el esfuerzo de los esenciales

«Hemos limpiado mil y una calles de Cáceres»

Ricardo Hurtado y Francisco Javier Díaz trabajan para Conyser. Tras casi dos décadas de oficio, relatan su vocación de servicio público

Ricardo Hurtado, barrendero de Cabezarrubia.

Ricardo Hurtado, barrendero de Cabezarrubia. / LORENZO CORDERO

Forman parte de ese grupo de ‘los esenciales’ en el que fueron incluidos miles de trabajadores de este país que estuvieron al pie del cañón durante la pandemia. Ricardo Hurtado y Francisco Javier Díaz son ejemplo de ese esfuerzo que tan necesario hizo a su gremio durante los peores meses del coronavirus. Llevan casi dos décadas trabajando en Conyser, la empresa de limpieza encargada de tener la capital cacereña como los chorros del oro. Son dos portentos con la escoba y el recogedor. «Hemos limpiado mil y una calles de la ciudad. Para algunas personas, ser barrendero es un trabajo mal valorado, pero damos un servicio esencial para la sociedad. Estamos orgullosos de nuestro oficio y es tan digno como cualquier otro», explican ambos con la satisfacción de quien se dedica a una noble causa.

Las manos de estos dos barrenderos están curtidas en el arte de barrer cada recoveco de la zona en la que están destinados. Ricardo lo hace en Cabezarrubia, Francisco Javier en el casco histórico. Allí es donde ahora desempeñan sus labores profesionales ataviados con el uniforme (azul y naranja), carritos y vehículos.

Francisco Javier Díaz, barrendero del casco histórico.

Francisco Javier Díaz, barrendero del casco histórico. / LORENZO CORDERO

Muchos de los vecinos del entramado de calles que abrigan estos dos barrios los llaman por sus nombres. No es de extrañar, porque uno y otro son la primera persona con la que los más madrugadores se cruzan cada mañana. Presumen del buen trato que siempre han recibido de los viandantes, y huyen de los problemas: «Evitamos recriminar al incívico su conducta, aunque a veces es inevitable llamarle la atención a alguien», destacan los trabajadores, que se sienten parte clave para el buen funcionamiento de los servicios básicos.  

Los empleados de Conyser consideran que su oficio es «fantástico». A esta profesión llegaron porque les llamaba la atención. Aunque derrochan modestia, se podría decir que Hurtado y Díaz son casi unos académicos del asfalto: conocen todos los trucos para limpiar y dar brillantez a bordillos, aceras, plazas y esquinas. ¿A qué retos se enfrentan a diario? «Lo que más nos cuesta quitar son las cascaras de pipas, o los chicles del suelo...», responden. ¿Y anécdotas? «En las bolsas de basura que hay dentro de las papeleras nos hemos encontrado de todo, desde carteras, llaves, palos de la fregona o bolsas de la basura doméstica», cuentan a El Periódico Extremadura.

No creen que Cáceres sea una localidad sucia. «Aunque algunos ciudadanos podrían cuidar un poco mejor la limpieza de la vía pública». Ponen el ejemplo de los excrementos de los perros o las colillas. Y lanzan un guiño a los turistas: «Ensucian menos que la gente de aquí». Ricardo y Francisco Javier, peones de la limpieza de Conyser, son modelo de la vocación de servicio público de un oficio que también requiere de la concienciación ciudadana.