El Periódico Extremadura

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BLOG DEL CRONISTA

Caminos de Sefarad

Ermita de San Antonio, en el barrio judío de Cáceres.

En 1995, un grupo de municipios españoles deciden organizarse para difundir y proteger el legado judaico que estaba presente en su historia y en su patrimonio arquitectónico. Cáceres fue una de esas ciudades y desde entonces su presencia en la denominada Red de Juderías, ha servido para divulgar la importancia que la cultura judía ha tenido en etapas de su rico pasado, fundamentalmente durante la Edad Media. Gracias a esta red de ciudades preocupadas por el patrimonio hebreo de la vieja Sefarad, cada vez es mayor el conocimiento que tenemos sobre una minoría étnica y religiosa, que desempeñó un importante papel en el desarrollo económico de la ciudad hasta su expulsión en 1492.

Cáceres se ha convertido en lugar de peregrinaje para viajeros interesados en conocer una de las pocas ciudades españolas que cuentan con dos juderías, perfectamente delimitadas en el espacio y en el tiempo. Una primigenia judería vieja, intramuros, donde encontramos un caserío específico, ajeno a la arquitectura monumental del recinto amurallado, donde habitó la primera comunidad judía de la que tenemos noticias a través de las fuentes escritas y otra judería nueva, extramuros, donde se instalan los sefarditas cacereños a partir de 1478, año de creación de la Santa Inquisición, cuando por decreto real los judíos son obligados a vivir fuera del recinto amurallado. De ambas juderías conocemos el solar de sus sinagogas y su entramado urbano. Al mismo tiempo, los datos, cada vez más precisos, que vamos conociendo sobre la comunidad sefardí cacereña, amplifican el interés por saber realmente quienes eran esos judíos que se vieron abocados al destierro a causa de un integrismo religioso que les penaba por ser diferentes.

A partir de las fuentes documentales que nos guían en el conocimiento de los sefarditas cacereños, sabemos que fue una comunidad importante tanto en su apartado demográfico como en el económico. En 1290, según el Padrón de los judíos de la corona castellana, nos consta que en Cáceres habitaban 125 judíos casados- que tienen casa- y que pagan impuestos, un número que se mantiene en el tiempo, pues en 1479 se encontraban censados en la ciudad un total de 130 judíos casados. Una comunidad con gran peso demográfico, teniendo en cuenta que Cáceres era una pequeña población que en el primer tercio del siglo XVI tenía en torno a 5.000 habitantes. La aljama cacereña también aportaba un elevado caudal a la corona castellana, en razón de su contribución en forma de tributos, pues sabemos que en 1464 paga la cantidad 5.700 maravedíes y en 1472 aumenta hasta los 8.200. Datos que nos indican la importancia que para la economía real tuvo la comunidad semita de Cáceres.

Las diferentes escrituras de propiedad que se conservan en nuestros archivos, nos informan de quienes eran esos judíos y sus profesiones. David Navarro era cerero, los Cohen eran sastres, mercaderes y rabinos, el Rabí Abrahán Amigo era abogado, Leví Barchilón era zapatero, Samuel Caña era herrero y el Rabí Uçé era físico. Otros judíos cacereños fueron plateros, o jubeteros o carniceros. Casi todos emprendieron el camino del destierro hacia otros lugares donde su credo no fuese motivo de persecución y castigo, dejando atrás barrios y lugares sagrados que hoy forman parte del patrimonio histórico y arquitectónico de las ciudades incluidas en la Red de juderías de España.

*Cronista oficial de Cáceres

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