«Lo más importante es que tengo compañía; la soledad es muy mala», aseguran

Una segunda familia para los mayores en Cáceres

Anselma Morales, Luciano Sánchez y Catalina Manzano, usuarios del servicio de teleasistencia y ayuda a domicilio del ayuntamiento cacereño, reciben apoyo para la puesta a punto de sus hogares y para recados

Luciano Sánchez hablando en su casa con Montse González, la trabajadora que se ocupa de él y su mujer.

Luciano Sánchez hablando en su casa con Montse González, la trabajadora que se ocupa de él y su mujer. / LORENZO CORDERO

Anselma Morales, de 85 años, es una de las usuarias del servicio de ayuda a domicilio del Ayuntamiento de Cáceres «desde hace ya varios años, por lo menos tres o cuatro», indica. Vive con su marido, Luciano Sánchez, de 90 años, en un primer piso sin ascensor, en una casa que no tiene demasiadas facilidades para que puedan desplazarse y valerse por sí mismos. La persona que los asiste en su domicilio es Montse González, auxiliar que se encarga también de otros usuarios. Ella es quien cumple con las tareas domésticas que el matrimonio ya no puede asumir: «barrer o fregar el suelo, planchar la ropa o hacer determinados recados», manifiesta González.

Además, Montse ayuda a Luciano en cuestiones como el aseo personal, dado que padece un deterioro cognitivo. Como usuarios, aseguran que están satisfechos con el servicio que le vienen prestando durante todo este tiempo, y comentan entre risas que tienen pensado «seguir usándolo muchos años más». La clave no está solo en la ayuda para las tareas domésticas o para el aseo diario, que son esenciales y la razón de ser de la red asistencial que gestiona el IMAS, sino el simple hecho de tener a alguien en casa varios días a la semana

Anselma Morales posa en el salón de su vivienda.

Anselma Morales posa en el salón de su vivienda. / LORENZO CORDERO

Anselma y Luciano destacan como uno de los principales valores del servicio que «Montse además de ayudarnos nos hace compañía, que es algo muy importante porque la soledad es muy mala. Ella es como de la familia». Durante las horas que pasan juntos, hablan, se cuentan cosas y se ponen al día. Aunque reciben visitas de sus familiares (hijos, nietos y biznietos) y se encuentran muy apoyados por ellos, insisten en que «durante el día a día Montse nos hace muchísima compañía». Se teje así una relación de confianza que ya es uno de los puntos fundamentales de esta ayuda.

Botón de teleasistencia colgado al cuello.

Botón de teleasistencia colgado al cuello. / LORENZO CORDERO

El caso de Anselma

Anselma también es usuaria del botón de teleasistencia del Instituto Municipal de Asuntos Sociales, un dispositivo que tiene a su disposición en todo momento y que puede accionar si tienen una emergencia para la que necesiten ayuda urgente. Como ella misma detalla, «lo llevo siempre colgado del cuello y si me pasa algo solo tengo que pulsarlo y al instante me llama alguien para ayudarnos».

Hay personas que viven solas y gente que se siente sola. Hay quienes quieren vivir en solitario y quienes viven en soledad a su pesar. Hay hogares habitados por jóvenes que se están labrando un porvenir y otros donde viven personas con más pasado que futuro. Hay soledades que no hacen mella y otras que se sienten como una losa. La pirámide de población en la ciudad es muy clara: los habitantes envejecen. Por eso, el consistorio cacereño presta asistencia con una plantilla de unos 125 trabajadores a más de 500 usuarios en la localidad. Y con ello contribuye a que los mayores puedan disponer de una mejor calidad de vida sin tener que dejar sus domicilios y puedan continuar en su entorno.

Recuerdos de una vida

Catalina Manzano, de 82 años, también es usuaria del servicio de ayuda a domicilio. Recibe a este diario en su vivienda plagada de recuerdos familiares. Vive sola desde que murió su marido, Victoriano Palomino, pero bajo el cuidado de sus hijos y su cuñada. El salón de su piso es el reflejo de su vida: las fotos de sus seres queridos, cuadros con pinturas de paisajes y animales, platos de cerámica... El tiempo vuela a la vez que narra sus bonitas vivencias.

Catalina Manzano posa en el salón de su domicilio.

Catalina Manzano posa en el salón de su domicilio. / LORENZO CORDERO

A su edad necesita un apoyo en casa para el mantenimiento del hogar, «porque en la cocina ya me arreglo yo poco a poco. Me encanta el desayuno. Para mí es algo así como la primera página de un libro. Hoy he tomado leche con una magdalena y galletas», dice Manzano. «La muchacha que viene me ayuda muy bien en todo lo que necesito, pero ante todo me ofrece compañía», afirma. Necesita a alguien que la ayude a tener la casa en orden debido a que sus manos y piernas no le permiten la movilidad que le gustaría. «Apenas puedo andar. Para mí es un gran apoyo poder contar con este servicio porque sola no podría hacer casi nada».

Camina por el piso con total dominio del espacio, aunque a la hora de salir a la calle la cosa se complica. «Gracias a esta ayuda a domicilio podemos quedarnos en nuestra vivienda y así no tenemos que irnos a una residencia», concluye Manzano mientras siente que una segunda familia vela también por ella.