Un balneario se mueve casi exclusivamente «a golpe de kilovatios». Hay que conservar piscinas, saunas o jacuzzis a su debida temperatura. Hay que mantener climatizadas todas las zonas húmedas y los recintos donde los usuarios apenas van con ropa de baño. Pero además, los hoteles vinculados necesitan ofrecer una comodidad ambiental, buenos menús, bebidas a demanda. Están asimismo considerados como centros sanitarios por la Junta de Extremadura,con todo lo que ello conlleva. Se mire por donde se mite, los balnearios han recibido el impacto de la inflación a modo de tsunami, una fuerte subida de costes que ha afectado a prácticamente todas sus áreas de actividad, y que contrasta con el «ridículo» incremento del 0,9% en la tarifa del Programa de Termalismo del Imserso. Por ello, aunque han logrado un alza importante de clientes durante 2022 tras los graves perjuicios de la pandemia (entonces no eran el lugar más adecuado para congregar multitudes), «al final ha quedado lo comido por lo servido».
Así lo explica Carlos Yubero, presidente de la Asociación Extremeña de Balnearios, un selecto grupo de seis recintos que poseen aguas mineromedicinales certificadas y que generan el 17% de las pernoctaciones de toda la región (300.000 anuales). No son simples spa. Sus aguas están protegidas y declaradas de utilidad pública por un equilibrio natural que no puede alterarse. Tres de ellos están en la provincia cacereña y atraen público de todo el país por su ubicación en parajes excepcionales del Jerte y el Ambroz: Baños de Montemayor, El Salugral (Hervás) y Hotel Balneario Valle del Jerte (Valdastillas). Todos confirman que 2022 ha supuesto un espaldarazo tras la pandemia por el aumento de clientes, en algunos casos por encima incluso de 2019, pero los fuertes costes han absorbido esos incrementos y han dejado la rentabilidad por los suelos. De hecho, les preocupa la tendencia.
«Además del balneario en sí, tenemos un hotel de 77 habitaciones, 4 restaurantes, un salón de banquetes de gran capacidad... Por tanto la subida de la electricidad nos ha afectado, pero no solo eso: el pescado se ha encarecido un 30%, la carne un 25%...», describe el director del Hotel Balneario Valle del Jerte, Juan Piñeiro. En su caso, las buenas cifras de público, unidas a su potencial en la organización de eventos, le permiten despejar el horizonte, eso sí, con esfuerzo.
De hecho, este recinto no ha cerrado un solo año. Durante 2020 y 2021 abrió «todo el tiempo que nos permitían las autoridades», con varapalos como la cancelación de 600 reservas tres días antes de la Semana Santa de 2021 al prohibirse la llegada a Extremadura de viajeros de otras comunidades. «Luego, en verano de 2021, hubo una explosión de gente con ganas de salir y en 2022 hemos funcionando relativamente bien, la gente quería viajar. Habría sido un año muy bueno si no fuera por el alza de precios de todo tipo», detalla Juan Piñeiro desde el Jerte.
En Baños de Montemayor, un recinto con casi dos mil años de historia, cuyas aguas ya supieron apreciar los romanos, comparten la misma experiencia. «Tenemos un sentimiento agridulce porque 2022 empezó tímido y se fue recuperando hasta cerrar con una buena afluencia. Sin embargo, la bajada de la rentabilidad se ha notado mucho, los costes se han disparado», subraya Elisa Cruz, directora.
En su caso vieron oportuno reabrir en junio de 2021 con un programa alternativo al del Imserso, que incluía pensión completa y tratamientos a precio de mercado. Fue bien acogido y permitió sacar a su plantilla del ERTE. En 2022, el ministerio retomó el Programa de Termalismo del Imserso «y aunque costó arrancar, se recuperó totalmente tras el verano». Además ha sido un año «bastante bueno en la afluencia de distintos tipos de público. Hemos ofrecido alternativas nuevas porque el cliente ha cambiado algunas preferencias. Pese a todo, los altos costes que asumimos no nos permiten respirar tranquilos», indica la directora.
