Parece imposible pensar que algún día las monedas y los billetes puedan desaparecer, pero dicho medio de pago se tambalea entre la permanencia y la extinción. Cada vez menos personas recurren al dinero en metálico al realizar transacciones y la pandemia del coronavirus ha intensificado este hábito. Acciones tan cotidianas como comprar una barra de pan, tomarse un café o realizar una compra pequeña en el supermercado ya no requieren necesariamente llevar dinero en la cartera.

«Prácticamente pagamos todo con tarjeta y no recordamos la última vez que fuimos al cajero. Siempre llevamos efectivo por si acaso, porque hay sitios donde no aceptan otra cosa, pero lo utilizamos muy poco. Cada vez hay más aplicaciones que dividen gastos entre amigos, familiares, pareja, que después se saldan gracias a Bizum. Y todo a través del móvil. Ya no se puede decir eso de ‘no llevo suelto o ‘después te lo doy’», señalan Antonio Caldera y Miguel Ortega mientras disfrutan de una cerveza bien fresquita y un rico aperitivo en el paseo de Cánovas.

Una persona paga con una tarjeta en un bar. CarlaGraw

Con el desarrollo de las nuevas tecnologías, muchos jóvenes optan por pagar en los establecimientos cacereños con tarjetas sin contacto, que permiten agilizar las pequeñas compras sin tener que introducir la contraseña. Incluso se están extendiendo otros métodos, centrados en el móvil o reloj inteligente, lo que evita la necesidad de llevar encima la tarjeta. Cada vez es más común ver a personas que se mueven sin efectivo.

Aitor Bartolomé, de 29 años y trabajador de un supermercado, explica a El Periódico la facilidad que implican esos métodos. «Los jóvenes nos hemos acostumbrado a realizar muchísimos pagos con la tarjeta, el móvil o el reloj. Yo soy de usar más este último sistema; no me gusta llevar efectivo. Creo que gasto más cuando llevo el dinero en la cartera. Cada vez es más complicado encontrar un cajero cerca de casa. Además si pierdes el efectivo, no hay solución. Pero si pierdes tu tarjeta de crédito, cuando te des cuentas y avises al banco, el dinero que tenías seguirá ahí».

Aitor Bartolomé muestra su reloj inteligente. CarlaGraw

Este muchacho subraya que cuando está con los amigos «es más fácil que pague uno la cuenta y después hacerle un Bizum, porque al final unos tomaron postre y otros no, algunos repitieron cerveza...».

Namibia Guerra y María Carvajal utilizando la aplicación de Bizum. CarlaGraw

«Hay que modernizarse; ahora mucha gente no lleva dinero en el bolsillo, está acostumbrada a pagar con tarjeta. Y cuando nos dicen en alguna tienda que aquí no disponen de datáfonos o de Bizum nos quedamos sorprendidas. La tarjeta la utilizamos para ir a comprar al supermercado, pagar un café (esto se nos hacía al principio un poco raro) o para hacer compras por internet como el billete del autobús, la entrada de algún concierto...», cuentan Namibia Guerra y María Carvajal, estudiantes de Terapia Ocupacional.

Claro que para gustos, los colores. «¿Bizum? ¿Qué es el bizum? Pues yo no sé que es eso del Bizum ni quiero saberlo», asegura Isabel Zaballos a la vez que saca dinero del cajero. «Yo tengo tarjeta de crédito, y la utilizo, pero cuando se trata de una cantidad de dinero mayor. Para pagar un café, o un vino, fruta... No. Solo la uso si la cantidad es muy elevada. Para cosas cotidianas uso efectivo porque controlo más el dinero. Con la tarjeta llega un momento en que no te enteras de lo que gastas. Espero que no se pierda nunca la costumbre de pagar en metálico», apunta. Aunque reconoce que la gente joven, «tiran más de la tarjeta de crédito y los teléfonos móviles. Sigo siendo partidaria de pagar las compras con dinero en efectivo».

Isabel Zaballos sacando dinero de un cajero automático cacereño. CarlaGraw

Asimismo sostiene que para algunas personas mayores utilizar el cajero automático es una misión imposible. «Si ponen un cajero es para que lo entienda la gente que va con sus cartillas. Ya que muchos de ellos a duras penas se entienden con el teléfono y mucho menos con internet», resalta.

Dinero en efectivo. EL PERIÓDICO

Entre las personas que dependen de efectivo en la capital cacereña se encuentran mendigos, artistas callejeros y vendedores ambulantes. Los vasos, las gorras o las fundas de guitarra también notan la ausencia de billetes y monedas. Es adaptarse o morir. Los músicos de la calle o los sin techo de otras ciudades de España (Madrid, Barcelona, Sevilla...)se están pasando al Bizum para poder recaudar los donativos que siempre habían recibido en efectivo. Los camareros son otros de los perjudicados que se suman a la lista.

Y es que las nuevas tendencias de pago hacen que en Cáceres se imponga el dinero de plástico. Ahora, las transacciones electrónicas arrinconan al dinero en metálico. Tiene sus ventajas aunque lo cierto es que la tecnología ha aumentado la brecha digital entre los mayores y todavía hay quien dice que donde se ponga un billete y la atención al público en una sucursal que se quite la tarjeta.