Tres años después la Virgen de la Montaña ha vuelto a cumplir hoy con una tradición que se lleva repitiendo en Cáceres hace nada menos que 381 años, desde que el 3 de mayo de 1641 la patrona bajó por primera vez del santuario ante las peticiones de los vecinos que imploraban lluvia en un tiempo de pertinaz sequía. El coronavirus, la pandemia que con mayor virulencia ha castigado al mundo, ha tenido a la Cacereña Bonita confinada en su ermita de la Sierra de la Mosca durante 36 largos meses. Su entrada este miércoles en Fuente Concejo fue más triunfal e histórica que nunca y los cacereños acudieron en masa a recibirla, a vitorearla y a emocionarse con la imagen que simboliza, como ninguna otra, la devoción de toda una ciudad.

Fue un desfile único, celebrado el mismo día en que se levantó la restricción de la mascarilla en interiores después de 700 días. La cofradía llamó a la prudencia mientras la imagen volvió a desafiar al molesto viento e hizo historia al estrenar la pasarela de la ronda este protagonizando así una instantánea inédita: la de ver una talla del siglo XVII pasar por un puente del siglo XXI. Cuentan que los autores del proyecto, al diseñar la obra de ingeniería más importante de las últimas décadas, contactaron con la cofradía para que las dimensiones de la vía se ajustaran a las del trono de la Virgen. Y así fue: en los hermanos del turno número 2 (conocido como el de los bajitos o los calderillas, del que forma parte el torero Manolo Bejarano) recayó el honor de cargar a la Reina de Cáceres a lo largo de un recorrido donde lucieron como nunca sus andas de plata de 120 kilos de peso, que brillaban como la patena tras la limpieza a fondo a la que han sido sometidas después de permanecer en la galería del santuario desde 2019, año en que por última vez se celebró el novenario.
Con puntualidad inglesa, la Montaña salió a las cinco desde su santuario cargada por el turno 1, rompiéndose así la tradición que decía que ‘el que la saca la mete’, al ser siempre el mismo turno el que la sacaba del santuario y la metía en Santa María. Esta vez, el hermano mayor, Isidro Ginés Morales Camacho (a sus 63 años es el segundo hermano mayor más joven de la historia de la cofradía; el primero fue Guillermo Pache, fallecido en accidente de tráfico en la carretera de la Montaña siendo mayordomo Miguel Casero), y Antonio Bazo (jefe de paso del 2) acordaron que los cuatro turnos que portan a la Virgen se fueran rotando para que todos tuvieran participación en los momentos estelares del desfile.
Fuerza
Los hermanos se sentían con fuerza después de haber comido los huevos con chorizo en el comedor de las monjas (el restaurante sigue cerrado a la espera de su reforma). Tras rezar la Salve, en presencia del capellán de la hermandad, Ángel David Martín Rubio, y del mayordomo, Juan Carlos Fernández Rincón, la Virgen aparecía espléndida vestida por la nueva camarera, Julita Herrera, con el manto que le regaló la ciudad para las bodas de plata de la coronación canónica en 1949, una prenda magnífica de estilo renacimiento, hecha de tisú de plata fina con oro fino de alto relieve. A su espalda portaba cuatro rosarios y delante una medalla. Sobre su sien, la corona circular de plata dorada, comunmente denominada de diario y que se confeccionó con las joyas sobrantes de la corona buena fabricada en 1924 por el joyero madrileño Félix Granda, de cruces de rubíes, oro, brillantes, zafiros y esmeraldas, cuajada de diamantes, por la que se pagaron 150.000 pesetas.
El manto, esta vez, incorporaba un crespón negro en homenaje a la guerra de Ucrania y a las víctimas de la pandemia. Sobre las andas se colocó el bastón de la camarera de honor, Pilar Murillo, fallecida el pasado 3 de abril, con un lazo negro en recuerdo a su labor y a su entrega durante 26 años en el cargo. La camarera de ornato, Pilar Campos, y su equipo de colaboradoras adornaron las andas y las ánforas de plata con euros blancos también en memoria de Murillo, porque a ella le encantaba ver a la Virgen de ese color.
La Procesión de Bajada, declarada Fiesta de Interés Turístico Regional, comenzaba dejando atrás lo sones del Himno de España con el que cruzó el pórtico del santuario. La imagen, de estilo sevillano realizada en madera de nogal policromada por artista desconocido entre los años 1620 y 1626, parecía un lucero.
El fin de la guerra de Ucrania y el recuerdo a las víctimas por la pandemia del covid-19 centraron las alocuciones que anoche pronunciaron a las puertas del Ayuntamiento de Cáceres la portavoz del Gobierno, María José Pulido, el mayordomo Juan Carlos Fernández Rincón, y el obispo, Jesús Pulido Arriero, al recibir en la plaza Mayor a la patrona de la ciudad, Nuestra Señora la Virgen de la Montaña antes de su entrada en la concatedral de Santa María. Pulido se estrenó en este acto al sustituir al alcalde, Luis Salaya, ausente por coronavirus. Igualmente debutó monseñor, cuyo nombramiento por el Papa Francisco se hizo público a las 12.00 horas del martes 7 de diciembre de 2021, tras así comunicarlo la Nunciatura Apostólica en España a la Conferencia Episcopal Española.
