José Ángel Ramajo Salas recogía esta mañana las últimas cosas para cerrar definitivamente su Bar Cauria en la calle Gil Cordero. La crisis que con tanta fuerza está azotando a todos los sectores de la economía cacereña le ha hecho dar el paso definitivo. "Ha subido todo: la luz, el gas... son tantos gastos que es imposible. Estamos solos la cocinera y yo". Ramajo narra su día a día detrás de la barra: "Eso de las raciones ha pasado a mejor vida, la gente va de pincheo y es lo que hay".

El dueño muestra también su rodilla, que le falla por las varices que arrastra la pierna mientras indica que los gastos se disparan a 6.000 euros mensuales, una cantidad que no puede asumir. "No puedes subir tampoco el producto porque si digo un café a 1,50 o un tubo a 2,20, la gente me responde: 'No te preocupes que me lo voy a tomar en casa'. Y eso es lo que están haciendo porque mi mujer trabaja en Tambo y me comenta que la venta de vino y cerveza se han triplicado. La gente se va a ir retirando poco a poco de los bares. Si alguien gana 1.000 euros, solo con la hipoteca, el alquiler, el agua, la luz o el gas se le va el sueldo".

El local se alquila y José Ángel Ramajo prevé vender el mobiliario a los nuevos dueños. Ahora pagará la Seguridad Social porque le quedan dos años para jubilarse. En total han sido 12 (se cumplen en diciembre) los que ha estado al pie del cañón. Antes, este bar fue el Lido, uno de los míticos de Cáceres. Al frente del negocio estuvieron Eloy Vaquero Rey y su mujer, Francisca Castaño Álvarez. Su origen hay que buscarlo en el chalet de don Pablo Collado, padre de Pablo Collado, el oculista ya fallecido. A finales de los 60, la familia derribó el inmueble situado muy cerca de la Cruz de los Caídos, para levantar allí un bloque de pisos; uno de los bajos lo puso en alquiler. Fue entonces cuando Carlos Martínez, hijo de un constructor al que llamaban El Niño Mérida, que conducía una DKW, arrendó el local y abrió el Bar Lido, nombre inspirado en el conocido cabaret parisino. A Carlos no le fue bien con aquel negocio, que luego alquiló Nandi, jugador del Cacereño que llevaba el depósito de la Cerveza El Gavilán.

En 1970, Eloy y su cuñado Antonio Machacón se enteraron de que Nandi iba a dejar el Lido, Nandi era amigo de ellos y finalmente se hicieron con el negocio. Durante seis años lo regentaron juntos, luego Eloy se quedó definitivamente con el Lido. El Bar Lido daba muy buen café y tuvo buena clientela, los más veteranos Benito Tejada, Carlos Luengo y hasta el exalcalde Manuel Domínguez Lucero. Por él pasaron muchos camareros, aunque uno de los más conocidos fue José Vivas Romero, que se tiró en el bar 27 años. El Lido abría a las siete de la mañana y cerraba a las tres de la madrugada. Los fines de semana siempre había colas para probar sus deliciosos calamares a la plancha.

El Lido compartió Gil Cordero con otros negocios: el Almonte, Nevasa (los del butano), Telesforo Morato, Juan Rosado, el Dino´s, la Mercedes, la concesión de Citroen de Félix Sánchez, la concesión de los Acedo Vela... todo ello en un Gil Cordero emergente donde Pinilla levantó en el número 13 uno de los entonces bloques más modernos porque tenía ascensor y calefacción.

Junto al Lido hubo otros negocios de hostelería como la bodega de Pepe Mateos, que estaba frente a la iglesia de Fátima, el bar Salamanca, donde se iba a jugar la partida y que llevaba Santiago Pacheco, o el Nevada, que era de unos hermanos que vinieron de Santiago del Campo. El Nevada, que estaba donde luego estuvo La Caixa, se puso muy de moda, tenía una barra forrada con pieles de vaca y ternera y servían unas chuletas de morirse; en verano instalaba una terraza que siempre estaba muy concurrida.

El 30 de noviembre de 2010, el Lido abrió por última vez después de que su dueño se jubilara y Cáceres dijera adiós con nostalgia a otro de sus clásicos. Ahora vuelve a decir adiós de nuevo, Cauria cierra y ese pellizco de nostalgia vuelve a arañar el corazón de la ciudad.