PERSONAJES QUE CAMBIARON LA VIDA DEL PAÍS: NOMBRE NOTORIOS (Y POCO CONOCIDOS) DE CÁCERES

El cacereño con más poder de la historia

Gómez Becerra fue presidente del Gobierno, del Congreso y del Senado, último líder de las Cortes de Cádiz, esencial en la Carta Magna de 1837 y magistrado del Supremo. Su carrera no tiene igual

Retrato de Gómez Becerra por Castro y Ordoñez. Su figura se recuerda en cuadros en el Congreso, el Senado y la Asamblea de Extremadura.

Retrato de Gómez Becerra por Castro y Ordoñez. Su figura se recuerda en cuadros en el Congreso, el Senado y la Asamblea de Extremadura. / CEDIDA

Si a muchos cacereños les preguntamos por Gómez Becerra, responderán al momento que es la calle de Rosso y de la Escuela de Idiomas. Pocos saben que corresponde al nombre del cacereño más activo en la vida política española, que llegó a ser presidente del Gobierno, es más, que ocupó durante la primera mitad del siglo XIX la jefatura de los tres principales poderes del Estado: ejecutivo, legislativo y judicial. Los franceses estuvieron a punto de fusilarle en Cáceres, los absolutistas le obligaron a exiliarse a Malta y el general Narváez lo desterró. Porque Gómez Becerra fue un profundo convencido del liberalismo progresista y entregó su vida a la causa: había que tumbar el Antiguo Régimen para que la frescura de la Ilustración, sus derechos y libertades, barrieran los viejos lastres que anclaban todavía al país. 

Resulta sorprendente que no exista ningún libro dedicado en exclusiva a profundizar en este personaje, que fue Ministro de Gracia y Justicia en 1835, diputado en Cortés por Cáceres, magistrado del Tribunal Supremo, presidente de las Cortes Constituyentes en 1836, presidente del Senado en 1842 o presidente del Consejo de Ministros en 1843. En su ardor estuvo rodeado de otros liberales extremeños claves para la proyección política e histórica de España, que entonces sí se hacían oír con voz propia. 

Gómez Becerra. Retrato pintado por Ignacio Suárez Llanos en 1869. Congreso de los Diputados.

Gómez Becerra. Retrato pintado por Ignacio Suárez Llanos en 1869. Congreso de los Diputados. / CEDIDA

A ellos está dedicada la colección ‘Reflexiones Liberales III’, publicada por los historiadores José Luis Pérez Mena y José Antonio Ramos Rubio, quienes tras sucesivas investigaciones en distintos archivos y entidades del país, ya han publicado tres libros sobre las figuras de Diego Muñoz Torrero, José María Calatrava y Juan Muñoz Chaves, y estos días sacan a la luz la obra sobre Gómez Becerra, el cacereño con más poder político de la historia.

«Hemos querido mostrar su influjo en tres aspectos: su profesión como jurista, su vocación como político y su formación humanística, porque nos dejó una fértil producción bibliográfica», subrayan los autores. Reconocen que su figura tiene un atractivo especial porque nunca se arrugaba: «Se convirtió en el más activo parlamentario y asumió la presidencia durante una época muy complicada para los intereses políticos de España, fiel a su ideología liberal exaltada, participando en numerosas comisiones relacionadas con los códigos penal y militar, división del territorio y el gobierno de las provincias».

Tampoco es que Gómez Becerra fuera un defensor popular de las libertades surgido del arrabal cacereño. Creció en una familia de juristas, y se complicó la vida por sus ideales hasta un punto que quizás no necesitaba, pero que sentía. Nació el 26 de diciembre de 1771. Era hijo de Pedro Joaquín Gómez, procurador de número de la villa y de la Audiencia de Extremadura, y de Teresa de Jesús Becerra Figueredo. Su abuelo, notario de vicarías, lo sacó de pilas en San Juan. Tuvo varias hermanas, entre ellas Manuela, a la que siempre permaneció muy unido. 

Empuje a una ciudad mortecina

Estaba aquella sociedad cacereña «envuelta en conflictos y crisis», y los políticos liberales comenzaron a preocuparse por «fomentar la agricultura, la actividad individual y el espíritu de empresa», explican los historiadores. Y es que la creación de la Real Audiencia de Extremadura por Carlos IV en 1791, supuso la llegada a una pequeña ciudad conservadora «de un grupo de ilustrados que dinamizaron la mortecina vida cultural, social y política con propuestas de reformas». 

En este ambiente creció Gómez Becerra, que a los 18 años se marchó a Salamanca a cursar leyes. Obtuvo el grado de bachiller y licenciado, y aprobó una oposición a una cátedra de Prima de Leyes. Las familias Ulloa Vasconcelos y Ulloa Carvajal le sufragaron los estudios. Tras licenciarse pasó a practicar la abogacía en Cáceres e ingresó en el Colegio de Abogados (1792). Destacó rápido en la ciudad «por sus buenas defensas, su elocuencia y honradez, unidas a un trato franco y amable», recogen Pérez Mena y Ramos Rubio. Pronto formó parte de la Real Audiencia de Extremadura.