De ahí a Fuente Concejo se vivieron momentos que durante el confinamiento pensamos que no se iban a repetir jamás: cruzar La Trocha, La Palacina, el paso por el Calvario, el pueblo (sobre todo las mujeres) cargando a la imagen, que miró desde la sierra al Hospital Universitario y al San Pedro, en recuerdo a los enfermos, o la lectura en el Amparo, por parte del cofrade Agustín Margallo, de un pregón en el que recordó a los fallecidos por el covid.

Hasta ese momento, el desfile fue más bien una romería. Cuando entró en Concejo adquirió toda su oficialidad. El cortejo lo encabezaba, a modo de cruz de guía, el estandarte que los cacereños le regalaron a la patrona en 2006 con motivo del centenario de la declaración del patronazgo canónico de la Virgen sobre la ciudad. Obra de María Jesús Trejo, es blanco, ribeteado en bordados de oro, con una imagen de la talla en el centro sobre la que se lee su título de Madre de la Divina Gracia.
Le seguían los niños (unos 60, que igual que el resto de los hermanos visten con túnica azul cielo, capelina, guantes y cinturón blancos, y zapato negro), los trajes regionales, las cofradías de gloria, las patronales, la de Argeme de Coria y la Real Asociación de Caballeros y Damas de Guadalupe. Luego, la banda municipal, justo delante de la réplica del pendón de San Jorge, símbolo de la reconquista de Cáceres por las tropas de Alfonso IX de León, que iba encabezando a la corporación; y el estandarte de la cofradía, conocido como primigenio, de raso, con un medallón de plata en el centro que reproduce en oro la imagen de la Virgen.
Componían igualmente el desfile las instituciones hermanas de honor de la cofradía, que son el ayuntamiento, la diputación, el Cefot y la Guardia Civil. No faltaron las guiadoras. El paso fue escoltado por la Guardia Civil, seguido de monseñor Jesús Pulido, que se estrenó en el cargo con traje coral y bonete, el cabildo, el clero regular y el secular. Tras ellos, las autoridades; luego la Unión de las Cofradías Penitenciales, los invitados de la cofradía, la pregonera, Elena Nevado, y, cerrando, la banda de la diputación.
Quien no acudió fue el alcalde, Luis Salaya, pues tiene coronavirus, aunque a través de sus redes sociales y con la camiseta de Caleros diseñada por el artista Luis Rosado, lamentó la ausencia a la que habría sido su primera procesión como regidor: «Disfrutad del día, me dais mucha envidia», dijo.
Tampoco estuvo el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, sí presente en el pregón. La falta del mandatario municipal hizo que María José Pulido, portavoz del Gobierno, le entregara a la Montaña, de madre a madre, el bastón de mando, como alcaldesa honoraria que es, condición que la patrona ostenta durante todo el novenario. Antonio Bazo colocó ese bastón en las andas y ahí llegó el éxtasis. Cientos de personas vitorearon a la Virgen, que entró en Caleros, hermana de honor de la cofradía, al grito de ‘Viva la Virgen de la Montaña, viva la patrona de Cáceres, viva la Madre de Dios, viva la Cacereña Bonita’, aunque se echó en falta el timbre de voz de Felisa Rodríguez y destacó la mantilla de la concejala de Ciudadanos, Raquel Preciados.
El Redoble y la tuna
A su entrada en la calle, decorada con arcos de flores y palmeras, los hermanos bailaron la talla al ritmo de El Redoble. El desfile siguió hasta la ermita del Vaquero, donde el coro Alborada del padre Gianni le cantó Virgen Morenita. De ahí a la Cuesta del Marqués, con las canciones de las amas de casa. En Santiago, recibió el homenaje de los Scouts Sant Yago (leyeron las niñas Patricia Castro y Águeda Garví) y de las cofradías del Nazareno, con unas palabras de su vicemayordoma, Begoña Acero, y de la Sagrada Cena, con el Coro Rociero Virgen de la Montaña.
Un repique de campanas llevó a la patrona a las Cuatro Esquinas, lugar donde Cáceres volvió al delirio al escuchar a la Tuna de Magisterio de Cáceres, dirigida por Jesús Hernández, cantándole ‘Aurora’ y esa letra que hace vibrar a la ciudad: ‘Cuando la aurora tiende su manto y el firmamento viste de azul, no hay un lucero que brille tanto como esos ojos que tienes tú...’). Entonces los móviles no pararon de hacer fotos y grabar vídeos para inmortalizar el momento. Su actuación culminó con unos ovacionados ‘Clavelito’ y ‘El Redoble’ mientras los hermanos bailaban a la Reina de Cáceres.
Al entrar en la plaza le cantó Tamara Alegre, hubo actuación del grupo Hakuna y de la Banda del Humilladero. Tras las palabras del obispo, de la portavoz del gobierno y del mayordomo, la patrona enfiló hacia Santa María, cargada por el turno segundo, a cuya entrada el Coro Rociero le dedicó la Salve y la Banda Municipal, ‘Triana de Esperanza’.
La Montaña ya descansa ante el majestuoso retablo de cedro de Santa María para iniciar su novenario hasta el 1 de mayo, Día de laMadre, cuando retornará a su santuario tras haber hecho nuevamente historia.