POR LICENCIADOS REUNIDOS

El colegio, con miles de fichas en sus carpetas de antiguos alumnos, ha seguido ampliando sus actividades mediante diversas disciplinas: preparación para exámenes de Cambridge, conservatorio de música de la mano de profesores de la FEMAE, propuestas artísticas y deportivas abiertas a alumnos, padres y otros ciudadanos… El voleibol es su auténtica bandera deportiva, sobre todo el femenino, con 160 jugadoras que son el orgullo del ‘Licen’ campeonato tras campeonato.

Patio de Infantil en el recinto del numero 3 de la calle Londres. CEDIDA POR LICENCIADOS REUNIDOS

Por todo ello, la comunidad educativa considera que hay mucho que celebrar y a lo largo de 2022 organizará actividades, las primeras ya en marcha: exposiciones, charlas de antiguos alumnos y profesores… «Al final, después de tantos años, lo que realmente valoramos es que nuestros alumnos sean buenas personas, buenos ciudadanos, que saquen adelante sus proyectos personales con los conocimientos que les hayamos podido transmitir y con los que luego han adquirido», afirma el director. Por ello, en el ‘Licen’ lo tiene claro: no hay mejor regalo de cumpleaños «que el agradecimiento de los alumnos y su familias».