Juan Antonio Aroca, de 46 años, es otro de los sacerdotes que pasa media vida en el coche para atender sus parroquias de Torreorgaz, Torremocha y Botija, situadas a 20, 26 y 42 kilómetros de Cáceres, donde tiene otra ocupación ineludible: imparte religión en el IES Al-Qázeres. «Lo llevo bien porque hemos asumido que nuestra tarea es ir continuamente de un lado a otro para estar junto a la gente. No paramos», reconoce.

Nacido en Barcelona, se crió en Nuñomoral y cursó bachillerato en el Seminario. «Ingresé para estudiar en el internado. No había pensado en el sacerdocio pero allí conocí valores muy importantes y me atrajo el servicio social», revela.

Esa vocación le mantiene muy activo. Tanto que todas las semanas se organiza para asistir al menos dos jornadas a cada una de las parroquias, además de otros desplazamientos extraordinarios (por ejemplo a funerales). Y en las tres poblaciones coordina los colectivos y las actividades vinculadas a la iglesia, desde las catequesis y grupos de confirmación hasta Cáritas, que organiza reuniones cada 15 días «para estudiar la situación de familias concretas», o nuevas campañas como por ejemplo las de Ucrania. Pero además resurgen las bodas tras la pandemia. «Ya tenemos media docena de parejas en Torreorgaz que debemos preparar», anuncia.

 Se muestra satisfecho de que la Iglesia siga en cada municipio, «porque la despoblación se percibe claramente. Antes casi todos los pueblos tenían profesores, médicos, incluso fuerzas del orden... Hoy solo se mantienen los ayuntamientos y los sacerdotes para acompañar a los vecinos, sobre todo a los mayores, una labor que considero una prioridad», afirma. Por eso, Juan Antonio Aroca trata ahora de recuperar las procesiones, las romerías y las fiestas patronales tras la pandemia. «Los mayores necesitan volver a sus costumbres», subraya.

A su juicio, la solución para revertir la caída del censo rural pasa por explotar los recursos naturales, «que facilitarían el empleo turístico», y por una revalorización del sector agrario, «que permitiría a los jóvenes que se quedan a trabajar el campo una mayor recompensa a tanto esfuerzo», además de mejorar las comunicaciones de los municipios.