«El cromo, el de toda la vida con alguna actualización, vive unos momentos muy dulces y muy buenos. En el top ten, los álbumes de fútbol, tema líder, y también las series de dibujos animados u otros clásicos de siempre como los animales. Los Minecraft son tendencia junto a Harry Potter, princesas Disney, Dragon Ball, entre otras temáticas… En plena era digital, con todos sus efectos transformadores, abrir sobres de papel, pegar cromos e intercambiar los repes por los que faltan para completar las colecciones engancha al público infantil en Cáceres», dice a El Periódico el propietario del Estanco de Colón, Jorge Sánchez.

«Junto a los pequeños también se aficionan los mayores, muchos padres y madres que recuerdan con nostalgia la eclosión del fenómeno unos cuantos años atrás y se implican ahora más que nunca para ayudar a acabar el álbum. Es una tradición que gracias a Dios se sigue conservando a día de hoy. Todavía hay personas que durante la época de las comuniones se llevan cajas enteras de cromos para regalárselas algún familiar», manifiesta.

«Cuando mis hijos eran pequeños íbamos a cambiarlos al lugar clásico para los cacereños: en los soportales de la plaza Mayor. Allí los muchachos cambian entre ellos bajo la mirada supervisora de los adultos y cuando sólo quedaban unos pocos cromos para terminar la colección, se pueden comprar y cambiar igualmente en un puesto que pone un señor muy majo. El intercambio es fundamental, activa el boca a boca cuando los niños van al colegio con sus cromos repes, señala.

«Este sí, este no, este no, ¿éste?, no sé si lo tengo». Es la frase más repetida cada domingo, desde bastante tiempo, en la capital cacereña. A ella acuden niños de todos los barrios para cambiar sus cromos y poder completar así esos álbumes que venden en los kioscos y que parecen no tener fin. «¡Te cambio ocho cromos normales por uno premium! Benzema es un ídolo», le comenta Pablo (9 años) con un taco que no le cabe en el bolsillo a Mario (10 años). «¡Ufff! Eso es poco. Con la carta del delantero del Madrid arrasas», responde el chaval. Razón no le falta, ya que el señor Panini se encarga de que no haya muchas dentro de los sobres.

Entretanto, un padre confiesa; «cuando mi hija acabe su primer álbum reviviré la sensación que tenía de pequeño, de poder mirar y remirar una colección completa». Y es que el cromo resiste en Cáceres.