Ha sido la más mortal de todas las enfermedades infecto contagiosas de la historia de la humanidad. En el peor de los casos con la viruela morías, en el mejor, tu cara quedaba completamente desfigurada, corrías el riesgo de ceguera, de ser infértil y de estar por siempre proscrito. Lo cuenta Fernando Jiménez Berrocal, cronista oficial de Cáceres, que al comienzo de su relato cita a su madre y la recuerda tarareando ‘Picadita de viruelas’, la canción compuesta por Quintero, León y Quiroga para el espectáculo ‘Puente de Coplas’, que Concha Piquer estrenó en 1957.
Cuenta la historia de una mocita afeada por las señales que la viruela dejaron en su cara. Sintiéndose fea y acomplejada, se pasaba los días escondida tras la celosía de su ventana viendo pasar la vida, enamorando y enamorándose de hombres que la rechazaban cuando veían su rostro. Así de triste vivía Dolorcita hasta que un día un mozo se acercó a ella y se enamoró sin importarle sus picaduras. ‘Se ha casado Dolorcita y al año, ¡vaya canela!, nació la flor más bonita de toda la callejuela. Y Sevilla a la miguita puso fin a la novela: Ha nacido una rosita de una madre picadita, picadita de viruela’, contaba la canción, esta vez con final feliz.
Pero no todos los finales fueron así de dichosos y la plaga acabó con ganados enteros de la provincia de Cáceres en los siglos XVIII y XIX...
El azote
En el Archivo Histórico Municipal se guardan dos expedientes que dan idea del azote de la plaga. Uno de 1793 sobre una epidemia en Alcántara. El municipio pidió ayuda, con casos de hasta cuatro y cinco enfermos de una misma familia, «todos iguales en sus dolencias sin intermisión en sus calenturas». Es entonces cuando al médico de epidemias de la provincia de Extremadura, con residencia en la ciudad, se le solicita que se traslade a la villa, con fin de «contener semejantes males capaces de destruir el pueblo». En aquel momento, los dos facultativos de la localidad se vieron desbordados ante la avalancha de casos y las medicinas no alcanzaban a remediar la notoria desgracia.
Ha sido la más mortal de todas las enfermedades infecto contagiosas de la historia
El segundo expediente está datado en agosto de 1909, cuando confinan a una niña de 8 años en la calle Margallo, a la que se le diagnostica la erupción de la viruela. Es entonces cuando a fin de evitar su propagación se vigila la histórica vía cacereña para que toda la familia quede aislada en la casa y evitar así la propagación de la enfermedad.
¿Por qué se producían este tipo de contagios? Berrocal apunta a cuestiones higiénicas y porque se vivía muy en contacto con los animales. Lo cierto es que en el siglo XVIII se registraban 400.000 casos anuales de viruela en todo el mundo y en el XX murieron más de 20 millones de personas. En el caso de España, la Ley de Sanidad Nacional de 25 de noviembre de 1944 obliga a vacunar a todos los niños menores de dos años hasta que en 1979 la Organización Mundial de la Salud la da por erradicada y se deja de vacunar.
Berrocal hace mención a cómo los estudios científicos fueron determinantes para la contención de la enfermedad. Se refiere a Lady Mary Wortley Montagu, una aristócrata, escritora y viajera británica, autora de una famosa correspondencia. Además de sus escritos, Lady Mary es conocida por haber introducido y defendido en el siglo XVIII la inoculación de la viruela en Gran Bretaña tras su regreso de Turquía. Fue la antesala al trabajo de Edward Jenner, el médico inglés que en 1796 descubrió una forma de proteger a las personas de la viruela y esto llevó al desarrollo de la primera vacuna.
Ahora, la llamada viruela del mono está en el foco de la actualidad. La enfermedad supera los 250 casos a nivel mundial y la OMS ya advierte de su riesgo «elevado». En España hay más de un centenar confirmados, ninguno en Extremadura. En Cáceres los hubo y constancia queda de aquel mes de agosto de 1909 que aterrorizó a la calle Margallo.