En el barrio cacereño de San Blas el concejal David Holguín alza la voz y grita: «En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida». Y una multitud corea y aplaude al escuchar la frase que un día escribió Lorca para defender el derecho a amar. Es la noche del Orgullo y a esa hora, un hombre de 50 años, con dos hijos y padres ya ancianos, acaba de recibir una notificación de Facebook. Alguien le escribe: «¿No te vas a vestir de mamarracho en vuestro día o todavía no has salido del armario?».

El comentario se propaga en la red mientras el hombre, indefenso, pide al autor que lo borre. Pero él hace caso omiso. Es más, por privado le envía dos vídeos en los que se ridiculiza a la gente por su condición sexual. El acosado le indica que está atentando contra su integridad y contra la de sus hijos. Le avisa de que irá donde sea necesario para que elimine el comentario. «Al orgullo», le responde el autor. «Ah, pues tampoco es tan grave, yo no veo delito», le insiste, y argumenta que se acoge a su «libertad de expresión». Entonces, para humillarlo aún más, le llama ‘chique’, ‘ridículo’, ‘egocéntrico’ y lanza expresiones como ‘ja, ja, ja, qué carácter’.

La víctima le insiste: «Me has causado un daño a mí, a mis hijos y a mis padres absolutamente irreparable». Pero él rebate: «Tienes que tener más paciencia, tengo reconocido un déficit de atención. Todos y ‘todes’ sois iguales. Derechos os lo sabéis, pero obligaciones ni una».

Finalmente el autor borra el comentario en el que, también, lo había etiquetado. Lo hace, probablemente, después de que la víctima se arma de valor para decirle que acudirá a la policía y a los juzgados. Dos días después, el afectado llama a Holguín, con quien mantiene una buena amistad, y le cuenta lo sucedido. «Es odio claramente. Denuncia», le aconseja el edil. Pero él no lo hace. Y no lo hace por miedo, un miedo que desde que era pequeño le paraliza. No denuncia por temor al qué dirán, por evitar que el escarnio aumente sin que nadie lo repare.

Este ataque, como otros muchos que se silencian, no entra en la estadística oficial y queda en el olvido, una estadística que muestra cómo en 2021 los casos más graves de LGTBIfobia siguieron siendo causa de muerte en los cinco continentes, a pesar de todos los avances que ha conseguido la comunidad, especialmente en nuestro país.

Las estadísticas del Ministerio del Interior sobre delitos de odio por la orientación sexual o identidad de género señalan que estos ilícitos crecieron en España un 8,6 % entre 2018 y 2019, y todos los expertos apuntan que las redes sociales son un excelente caldo de cultivo para quienes delinquen.

Igualdad

Este martes 28 de junio se celebró el Día Internacional del Orgullo LGTBI. Se trata de una jornada reivindicativa en la que el colectivo reclama igualdad y otorga visibilidad a la diversidad sexual. Y lo hace esencialmente por el estigma que sus miembros han sufrido a lo largo de la historia.

Cáceres también se ha sumado a esta jornada y ayer vivió un momento significativo con el estreno del cortometraje ‘Stop homofobia’, dirigido por Ignacio Polo y producido por Raúl Pérez. Fue auspiciado en 2021 por la Asociación de Vecinos Cáceres El Viejo gracias a la subvención cultural de la Diputación de Cáceres y el apoyo especial de la Concejalía de Igualdad LGTBI.

Manuel Curiel y Marta Maestre, los dos protagonistas, son también los autores del guión. «Lo hicimos para visibilizar lo que está pasando en el colectivo», narra Manuel con los nervios propios y previos a un estreno.

Él es el ejemplo de que se puede amar sin miedo. Natural de Castañar de Ibor, cuando tenía 19 años se sentó con sus padres y les dijo que tenía novio. «Lo hablamos con naturalidad, tan normal como si les hubiera dicho que tenía novia. ¿Por qué contarlo de una manera diferente, solo por querer a una persona de tu mismo sexo?», se pregunta.

Asegura que durante este viaje no ha sufrido puesto que tanto su familia como sus amigos han estado siempre a su lado. Eso sí, admite que «no es sencillo salir del armario en un pueblo», que fue «duro», pero que gracias a la gente que le rodeaba todo le fue «más fácil».

Manuel adquiere mayor fuerza a medida que avanza en sus razonamientos: «Siempre piensas en el qué dirán, pero debes pensar en ti, sin importarte lo que digan los demás. Sin decir nada, la gente sabe lo que soy y lo que soy es lo que me hace más valioso».

El joven trabaja en una empresa de telefonía, aunque siempre le ha gustado la interpretación (llegó a ser semifinalista en un concurso nacional de televisión). Fue eso lo que le empujó a formar parte de este proyecto y dar vida al protagonista de ‘Stop homofobia’, donde encarna el calvario que sufre un hombre cuando invita a su círculo de amigos más cercano a su boda con otro hombre. La reacción es brutal. «Ser maricón tendría que ser delito. ¡Con un tío!», le increpan llevándose las manos a la cabeza.

Entonces viene la culpa. «¿Por qué todas las historias tienen que ser de príncipes y de princesas, por qué habré querido jugar con muñecas y no con muñecos?», se pregunta el protagonista, que llega a autolesionarse y que baraja el suicidio como única salida a su desdicha.

«La gente que no tiene el apoyo de los demás puede acabar con su vida. El protagonista vive un proceso muy difícil, a la mínima lo rechazan», asevera Manuel. Para él, confesar su homosexualidad es «estar presentando a la gente tus sentimientos, que están a flor de piel. Por eso, antes de salir reflexionas mucho. Todo está en nuestra mente y la mente a veces te juega malas pasadas».

Sin embargo, Manuel y su alter ego convergen en el camino. El joven del corto termina siendo aceptando por sus amigos y celebrando su boda. Manuel y su novio se han comprado un piso y ya piensan en casarse. Final feliz que puede hacerse realidad, más allá del odio y de la humillación en directo o en diferido que ataca al colectivo. Hay esperanza, pese a los que pregonan que salir del armario es solo cosa de mamarrachos.