Para ser mayordomo de una cofradía cacereña hay que estar hecho de otra pasta. Cientos de hermanos y miles de persona esperan tu decisión sobre arriesgar o no valiosas tallas, estandartes de terciopelo delicado, mantos de hilo de oro, pendones de raso y sobre todo la seguridad de los hermanos. De nuevo volvió la lluvia al Lunes Santo, que empieza a ser un tópico, y de nuevo los responsables de las dos cofradías que salen esa noche por las calles cacereñas sintieron todo el peso de la procesión sobre sus hombros. Luis Pedro Cámara, de la Salud, prefirió mostrarse optimista durante la jornada hasta que el destino y la Aemet impusieron la realidad de unos chubascos insalvables. Inmaculada Hernández, de las Batallas, prefirió no anticipar en exceso: «Cuando llegue la hora tomaremos la opción más adecuada». Pero ni siquiera hubo opción.

No era un Lunes Santo más. Era el primero tras dos años de pandemia. A las ocho, hora de salida de la Salud, el público ya copaba el recorrido desde Santo Domingo hasta Moret, pero amenazaba lluvia. ¿Cómo decirles a todos que se marcharan? ¿Cómo comunicar a los costaleros que no había procesión tras meses de ensayo? ¿Cómo transmitirlo a la Banda de La Soledad llegada desde Sevilla? La directiva de la Salud prefirió aguardar un poco. Media hora después anunció la salida en quince minutos. Se dispusieron en planta de procesión dentro de Santo Domingo pero un nuevo aguacero dio al traste con todo.

Numeroso público esperó en Santo Domingo el inicio de la salida de la Salud. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

La decisión definitiva costó mucho, no solo tomarla, también asumirla. Los rostros hablaban por sí solos. Pero ahí estaba la Agrupación Musical Virgen de la Vega (Salamanca) para alegrar el alma con sus marchas, que los 48 costaleros del paso de misterio de la Injusta Sentencia siguieron con una entrega dentro del templo que arrancó emociones sinceras. Las puertas se abrieron para que la gente pudiera compartir el acto. Llegó la saeta más sentida de Isabel Caballero. Llegó el estreno de la marcha ‘Estrella Franciscana’ dedicada a la Virgen de la Estrella por la Banda de La Soledad de La Algaba de Sevilla, y compuesta por Pablo Ojeda. La misma imagen mariana que ayer estrenaba encaje de plata y alençon, e incorporaba nuevas reliquias de San Sebastián y San Jorge, donadas por una devota con certificado emitido por el Vaticano.

Mientras, la cofradía de las Batallas llamaba a la espera minutos antes de su hora de procesión, dentro de la concatedral. Pero escasos minutos después de la nueve anunciaba que la salida se suspendía. El aguacero que había convencido a la Salud también confirmó la decisión de la mayordoma de Batallas, Inmaculada Hernández, que aportó el temple y el sosiego necesario para dar paso a una ceremonia sentida, a modo de desagravio contra un clima que no entiende de ilusiones, ni de pandemias, ni de esfuerzos...

Acto en Santa María con el Cristo de las Batallas y la Virgen de los Dolores. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Y donde la Salud puso la emoción a flor de piel, Batallas puso la solemnidad que siempre le caracteriza. Silencio y horquillas se alternaron con marchas imprescindibles en la tradición de esta hermandad como ‘La muerte no es el final’, a cargo de la Banda Sinfónica de la Diputación de Cáceres, y ‘La saeta’, interpretada con todo el sentimiento del Humilladero, mientras los hermanos mecían los pasos que este año no podrán honrar en la calle a los que perdieron la vida en la pandemia.

La gente siguió desde las puertas la ceremonia de la concatedral. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Una lástima, porque el Cristo del Refugio (siglo XVIII) había inclinado ligeramente su posición para introducir otras andas que redujeran la cantidad de hermanos bajo el paso, dadas las circunstancias. Y el Cristo de las Batallas había sido rodeado por los hermanos infantiles y por José María San Félix, responsable de la ornamentación floral de los pasos desde hace dos décadas, con un millar de claveles traídos desde Colombia para que tuvieran la calidad «que debe acompañar a esta imagen», realizada por cierto a semejanza de la que portaban los Reyes Católicos durante sus campañas. Y María Santísima de los Dolores, talla del siglo XVIII llamada ‘la niña’ por su belleza, estaba dispuesta para salir otra vez a las calles con el manto de procesión de su madrina, María Teresa Alonso Suárez, nueva toca regalada por las Damas de la Virgen y algunos detalles donados por devotos. No fue posible. Son años de paciencia. Y de eso las cofradías cacereñas saben mucho.