De igual modo, en El Salugral han vivido en 2022 su primera temporada completa de normalidad y ha sido un buen ejercicio en número de usuarios. «La pandemia ha supuesto un cierto cambio en las ganas de disfrutar tras las restricciones. Hemos estado incluso un poco por encima de 2019, tanto en los beneficiarios del Programa de Termalismo del Imserso como en el público que ha reservado de forma particular», puntualiza Carlos Yubero, presidente del colectivo y también director de El Salugral. «Por tanto, la facturación debería ser superior a 2019, pero la inflación ha dejado en agua de borrajas un año que se preveía halagüeño. Se ha disparado la luz, el gas, la alimentación… Al enfrentar la cuenta de gastos a los ingresos, nos hemos quedado si margen», revela. De hecho, El Salugral ha adoptado una decisión inmediata: la instalación de más de 160 placas fotovoltaicas, otro gasto en plena vorágine de precios.
El Imserso no renta
Pero a los balnearios no solo les ha perjudicado la inflación. Existe un segundo factor con el que se muestran realmente inquietos: el Programa de Termalismo Social del Imserso. Son tarifas realmente baratas: «Unos 500 euros por persona durante 10 días de pensión completa, tratamiento termal y animación (rutas, visitas, ejercicios de memoria, psicomotricidad…)», precisan en Baños de Montemayor.
El Ministerio de Derechos Sociales paga a los balnearios por cada beneficiario una subvención que lleva congelada desde 2015 (ni siquiera se actualiza el IPC). Tras dos años de intensas negociaciones, a lo único que ha accedido el Imserso es a elevar un 0,9% la parte que ponen los mayores cuando acuden a dichos servicios (el equivalente a la revalorización de sus pensiones). «Esto apenas supone 3 euros en cada estancia de 10-12 días», calcula preocupada Elisa Cruz. «Si ya estábamos ajustando cada céntimo, la viabilidad del programa queda en el aire con esta subida tan limitada frente a la inflación», afirma Carlos Yubero.
El problema radica en que el sector depende completamente del programa del Imserso y no puede prescindir de él. Primero por el contrato suscrito (ocho de cada diez balnearios del país se adhirieron), pero sobre todo porque estos usuarios suponen entre un 70% y un 80% de las estancias totales. No es que acudan más personas mayores a los balnearios. Por ejemplo, Baños de Montemayor registró el pasado año 4.600 personas del Imserso frente a 9.467 clientes por cuenta propia. «Pero solo quienes están jubilados suelen tener tiempo para pasar 10-12 días. El resto viene de forma más puntual», aclara la directora.
Además, el propio programa del Imserso, con sus tarifas tan baratas y sus 200.000 plazas anuales, provoca lógicamente una competencia que impide que ningún mayor acuda por iniciativa propia pagando una tarifa normal (cuesta tres veces más). Por tanto, suscribirse al mismo resulta prácticamente obligatorio para los balnearios. «De modo que solo nos queda una opción: esperar que vengan numerosos beneficiarios del Imserso. Estas tarifas solo resultan asumibles si recibimos mucho volumen de público, mucho movimiento», reconoce Carlos Yubero.
«Lo lógico es que la tarifa se actualice conforme al IPC porque se trata de un contrato público. Ya no hablamos de obtener beneficios, hablamos de al menos cubrir costes. No parece correcto echar a rodar un programa, que las empresas respondan preparando la infraestructura, y ahora dejarlo latente prorrogando los precios», lamenta Elisa Cruz.
