Tenía una actividad tan incesante que llegó a acumular hasta 9.000 cartillas sanitarias, lo que hizo que casi todos los niños de la ciudad, en sus más de cuarenta años de ejercicio, pasaran por sus manos. «Ha criado a medio Cáceres», recuerdan sus allegados. Destacaba por su buen ojo clínico, ya que en que en dos horas y media de consulta en el ambulatorio llegaba a ver entre 70 y 80 niños, por lo que tenía que saber diferenciar los que estaban sanos de los que no, y dar prioridad a estos. «No podía perder ni un minuto, eran otros tiempos».

Así rememoraron ayer familiares y amigos la labor impagable de Pedro Aparicio Aparicio (1929-2017) por sus más de 40 años de ejercicio como médico pediatra en la capital cacereña. El centro de salud de la zona centro (antiguo hospital Nuestra Señora de la Montaña) ya dispone de una placa conmemorativa en reconocimiento a su trayectoria profesional. El acto, de carácter íntimo, contó con la presencia del consejero de Sanidad, José María Vergeles, el gerente del SES, Ceciliano Franco, el gerente del Área de Salud de Cáceres, David Zambrano, la primera teniente de alcalde, María José Pulido, facultativos y miembros de la asociación AFTEA, promotora de este reconocimiento.

En nombre de la familia, Pedro Aparicio, hijo mayor del pediatra y también médico, hizo un repaso a la vida de su progenitor destacando su faceta profesional pero también su lado más personal. «Era un médico humano, que se preocupaba de las personas y que nunca ponía ni hora ni límites a su trabajo». De hecho, su familia recuerda que la consulta de casa se convertía en un ir y venir de personas, y siempre había avisos múltiples que no le dejaban ni un minuto libre. «Nunca decía que no y todo el mundo era bien recibido», subrayó su hijo Ángel Luis, que además agradeció su gran talante cuando se quitaba la bata y se dedicaba a la familia.

Profesional y altruista

El doctor Aparicio tenía tantas cartillas infantiles porque cubría su plaza de Pediatría en la Seguridad Social (por ejemplo se encargó durante un tiempo de Aldea Moret), también veía a los pacientes en la ‘La perra gorda’ y concluía su jornada atendiendo su consulta particular. A esto se sumaba la plaza obtenida en la Diputación de Cáceres (se encargó de los niños del hogar infantil y del colegio ‘polivalente’). Además fue doctor de la Guardia Civil, ejerció la dirección sanitaria del CIR y colaboró con Cruz Roja de forma altruista hasta los 80 años.

Discípulo de doctores como Gregorio Marañón y Jiménez Díaz, era un gran aficionado al fútbol (llegó a ser guardameta de la Agrupación Deportiva Plus Ultra, actual Real Madrid B) cuando estudiaba la carrera. Su otra pasión eran los toros. Siempre que su actividad lo permitía, acudía como médico voluntario a las fiestas de los pueblos y no dudaba en saltar al ruedo para protagonizar algún lance, que también le reportó algún susto.