La inflación no se va de vacaciones. Un mes más, el encarecimiento generalizado de la vida no da tregua a las billeteras de los cacereños. Y como ya tiene habituados a los consumidores, el dato del mes de julio trajo debajo del brazo un nuevo máximo histórico y todo apunta a que agosto y septiembre serán igual o peor. Los hitos se acumulan y desde hace ya unos meses el índice de precios de consumo (IPC) acostumbra a pulverizar sus propios récords. Según los números publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) —que ofreció las cifras definitivas referentes a este julio a mediados del mes de agosto—, el IPC se disparó en plena época estival hasta alcanzar el 10,8 %, afianzándose así en el terreno de los dos dígitos y marcando uno de sus niveles más altos de la serie histórica. En esta ocasión, en concreto no se veía una cifra similar en España desde septiembre de 1984. Casi cuarenta años atrás.

El precio de la electricidad, la subida de los carburantes, la cesta de la compra, los alquileres... Ni los ciudadanos ni las empresas locales son ajenas a este aumento, que condiciona cualquier tipo de compra, venta y capacidad adquisitiva que pudieran tener antes de esta subida. El covid-19, la guerra en Ucrania o incluso el Brexit han cambiado por completo la forma en la que las compañías negociaban con sus proveedores. Los empresarios de Cáceres no se libran, pero todas entonan un mismo manifiesto: «Lo que tratamos de evitar es que las subidas que nos han hecho a nosotros acaben repercutiendo en los clientes, pero a veces es imposible», señalan.

El incremento de los precios en julio, aunque se ha producido de forma generalizada, ha sido más destacado en los alimentos y bebidas no alcohólicas y en la electricidad, aunque también ha influido que el precio de la ropa y el calzado ha bajado menos que en el mismo mes del año pasado porque las rebajas han sido más leves. Por el contrario, el precio de los carburantes -diésel y gasolina- sí ha bajado en julio en términos interanuales, impulsado entre otras cosas por el descuento de 20 céntimos por litro aprobado por el Ejecutivo, lo que ha aliviado un poco el gasto de este verano. El Periódico Extremadura ha hablado con algunos cacereños para que expliquen su situación.

«Hay un frenazo en el ritmo de crecimiento de la construcción»

Alfonso Pereira. CarlaGraw

El mercado está roto. La guerra en Ucrania y la crisis de los microchips han desatado una onda expansiva que ya ha comenzado a percutir en los pilares que sostienen el tejido productivo cacereño. Algunos sectores llevan sufriendo desde hace un tiempo este drama, como el de la construcción. Aunque ya arrastraban problemas en el último año, por las dificultades de conseguir materiales y los desorbitados precios de los mismos. «Notamos un frenazo en el ritmo de crecimiento», indica el ingeniero de edificación y responsable de la empresa cacereña Práctico S.L., Alfonso Pereira. Esto puede deberse a varias causas: «El encarecimiento de la energía y los combustibles, la carestía de materias primas básicas para nuestro gremio y la falta de mano de obra cualificada, así como los problemas de logística y transporte, están provocando un inevitable parón de la actividad constructiva y de la rehabilitación de viviendas en muchos proyectos».

Hasta hace poco, un presupuesto de obra no duraba más de un mes, pero es que actualmente es imposible cerrar un precio entre empresas de la construcción y proveedores de materiales: «Ya no nos dan un presupuesto fijo. No podemos cerrarlos porque no saben si mañana se van a multiplicar por tres, por cuatro o por cinco los costes. Esto dificulta el cumplimiento de contratos, precios más altos y pérdidas económicas para nuestro gremio», esclarece.

Fábricas siderúrgicas, factorías donde tratan el níquel o el aluminio, o dedicadas a la elaboración de ladrillos, cerámica o los aglomerados de madera, que tanto se utilizan en las obras, han tenido que reducir la actividad, cuando no parar directamente, para evitar producir más gastos. «La situación internacional nos hace ser cautos sobre el futuro inmediato del sector. Miramos hacia Ucrania, un conflicto de imprevisibles consecuencias que amenaza con prolongarse en el tiempo», concluye.

