Sergio Alegre Pavón (Cáceres, 1994) cursó el máster de Sommelier que oferta la Escuela Europea del Vino en el Hotel Don Manuel de la capital cacereña. Su pasión por la hostelería y la gastronomía, tras trabajar en diferentes bares de la región y su continua formación en este sector, le han llevado a ser metre o jefe de comedor del restaurante La Casa del Sol. Un establecimiento situado en un sitio envidiable que brinda a su clientela una carta sabrosa, franca con toques de vanguardia y luminosa. Igualmente posee una maravillosa terraza con vistas a la parte antigua. «Llevo aquí casi tres años. Vivo y disfruto mucho con mi trabajo. Me encanta la relación con la gente. Y me interesa que el cliente se vaya contento, no me preocupa tanto venderle la carta, sino que se encuentre a gusto», señala con gran entusiasmo este joven que apuesta por vivir en su ciudad, el lugar que le vio nacer y crecer

Lleva muy adentro el oficio. «Entiendo la hostelería y la restauración como una profesión que requiere aprendizaje, experiencia y el cuidado absoluto del detalle», asegura. Además, recuerda que «congenié rápido desde el primer momento que llegué a La Casa del Sol. Somos una gran familia (12-14 trabajadores) y este negocio es nuestra casa. La verdad es que es muy bonito lo que hemos construido toda la plantilla».

Establecimiento de referencia para los cacereños, pero también para turistas. «Vienen personas de muchos sitios. Los comensales disfrutan de la mejor comida y de la mejor experiencia. Siempre con productos de la tierra, aprovechando su temporalidad», dice.

Sergio Alegre Pavón es también cortador de jamón. EL PERIÓDICO

Otro de sus dones es el de cortar el jamón. Parece el miembro de un cuarteto de cuerda tocando un violín, pero los cuchillos afilados le delatan. El filo se desliza por la carne con delicadeza. Las sinfonías que interpretan suenan a gloria, pero no entran por el oído, sino que se saborean con el paladar. Cortar este manjar a mano es un arte para el que se requiere destreza, entrenamiento y experiencia. «Mi padre es un experto y me ha enseñado la técnica con un corte vistoso, fino y jugoso. Teniendo en cuenta además factores como el emplatado o el máximo aprovechamiento de la pieza», explica.

No todo es trabajar. Se declara amante del flamenco y le gusta canturrear, aunque Sergio Alegre Pavón dedica la mayoría de su tiempo libre a bailar con su chica salsa, bachata y kizomba. «El baile me hace muy feliz», apunta. Su pasión por el cante hondo empezó de niño. «Mi afición por el flamenco viene desde pequeñito gracias a mi abuelo Juan. Él es un pedazo de artista, canta genial. Me pasaba horas escuchándolo. Con 18 años me regalaron una guitarra y aprendí a tocarla. También he actuado en público con mi prima Tamara y eventos familiares. A día de hoy lo tengo como un hobby que me relaja mucho», indica a El Periódico Extremadura este sol de la gastronomía y el arte