Si no llega a completar esa definición de hombre del Renacimiento se acerca demasiado. Tarea complicada es intentar resumir en tan solo unas líneas una trayectoria tan extensa como la que acumula Santos Benítez Floriano (Cáceres, 1957). Dicen de él que tiene la mejor agenda de la ciudad y con toda probabilidad así sea teniendo en cuenta que su currículum es prácticamente inabarcable. Erudito en tantos campos como ambientes se mueve, siempre ha mantenido un compromiso activo con la ciudad. 

Ya con el despacho recogido, a falta solo de unas cajas, atiende a este diario, para el que escribe de forma quincenal, y recuerda cómo entró en laDiputación de Cáceres, la institución a la que se ha entregado como profesional 41 años y de la que ahora se despide. Fue con una beca cuando ejercía como profesor en la facultad y desde entonces, ha recorrido servicios sociales, turismo y esta, la que ha sido su última etapa, la escuela de bellas artes Eulogio Blasco. 

De dar clases pasó a renovar los colegios de niños tutelados, ¿qué recuerda de aquello?

Estuve casi 25 años. Primero en el colegio San Francisco y la Inmaculada y luego en el colegio Julián Murillo. Fue una de las mejores etapas de mi vida porque tuve la suerte de entregar a más de mil niños en adopción y darle una oportunidad familiar nueva a tantos tutelados ha sido gratificante. 

Y cambió a Turismo, un ámbito completamente diferente, cuando llegó, ¿ya era Cáceres una ciudad tan turística? ¿Se estaban haciendo las cosas como ahora? 

Cuando yo llegué estaba emergiendo. Es muy curiosos que prácticamente hasta el 92 el ayuntamiento no tuvo oficina de turismo y la diputación adquirió el palacio de Carvajal como sede. Nosotros al turismo hemos llegado bastante tarde pero tenemos una provincia con tantos recursos naturales y patrimoniales que se vende sola . El único problema que teníamos eran las comunicaciones. Había gente que cuando íbamos a ferias nos decía «no deis a conocer esto si todo lo que se masifica pierde un poco su esencia». 

Aparte es usted cronista oficial, presidente de la unión de cofradías, embajador Marca Ejército, ¿de dónde saca el tiempo? 

Todas esas competencias, ser cronista, Unicef, la academia extremeña de gastronomía, las cofradías, me han enseñado a tener una visión distinta de todo. Siempre he sido un firme defensor del compromiso social de la ciudadanía, creo que tenemos que estar en asociaciones, no se puede dejar todo en manos del político, el ciudadano debe participar en la vida pública y ahora que me jubilo seguiré trabajando con más ahínco en donde pueda aportar algo. 

¿Y cómo afronta estas horas previas a la jubilación? 

Llevo bastante tiempo preparándome, ya tengo recogido todo y tengo la mentalidad de que me voy a dedicar a mi mujer y a mis actividades, creo que no va a suponer un cambio muy radical. Lo echaré de menos, eso sí. En estos últimos años he tenido una actividad profesional que me ha servido para mentalizarme. Yo lo que tenía claro es que no me iba a reenganchar, que cuarenta y un años de servicio es un tiempo ya razonable y la juventud viene apretando, quiero dar la oportunidad a alguien con nuevas ideas. 

Al margen de cerrar esta etapa, el resto seguirán abiertas. 

Sigo totalmente activo. Vengo de una asamblea de cronistas y el día 11 voy a otra, como presidente de cofradías he renovado por otros cinco años y seguiré con la Academia de Gastronomía, Torres de Cáceres y embajador Marca Ejército, una de las cosas que más ilusión me ha hecho. 

Si hay algo que coincida en todo en lo que se compromete es que Cáceres es pilar fundamental. Su vida personal y profesional ha estado ligada a la ciudad siempre. 

Totalmente. Procuro dar a conocer todo lo que la ciudad respira. 

¿Y qué significa ser cacereño? ¿Hay alguna particularidad que nos diferencia?

Supone tener un sentido de pertenencia a una ciudad con sus limitaciones pero con sus virtudes. Yo recuerdo que cuando empecé mi noviazgo con Celia, ella apenas bajaba de la plaza, los cacereños hemos estado mucho tiempo de espaldas a la ciudad, le hacía gracia que yo viviera en la calle Caleros. O vivías en la zona moderna o en la antigua. Cáceres puede vivir de lo antiguo pero sin cerrarse a lo moderno. 

Esta es la pregunta que se hace cualquiera que le conozca, ¿en las horas que le quedan libres ahora va a aprovechar para recuperar alguna afición? 

En la pandemia me fui a vivir al campo de la Montaña. Ahí recuperé el gusto por la naturaleza, me relaja, yo creo que los años de vida que me queden ya no voy a volver a la ciudad, me voy a volver un hombre de campo. Allí disfrutaré de la lectura y la escritura

Y del tiempo. 

Y de la salud. Que lo más importante es tener salud.