Primer periódico de Cáceres

En 1798 contrajo matrimonio en San Juan con María Juana Garrido Pedrera, hija de comerciantes de la calle Pintores. Vivían en la calle Sancti Spíritu, en un hogar viejo y grande construido por los frailes de Santo Domingo como enfermería. «En el piso bajo, Gómez Becerra estableció La Suscripción, sociedad de la que salió el primer periódico de la ciudad: ‘La Asociación de Cáceres’. Lo elaboraba manualmente en su casa (la primera imprenta no se abrió en Cáceres hasta 1820 en Santo Domingo) y lo exponía en una tienda de General Ezponda. Defendía el constitucionalismo, combatía la corrupción y criticaba a obispos, capitanes generales y políticos. También recogía noticias locales.

Gómez Becerra tenía más que muchos pero sus inquietudes no le daban sosiego. La invasión de tierras extremeñas por Napoleón entre 1808 y 1809 le hizo tomar parte activa en la defensa de Cáceres. Él no se dejaba engañar por la creencia asumida entre los soldados franceses de que representaban la libertad. Él sabía que no se podía salir del Absolutismo con una invasión. Fue además jefe de la Junta Local (se organizaba frente al enemigo). El comandante Thuró ordenó su ejecución en la plaza en 1810, si bien días después rectificó la pena. 

José Antonio Ramos Rubio y José Luis Pérez Mena forman un prolífico equipo de investigación desde hace cuatro años. Su línea de estudio y divulgación se basa en dar a conocer a alguno de los personajes ilustres extremeños que han destacado por su trayectoria humana y profesional en el ámbito jurídico y con marcada proyección histórica.

José Antonio Ramos Rubio y José Luis Pérez Mena forman un prolífico equipo de investigación desde hace cuatro años. Su línea de estudio y divulgación se basa en dar a conocer a alguno de los personajes ilustres extremeños que han destacado por su trayectoria humana y profesional en el ámbito jurídico y con marcada proyección histórica. / CEDIDA

«El Ayuntamiento de Cáceres alabó su entrega generosa y solicitó su nombramiento como corregidor, que se hizo efectivo en 1810», precisan los historiadores. En 1812 también fue nombrado Juez de Primera Instancia y comenzó a presidir la Sociedad Patriótica de Cáceres, un movimiento impulsado por los liberales contra el Absolutismo. Acababa de aprobarse la primera Constitución en Cádiz, con la recién estrenada soberanía de un pueblo que se había organizado ante el secuestro de sus monarcas en Francia y ante la invasión napoleónica. Otro extremeño, Muñoz Torrero, defendió en la primera sesión de las Cortes de Cádiz la división de poderes.

Gómez Becerra se dedicó a difundir entre los cacereños la nueva Constitución, la Pepa. Su valía iba de boca en boca y ya en mayo de 1813 fue nombrado Jefe Político de Extremadura por la propia Regencia, un cargo  equivalente a gobernador civil. Se convirtió además en presidente de la Diputación Provincial de Extremadura y aplicó las nuevas disposiciones de las Cortes de Cádiz, hasta que tuvo que abandonar el puesto en 1814 al regresar Fernando VII a España, y con él también el Absolutismo. Muchos liberales empuñaron las armas para no dar un paso atrás en los derechos conquistados, y murieron a manos de los realistas. Gómez Becerra cesó en sus cargos y volvió a ejercer la abogacía en Cáceres. Por entonces se produjo incluso una quema de ejemplares de la Constitución en la plaza Mayor y desaparecieron las reformas.

El ambiente era turbio y el letrado se mudó a Madrid con su familia a buscar mejores horizontes. Abrió un despacho jurídico que tuvo bastante pujanza, ingresó en el Colegio de Abogados de Madrid, «y entró en contacto con políticos y abogados destacados, también con el movimiento liberal que se había puesto en marcha de forma abrumadora en 1814 en Madrid, conectado mediante la prensa con las capas urbanas y campesinas para recuperar las libertades», relatan los autores. Comenzó a frecuentar tertulias con intelectuales en cafés como Santa Catalina.

En 1820, con el pronunciamiento de Riego, arrancó el Trienio Liberal, se restableció el sistema constitucional y Gómez Becerra regresó a Badajoz como Jefe Político Superior de la Provincia Extremeña y como presidente de la reinstaurada Diputación de Extremadura. La región se dividió en 1822 en las provincias de Badajoz y Cáceres, donde se establecieron cuatro escuelas de primeras letras y se fundó una universidad de segunda enseñanza. 

Por entonces, la carrera de este abogado se disparó. Ese mismo año fue elegido diputado a Cortes y llegó a presidirlas (tras integrar diversas comisiones). «Sostuvo con firmeza y carácter la permanencia del gobierno y de las ideas liberales. Todos sus compañeros coincidieron en que representaba arrojo y decisión. Siempre demostró decoro y honradez en la arena política», destaca los autores del libro.

