Han brotado las rosas en mitad del asfalto que atraviesa la Ribera a la altura de la ronda sureste, allá donde se cruzan los caminos, pasean los mayores, corren los atletas y pedalean los ciclistas. Desde allí se puede ver, a lo lejos, la Casa de Cultura Rodríguez Moñino (a la sazón, erudito y bibliógrafo de Calzadilla de los Barros), recién inaugurada su reforma y escuchando al alcalde, Luis Salaya, hablar de la descentralización tras imprimirle al barrio de Llopis Ivorra algo de impulso con esta obra. Aunque sin reparar, a tenor de sus declaraciones, que esta zona fue el centro de la ciudad y que nunca debió dejar de estar centralizada.

Como la cuestión se olvida, no está de más reiterar por enésima vez que aquí, a los pies del Calerizo, llegaron los primeros pobladores en busca del agua. Y aquí vivió también Francisco Ceballos Borrego, que bien merecería una estatua, una placa o un recuerdo por tanto como luchó el dirigente vecinal, quien por cierto, fue el primer árbitro cacereño de Primera División.

Ceballos siempre le decía al ayuntamiento: «El sur también existe». Lo decía como un lamento, enérgico, poniendo sobre la mesa la dejadez que azotaba a la barriada, un titular recurrente, que escribíamos a cuatro o cinco columnas recién aterrizados a El Periódico Extremadura en el Camino Llano. Estamos hablando de la década de los 90 y estamos hablando de los 26 años que hace que Ceballos, con solo 51, nos dejó. Y hablando, cómo no, que pese al tiempo transcurrido, poco se pone el foco en el sur.

Se le sigue echando de menos, porque Ceballos no pasaba inadvertido y fue un luchador hasta el final, de esos que recordaba que en Llopis estaba una de las cuevas paleolíticas más importantes de la Historia de la ciudad, de la que tuvimos conocimiento gracias a Carlos Callejo.

Antonio, el padre de Callejo, fue secretario de Alejandro Lerroux. Era Carlos un hombre preparado que por azares de la vida llegó un día a Cáceres acabada la contienda civil. Amante de la cultura y la investigación, descubría lápidas, publicaba en periódicos y revistas (editó hasta 2.100 artículos), así que el conde de Canilleros, que era director del Museo de Cáceres, vio en él a la persona idónea para ser conservador de ese museo de las Veletas, cargo para el que fue designado en el año 1955.

A principios de los 50 avanzaba a pasos agigantados en Maltravieso una cantera de cal, hasta que un día unos obreros pusieron sobre la pista del descubrimiento de una cueva cuando encontraron algunos huesos fósiles de animales que les llamaron la atención. Más tarde aparecieron varios enterramientos de la época del Bronce.

Rosas en la Ribera. MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Pero el verdadero interés de la Cueva de Maltravieso comienza cuando el 8 de enero de 1957 Carlos Callejo publica en el Extremadura un artículo donde da a conocer la existencia de las pinturas rupestres que había logrado ver en tres minuciosas exploraciones hechas en octubre y noviembre de 1956. Poco tardaron en alzarse las voces que defendían que este monumento singular --que nos ilustra sobre la alborada del arte humano en una región hasta entonces sin documentación alguna sobre el hombre cuaternario-- debía ser conservado.

Callejo acudía casi todas las tardes a la cueva con Antonio Márquez, un capataz de Telégrafos que era su mano derecha. A rastras, con su lámpara de carburo, se convirtió en un diestro espeleólogo que logró que el catedrático Martín Almagro y otros profesores de Alemania y Canadá llegaran a Cáceres para ver aquella cavidad, que no tardó en convertirse en monumento nacional.

Y es que la gruta del calerizo cacereño, de la que el ayuntamiento hará una réplica antes de 2025 gracias a una inversión de más de dos millones de euros de fondos europeos, conserva la primera manifestación de arte rupestre de todo el planeta. Se trata de una mano pintada en negativo cuya datación se ha retrasado hasta los 66.700 años de antigüedad, lo que además implica que fue realizada por el hombre de Neandertal, toda una revolución en los esquemas prehistóricos.

La cueva lleva al menos 27 años cerrada a las visitas, salvo de especialistas e investigadores. Fue ocupada por el hombre en distintos momentos de la Prehistoria. Otras cuevas próximas son las de El Conejar y Santa Ana y ha sido ingente la labor realizada en ella por parte del equipo Primeros Pobladores de Extremadura.

Carlos Callejo, académico de la Real Academia de la Historia de Extremadura, presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, falleció el 27 de enero de 1993. Su figura debería ser eternamente recordada. No en vano fue el hombre que anunció al mundo que en Cáceres también hubo vida en el cuaternario.

Callejo, Ceballos, hombres que defendieron el valor del origen, el lugar donde mana el agua. La Ribera que da vida, donde crecen las flores, pese a la apisonadora del olvido y la podredumbre del sumidero. Hay rosarios de fragancias, piedras que al tocarlas ni ofenden ni codician. Naturaleza que rodea a Maltravieso, la cueva donde se rescata nuestra dignidad como civilización, nuestros ancestros del Marco. Salvemóslos.