A mediados del siglo pasado cobró fuerza en España la palabra compromiso influenciada por el mismo concepto muy arraigado en algunos ambientes religiosos e intelectuales franceses. En el ámbito religioso se refería preferentemente al compromiso que debía firmar el cristiano con su entorno lo que condujo a varios sacerdotes y laicos a las proximidades de los grupos de izquierdas y sobre todo dio lugar a los curas obreros.

En el campo de la política, una vez que había quedado claro que las potencias occidentales apoyaban al régimen y por lo tanto era estéril ejercer una oposición directa, se inició una discusión acerca de cual debía ser la postura ética del ciudadano comprometido y que comenzó en círculos cristianos para extenderse después. Si la oposición directa solamente tenía como horizonte más probable la cárcel ¿qué actitud debía adoptarse?

Por un lado estaban quienes más o menos claramente estaban bajo la inspiración comunista cuyos dirigentes insistían en el enfrentamiento, eso sí desde París, y por otro quienes consideraban que el deber ético llamaba a participar del gobierno y de las instituciones por el bien de los ciudadanos aunque sin abandonar su condición de enemigos del fascismo y por lo tanto estaban llamados a colaborar dada su formación académica y empresarial a la vez que trataban de cambiar el régimen desde dentro o al menos impedir o aminorar sus desmanes.

Era un ejercicio de posibilismo que entrañaba riesgos y despertó entusiasmo en unos y desprecio en otros. A partir de ahí se les pudo ver gobernando diputaciones, desempeñando alcaldías o concejalías e incluso ocupando secretarías y subsecretarías ministeriales lo que no les impedía extender su tarea en publicaciones como Cuadernos para el diálogo, el Ciervo y otras frecuentemente sancionadas.

Finalmente ellos fueron la simiente que fructificó e hizo posible la transición como quedó patente el grupo Tácito. Hace poco tiempo he leído que en algún pueblo de nuestra región se quita el nombre de un presidente de diputación que no tenía nada de fascista y que si alcanzó tal puesto fue debido a la brillantez y prestigio que alcanzó en el desempeño de su trabajo civil y a quien ese pueblo debe parte de su progreso. No creo que esas cosas entren dentro de la ley de Memoria Histórica aunque sí de la ignorancia de la Historia.