El gran revés

Pero en 1823, los Cien Mil Hijos de San Luis invadieron España para reinstalar a Fernando VII como rey absoluto. En Cádiz se celebró la última sesión de las Cortes y de allí partió hacia Malta Gómez Becerra (su último presidente) tras ser declarado ‘traidor’ y señalado a muerte. Estuvo 7 años en una casa de campo de la isla, donde escribió obras como ‘La Cemogia’ o ‘Constitución de un pueblo’. Luego sobrevivió en Francia con los 40 duros mensuales que le concedió el gobierno galo como último líder de las Cortes españolas.

Al morir Fernando VII, regresó a Madrid acogiéndose a la amnistía de 1833 concedida por la regente María Cristina. En 1834 fue designado fiscal de la Real Audiencia de Madrid. Sus meritorios discursos le llevaron a ser ministro de Gracia y Justicia en 1835, cargo desde el que se propuso sacar a los tribunales del letargo que los envolvía. 

Sin embargo, en esa época suscribió medidas muy polémicas por las que Gómez Becerra también ha pasado a la historia: firmó la supresión de los conventos y monasterios con menos de doce religiosos, la apropiación de bienes de la Iglesia, y nada menos que la disolución de los Jesuitas. Hubo revueltas que se saldaron con el asesinato de clérigos y la quema de conventos.

Decisivo en la carta magna

Renunció a la cartera en 1836 pero desde ese momento no paró de encadenar cargos cada vez más importantes: fue nombrado magistrado del Tribunal Supremo y ocupó la presidencia del Congreso español como diputado por Cáceres. Su participación en las Cortes Constituyentes que darían lugar a la Carta Magna de 1837 fue determinante: obligaba al rey a compartir la soberanía con la nación.

Ejerció otra vez como senador por Badajoz y diputado por Cáceres entre 1837 y 1839. Incluso colaboró en la caída de la regente María Cristina dando su pleno apoyo a la regencia de Espartero.

En 1840 fue nuevamente nombrado ministro de Gracia y Justicia, luego senador por Toledo y tres veces presidente del Senado. En 1943 relevó a Joaquín María López en la presidencia del Gobierno. «Era estimado por los liberales, respetado por los progresistas y apreciado por los imparciales», resumen los historiadores.

Cuando la regencia de Espartero cayó, fue acusado de conspirador contra el gobierno de Narváez y a sus 75 años se le desterró a Cuenca. Aún no paró su increíble carrera. En 1847, la ya reina Isabel II le nombró senador vitalicio. Murió en 1855 en su hogar del barrio de Palacio (Madrid). Tenía 84 años y no quería excesiva pompa en su sepelio, pero políticos y periodistas le dedicaron sus mejores palabras. Fue enterrado en el desaparecido cementerio de La Patriarcal, hoy cubierto por bloques de viviendas.

Un año después, el entonces gobernador civil propuso al Ayuntamiento de Cáceres que pusiera el nombre de Gómez Becerra a la calle «en la que vio la primera luz». Las amenazas y persecuciones nunca habían logrado intimidarle en sus ideas. Y siempre lo hizo, según Pérez Mena y Ramos Rubio, «porque estaba convencido de que su vida política no tenía otra mira que el bien y la prosperidad del país». 

Otros ilustrados

Por tanto, Gómez Becerra formó parte de un plantel de intelectuales liberales nacidos en Extremadura que brillaron en las más altas instancias de la política española para ayudar al principal cambio de este país: la caída del Antiguo Régimen y la llegada de los derechos de la Revolución Francesa. En la colección ‘Reflexiones Liberales’, José Antonio Ramos Rubio y José Luis Pérez Mena tratan de hacer justicia a Gómez Becerra, pero también a otras figura de esta época no siempre reconocidas.

Por ello, ya han publicado tres obras (Tau Editores) sobre Diego Muñoz Torrero (Cabeza del Buey, 1761), sacerdote y rector en Salamanca, que emprendió una gran revolución en la enseñanza. Acudió como diputado por Extremadura a las Cortes de Cádiz en 1810. Fue el primero en intervenir y planteó los principales derechos constitucionales.

El segundo libro versa sobre José María Calatrava (Mérida, 1781), jurista de renombre en los círculos liberales y diputado en las Cortes de Cádiz por Extremadura. Ejerció como presidente del Gobierno con Mª Cristina, ministro de Gracia y Justicia y presidente del Tribunal Supremo.

El tercero recorre la trayectoria de Juan Muñoz Chaves (Bienvenida, 1855), exponente en Cáceres del liberalismo, llamado aquí ‘chavismo’. Este abogado destacó en sus debates en Madrid frente a Silvela, Maura o Salmerón. Ocupó cargos en el Gobierno y ejerció como senador y presidente de la Diputación de Cáceres.

OTRO ILUTRES DE GRAN PESO EN EL PASADO DE CÁCERES

  • Cayo Norbano / FUNDADOR DE NORBA CAESARINA

  • Sancho de Paredes Golfín / CAMARERO DE LOS REYES CATÓLICOS

  • García de Galarza / OBISPO - CONSEJERO DE FELIPE II

  • José de Carvajal y Lancaster / ESTADÍSTA Y DIPLOMÁTICO

  • Antonio Hurtado / ESCRITOR Y POLÍTICO

  • Diego María Crehuet / ABOGADO Y DIVULGADOR HISTÓRICO

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