Tapear quizá sea una de las tradiciones extremeñas más extendidas. En Cáceres es complicado encontrar un local que no acompañe la consumición con algún pinchito. Además, la ciudad cuenta con una gastronomía envidiable. Por eso, no es de extrañar que una de las preguntas más habituales en un bar sea: ¿Qué tiene de aperitivo? A la hora de probarlos, tan importante es el ambiente como la comida.

Pero, ¿sabes cuáles son los mejores lugares de la capital? Sin duda alguna, son un reclamo exquisito para los clientes, de ahí a que los establecimientos apuesten por ofrecer sabrosos manjares sin que suponga un coste añadido. Y es que, como de cualquier paraíso, la gente se quiere llevar tesoros que les transporte a ese lugar con solo verlo, tocarlo, oírlo o comerlo. Y en este caso, Cáceres, es el paraíso de los pinchos. De la tortilla y los callos a la morcilla de Arroyo de Luz o los pescaditos fritos. Más allá de estos clásicos, que también, hay de todo: magro con tomate, orejas, rabo de cerdo, choricillos, morros, mollejas, torreznos, chocos, patas de calamares, gambas, arroz con higadito de pollo o con secreto, fideuá, ensaladilla rusa, mejillones rellenos, embutidos, frutos secos, palomitas...

Uno de los aperitivos que ofrecen en La Sonata, situado en la calle Gredos, del barrio del Vivero. CarlaGraw

El concepto de los pinchos posee sus prolegómenos en otros momentos de la historia y solo hay que bucear en las costumbres gastronómicas de las élites del Imperio Romano para encontrar ejemplos de entremeses variados, a veces picantes y acompañados de vinos aromatizados, para estimular el apetito antes de los grandes banquetes que nos han relatado con más o menos detalle los escritores en sus trabajos y estudios.

Confiesa. Tú también eres como los romanos y tienes en cuenta el pinchito a la hora de apostar por un bar u otro para tomar una caña, vino o refresco. Las patatitas y las aceitunas ya nos saben a poco, y ahora casi exigimos salir comidos del aperitivo. El Periódico se va de tapas, volviendo a una de nuestras costumbres culinarias. Te mostramos algunas de ellas. 

Las Cancelas, un clásico: Ven, que no te lo cuenten

Bar Las Cancelas. CarlaGraw

Que no te lo cuenten. Con la hora de los vinos del mediodía y el momento de las cervecitas de después de trabajar —el orden de estos factores puede alterarse con total libertad— Las Cancelas, ubicado en la plaza de Italia, se convierte en un ir venir de bandejas llenas de pinchos que sientan de maravilla con cada sorbo de la consumición. «Es algo que hacemos desde que abrió el bar en 1967. Las bebidas no sientan igual con el estómago vacío y la gente sale comida de aquí. ¿A quién no le gusta disfrutar de un pequeño bocado con el pincho?», señala Francisco Vázquez, que junto a sus hermanos dirige esta taberna familiar tan emblemática.

A las mesas no solo llegan cantidad, sino también variedad de pinchos. Un sábado cualquiera, por ejemplo, con la primera bebida que se pide bien pueden caer unos callos, alitas de pollo o albóndigas y unas patatas. Si se suma una segunda, es fácil que esta llegue a la mesa acompañada de pescado frito o gambas. ¿Tercer tubo? Pues ensaladilla y algo de embutido. Con armónica cadencia y sin repetir, para que el parroquiano no se aburra. Destaca la casquería. Elaboraciones deliciosas y de concurso, que proporcionan a la clientela una feliz tregua con el presente. La magia de la sencillez.

Las Cancelas sigue haciendo felices a los cacereños y ofreciendo una selección de creaciones en miniatura que son una rica fiesta. 

Lisboa, como si estuvieras en el Cívitas Metropolitano

Bar Lisboa. CarlaGraw

Quien ha pasado alguna vez por la barra o las mesas del Bar Lisboa (peña del Atlético de Madrid), situado en la Ronda de la Pizarra, sabe que allí se alimenta el alma, pero también el estómago. El negocio que regenta Julio Miguel Antunes, se sale de lo normal.

La oferta puede variar, pero la panceta con un trozo de pan, siempre sale, con independencia de que se pida un vino, un refresco o una caña. El catálogo de aperitivos crece todavía más. A la panceta se suma morcilla de Arroyo de la Luz, callos, rabo de cerdo, salchichas, magro, prueba o churrasco de pollo, que se complementa con otros bocados según el día, como paella, mollejas, orejas, palomitas, frutos secos o torreznos. «La gente de Cáceres viene ya a tiro fijo y sabe cuáles son las tapas y raciones clásicas, y la de fuera, se dejan asesorar muy bien», manifiesta Miguel con gran amabilidad.