«El precio de la sandía registra una subida que es imparable»

Juan Pedro Rodríguez. CarlaGraw

La alimentación es, sin duda, uno de los sectores que más ha sufrido en los últimos tiempos. Primero, por la pandemia, que recortó la venta a establecimientos de hostelería. Luego, por la guerra de Ucrania, que encareció las materias primas, la huelga de transportistas, que vació sus estantes y hundió sus beneficios. Y, finalmente, por la ola de calor. De eso sabe bastante el gerente de la Frutería Moctezuma, Juan Pedro Rodríguez, que tiene su tienda en la avenida Isabel de Moctezuma.

Él es uno de los empresarios cacereños que trata que las subidas que los proveedores les hacen a ellos no repercutan en sus clientes, pero a veces se hace imposible. «Las frutas de temporada como los melones, la paraguaya y las sandías registran una subida imparable. De hecho, esta última sigue por las nubes, costando el kilo 1,10 euros, el año pasado estaba a 0,60 euros», lamenta.

Si bien en meses anteriores el precio de la electricidad fue el artífice del encarecimiento de la cesta de la compra, ahora Juan Pedro opina que los combustibles y la escasez de frutas por las altas temperaturas son las principales causas de esta inédita alza. En su negocio, no están dispuestos a cambiar unos productos encarecidos por otros más baratos, ya que «eso afectaría a la calidad del género de lo que vendemos», característica que «nos diferencia de los supermercados y grandes superficies» y a la que no quieren renunciar. Trato personalizado y alimentos de Champions League. Son algunas de las características de dicho negocio. 

«El botellín lo vendíamos por 1,30 euros y ahora está a 1,60»

Javier Cardenal. CarlaGraw

Javier Cardenal, propietario del Bar La Vieja Dehesa, localizado en la calle Amberes, ha notado que este verano va «menos gente al local porque hemos tenido que subir los precios para hacer frente a la inflación. Además hemos tenido que reducir plantilla. Está todo muy caro. El botellín de cerveza antes lo vendíamos por 1,30 euros y ahora 1,60. Influye el coste de la luz, la materia prima y el transporte. Todo es una locura. Como la situación no cambie, nos va a perjudicar bastante», señala este joven.

Él apostilla que «a los clientes también les suben el precio de la factura de la luz y de la gasolina», por lo que dejan de acudir a la hostelería. «La inflación nos ahoga. Menos beneficios, más gastos y menos clientes», expresa el dueño del negocio.

Un establecimiento que destila amabilidad a raudales y dispone de una inmensa diversidad de aperitivos, raciones y estupendos desayunos. Asimismo, aquí si se cantan bien los goles de tu equipo favorito (Real Madrid, Barcelona, Atleti, Betis,...). «Llevábamos sin tocar los precios mucho tiempo, pero no nos quedaba más remedio. A nosotros nos ha subido todo: la distribución, los proveedores... El aire acondicionado debe estar conectado continuamente al igual que ocurre con el resto de máquinas, para que los parroquianos puedan estar cómodamente y los productos se mantengan en las condiciones más óptimas posibles y no acaben estropeándose», dice. En las calles, los clientes aseguran haber notado subidas de «céntimos» en productos como cafés, vinos o los refrescos

«Los precios son disparatados y los estudiantes lo notamos»

Gonzalo Barrera. CarlaGraw

Los gastos son una «auténtica pasada» y más si eres un estudiante independizado en Madrid, así lo describe Gonzalo Barrera: «Madrid ya es una ciudad cara de por sí, pero si encima los precios suben…». Las compras semanales se volvieron toda una aventura en los últimos meses del curso pasado para este alumno de Medicina en la Universidad Autónoma. «Lo que más noté es la subida de precios. La compra normal de la semana era más cara, la misma que hice siempre. Cada día te encontrabas un precio diferente», señala.

 ‘Gon’, como lo conocen todos sus amigos y compañeros, reconoce que el aumento del precio de la vida comenzó «hace ya tiempo. La luz y el gas llevan meses por las nubes, aunque la gasolina es el golpe final. Además, las cervezas y las copas también han subido en algunos establecimientos de la capital española». En cuanto a las medidas que llevó a cabo para apretarse el cinturón, este joven cacereño resalta que «vigilaba mucho los productos que metía en la cesta de la compra, controlar bien las luces por casa, suprimir algún plan de ocio con los coleguillas...».

En lo relativo al alquiler de su antigua vivienda en la calle de Diego de León asegura estar «asustado porque el casero ha subido la mensualidad 100 euros al mes. Rescindí el contrato con él porque en septiembre me voy de SICUE a Sevilla para cursar quinto de carrera. De no ser así me hubiera buscado otro hogar».