Frente a todo ello, hay que tener en cuenta que los balnearios necesitan un buen rendimiento económico para hacer frente a todos sus gastos, especialmente a los salarios. Son servicios muy personalizados (masajes, fisioterapeutas, médicos…), que unidos a las exigencias de la hostelería (cocina, limpieza, camareros…) suman plantillas considerables. «Tenemos unos 50 empleados, que en temporadas fuertes y con eventos debemos reforzar», señala el director del Hotel Balneario Valle del Jerte. «Aquí trabajamos de media unas 40 personas, de las cuales el 80% son mujeres, en un núcleo como Baños de Montemayor, de 780 habitantes», precisa Elisa Cruz.
Vida en los pueblos
Y es que el principal beneficio de los balnearios quizás sea el dinamismo que generan en sus entornos, habitualmente pequeños municipios cuyos habitantes hallan un gran motor económico y laboral en estos recintos. En Baños, por ejemplo, más de 120 personas viven directamente del termalismo, ya que el propio balneario tiene consorcios con seis hoteles y apartamentos. Se trata de la primera Villa Termal de Extremadura cuyo manantial fija población al terreno, con una mano de obra especializada en muchos casos. Todo ello sin contar los empleos indirectos en comercios o casas rurales. El Salugral también ha creado 24 empleos fijos en una población como Hervás de 3.800 habitantes.
De ahí la importancia de la nueva temporada que se abre en 2023. Los balnearios afirman recibirla «con mucha cautela». Necesitan un buen número de usuarios y no más sustos (pandemias, guerras, inflación…). Para ello cuentan con una baza cada vez más importante: mentalizar al cliente de que no hay que estar jubilado para recibir los beneficios de un balneario. Y la población comienza poco a poco a concienciarse.
Todas las edades
«Hay trabajos que generan un estrés por encima del soportable, y aquí se corrige ostensiblemente», afirma Carlos Yubero. «El termalismo cada vez gusta más a distintas edades. Atendemos a personas que vienen a tratar su estrés, su psoriasis, su piel atópica, su bloqueo del día a día», subraya Elisa Cruz. De hecho, aumenta la tendencia de quienes acuden a estas zonas como turistas y dedican uno o varios días a cuidarse algunas horas en el balneario.
Por ello, en el Valle del Jerte reconocen que actualizan continuamente sus técnicas y sus servicios para estar en vanguardia de lo que exige un establecimiento de bienestar y salud. «Hemos realizado un duro trabajo de información para romper con la vieja idea de que un spa parece muy moderno, y un balneario muy clásico. Nada más lejos de la realidad. Un balneario es mucho mejor en cualquiera de los casos, no solo por los servicios, sino por las incomparables ventajas del agua mineromedicinal», incide Juan Piñeiro. De hecho, la variedad de público resulta evidente en Valdastillas desde hace años. «Ahora lo importante es lograr la misma afluencia en 2023 que en 2022. Nosotros desde luego lo afrontamos con ganas de ofrecer la mejor atención posible», concluye.
RADIOGRAFÍA DEL SECTOR EN EXTREMADURA
- 6 recintos: Extremadura es privilegiada en balnearios. A Baños de Montemayor, El Salugral y Valle del Jerte en Cáceres, se suman las Termas de Alange, Fuentes del Trampal y El Raposo.
- 24 millones de euros: Ingresos anuales que estos recintos han generado para la economía extremeña hasta el año 2019. Luego llegó la pandemia y ahora la inflación complica los beneficios.
- 450 puestos de trabajo: Empleos directos que genera la actividad termal en la región, a los que hay que añadir numerosos indirectos (gastronomía, compras, hoteles, casas rurales...).
- 300.000 pernoctaciones: Noches que pasan los usuarios de los balnearios en los distintos alojamientos. Antes de la pandemia suponían el 17% de todas las registradas en la comunidad.
- 19 hoteles vinculados: Estos recintos de aguas termales registran 7 establecimientos hoteleros propios y 12 directamente subcontratados, pero además nutren otros alojamientos.
- 70%-80% estancias Imserso: Aunque los mayores del programa del Imserso no sean siempre los más numerosos, solo ellos suelen permanecer 10-12 días en los balnearios.