Bien saben los colchoneros que los partidos de La Liga, la Champions, Copa del Rey, ese derbi de máxima tensión... son una razón de peso para hacer piña, y peña, en el Bar Lisboa. Un establecimiento con pegada y mucho gol. En este local se sienten los colores rojiblancos. «Siempre que juega el Atleti pongo el himno y animamos como si estuviéramos dentro del Metropolitano», explica el propietario. Un lugar donde el amor por el Atlético de Madrid no pasa desapercibido. Está forrado de bufandas, escudos, fotos y recortes. 

La Sonata, de Ucrania al Cáceres del Vivero

Tapería La Sonata. CarlaGraw

Hay en La Sonata ese sabor único de lo exquisito. Muchos habrán entrado en esta tapería (asentada en el barrio de El Vivero) atraídos por una carta donde la cocina ucraniana es seña de identidad, pero también sus tapas conquistan clientes, tanto por el paladar como por su cuidada presentación.

«Abrimos hace dos años y desde entonces nuestra apuesta ha sido la calidad. La tapa es para nosotros una forma de hacer pequeños bocados de lo que es nuestra cocina. No las cobramos nunca porque creemos que son una oportunidad para que la gente conozca nuestras elaboraciones», apostilla Lubi Veehera con una amplia sonrisa, que está al frente de este proyecto hostelero.

Mollejas de pollo, morros, guiso de carne en salsa, ravioli, berenjenas rellenas con ternera y cerdo, fritura de pescado, ensaladilla ucraniana, prueba o moraga, son solo algunos de los platos que desfilan, en una versión más pequeña, por las mesas y la barra acompañando a cada bebida fría.

Y es que Lubi es una enamorada de las tapas, «tanto como clienta como hostelera. Los pinchos se improvisan día a día, dependen de la estación del año», resalta. Si acudes dos días seguidos a este local, no vaya con la intención de repetir sabores.

El arroz negro con chipirones que hay que pedir en El Tapeo

Bar El Tapeo. CarlaGraw

Llegar a El Tapeo es como abrir las puertas del paraíso. Llama la atención al paso y también dentro. Emplazado en el Residencial Sierra de Gredos (Mejostilla), van sobrados de generosidad. Pidas lo que te pidas de beber, te plantan encima de la mesa una suculenta tapa. Este bar se caracteriza por el buen ambiente y la gran cantidad de pinchos que ofrece a sus legiones de feligreses. «Aquí prima la abundancia y el cariño», afirma Pedro Suárez, dueño del negocio.

Los que están detrás de la barra lo saben, y hacen todo lo posible para conquistarnos por el paladar. Desde una degustación de arroz negro con chipirones a una ensalada de pimiento y atún o un señor aperitivo de magro con tomate. Con estas propuestas, una caña se queda corta. Otra ronda se impone. Un plato de chocos se asoma y el estómago empieza a estar a gusto. Y todo esto por el mismo precio. Así quién dice que no...

Que si las patas de calamares marca de la casa, empanada campera y hasta callos bien picantes, son solo parte del repertorio culinario que acompaña a las bebidas como detalle de la casa. «Un buen fin de semana, entre los pinchos y raciones de calamares que despachamos, podemos cocinar más de 200 kilos. Nos quedan genial», cuenta el propietario con orgullo.

El Tapeo, un sitio idóneo de la capital cacereña para pasar un rato agradable entre amigos y regresar a casa con la barriga llena. 

Vettonia, el aperitivo siempre es agradecido y generoso

Cafetería Vettonia. CarlaGraw

En el corazón de la avenida Virgen de Guadalupe se localiza uno de los locales de tapeo más concurridos de la ciudad. Su nombre es suficientemente llamativo: Cafetería Vettonia. «Nos gusta que la gente venga con la idea de que los pinchos van a ser generosos y agradecidos», indica Fidel Amado, dueño de esta casa de comidas. Bonachón, cordial y experto en buenos tratos con la clientela. Y efectivamente, quien se acerque a este céntrico establecimiento con esa idea no saldrá defraudado.

El local juega un poco a la sorpresa, siempre desde la premisa de la calidad y la abundancia. Es decir, no hay una tapa fija para cada día de la semana. Lo mismo te puedes encontrar tortilla de patatas que arroz con higadito de pollo o con secreto, o unas costillas con patatas, orejas, prueba de cerdo, magro con champiñones, morros, choricillos, fideuá, ensaladilla rusa, tomates aliñados, mejillones rellenos, embutidos, alitas... Siempre en la línea de la cocina tradicional y de producto de cercanía.

El compromiso de Fidel Amado con el aperitivo se mantiene con cada consumición. Si tomas dos cañas o tres vinos, repetirás del mismo modo pincho. Incluso si te sientas a comer o a cenar, cuando te saquen la bebida, antes de que te sirvan los platos demandados, tendrás tu correspondiente tapa. Eso sí, mal haría el comensal en quedarse con el pincho y no prestar gran atención al resto de la carta.