ERIGIÓ EN ASIA UN TEMPLO A PRUEBA DE FUEGOS Y TERREMOTOS, QUE RESISTIÓ LA DEBACLE FILIPINA DE LA II GUERRA MUNDIAL

Genaro Palacios, el ‘Eiffel’ cacereño

Este arquitecto levantó en Manila (siglo XIX) el primer edificio prefabricado del mundo, segundo de acero tras la torre Eiffel, y única iglesia de su tipo en el planeta. Luego donó las pilas filipinas de agua bendita que siguen en la Montaña

Basílica Menor de San Sebastián en Manila (Filipinas).

Basílica Menor de San Sebastián en Manila (Filipinas). / CEDIDA

Nadie es profeta en su tierra..., y menos en Cáceres. Posiblemente todo se deba a una desmemoria colectiva en una tierra humilde, donde, durante siglos, bastante se hizo con sobrevivir a las circunstancias y comer a diario. Pero lo cierto es que muchos grandes hombres han caído en el olvido, como Genaro Palacios y Guerra, arquitecto que diseñó la Basílica Menor de San Sebastián en Manila (Filipinas), finalizada en 1891, considerada el primer edificio prefabricado del mundo, primera construcción de acero de Asia (segundo del planeta después de la Torre Eiffel), y única iglesia de estas características en los cinco continentes. Hoy es Monumento Histórico Nacional y Tesoro Cultural Nacional de Filipinas.

¿Pero qué hacía este cacereño en Manila? Su historia ha sido revelada por uno de sus descendientes, Juan José Moreno Doncel, que ha narrado a este diario cómo en su familia siempre se habló del portento de Genaro Palacios y Guerra, tan cacereño que al regresar de Filipinas lo hizo con tres grandes taclobos (conchas de un molusco del Pacífico) como regalo a la Virgen de la Montaña, que más de un siglo después siguen siendo las pilas del agua bendita del santuario cacereño.

Cuenta Juan José Moreno Doncel que desde niño conoció algunos episodios de la historia de su antepasado porque se los contaba su abuela materna Petra Acedo Palacios, nacida en 1875. La madre de Petra y el padre de Genaro eran hermanos y Petra hablaba delicias de su primo mayor, que desde pequeño apuntaba maneras y tenía tal inteligencia que otra prima adinerada, cuentan que casada con el titular entonces del palacio de Godoy, le costeó una doble carrera de Ingeniería y Arquitectura en Madrid, porque Genaro procedía de una familia numerosa que no podía llegar a semejante desembolso.

Juan José Moreno Doncel, descendiente de Genaro Palacios y Guerra, junto a uno de los tres taclobos que donó hace más de un siglo y que conservan el agua bendita en el Santuario de la Montaña.

Juan José Moreno Doncel, descendiente de Genaro Palacios y Guerra, junto a uno de los tres taclobos que donó hace más de un siglo y que conservan el agua bendita en el Santuario de la Montaña. / CEDIDA

«Era el orgullo de la familia, entre los primeros de su promoción. El Gobierno lo envió a Filipinas, entonces española, para que proyectase la llegada del agua potable a la capital, Manila», relata Juan José Moreno Doncel. Durante su estancia en el país, en la década de 1880, contactó con el ingeniero cacereño un sacerdote, Esteban Martínez, párroco de San Sebastián, un templo en ruinas. Había sucumbido una y otra vez a incendios y terremotos. Su primera estructura en madera se había quemado en 1651 durante un levantamiento chino-filipino. Las estructuras posteriores, construidas con ladrillos, fueron destruidas por incendios y terremotos en 1859, 1863 y 1880.

El sacerdote le pidió un templo resistente al fuego y a los temblores, y Genaro Palacios proyectó una iglesia fabricada íntegramente en acero. Completó un diseño que fusionó el barroco con el estilo neogótico, inspirado en la famosa catedral de Burgos. Así se concibió la nueva Basílica Menor de San Sebastián, todo un ejemplo del renacimiento gótico en Filipinas.

La construcción tuvo lugar entre 1888-1891. Fue una obra titánica. Las secciones de acero prefabricadas que compondrían la iglesia se encargaron, según el historiador Ambeth Ocampo, a la ‘Societe Anonyme des Enterprises de Travaux Publiques’, en Binche (Bélgica). En total llegaron a Filipinas 52 toneladas métricas de perfiles de acero en ocho envíos marítimos. Los propios ingenieros belgas también se desplazaron para supervisar el montaje de la iglesia, cuya primera columna se levantó el 11 de septiembre de 1890.

La iglesia, en construcción entre 1888 y 1891.

La iglesia, en construcción entre 1888 y 1891. / CEDIDA

Las paredes se rellenaron con una mezcla de arena, grava y cemento. Las vidrieras se encargaron a la firma alemana ‘Heinrich Oidtmann Company’, y los artesanos locales colaboraron con los retoques finales. Así se levantó la primera y única iglesia en acero, con dos torres y bóvedas de crucería, una nave central de 12 metros hasta la cúpula, y 32 metros hasta el extremo de los chapiteles. Las columnas, las paredes y el techo fueron pintados por Lorenzo Rocha para ofrecer una falsa apariencia de mármol y jaspe.

Cinco retablos y diversas esculturas completaron la basílica, que alberga en su altar principal una imagen de Nuestra Señora del Monte Carmelo, donada por las carmelitas de Ciudad de México en 1617. La talla resistió todos los terremotos e incendios. De hecho, el templo es Santuario Nacional de Nuestra Señora del Monte Carmelo. La Orden de Agustinos Recoletos regenta hoy la iglesia y el colegio adyacente. Elevada a la categoría de basílica menor por el Papa León XIII el 24 de junio de 1890, y consagrada en 1891 por el arzobispo de Manila, fue el único edificio religioso que quedó intacto tras la destrucción de Manila en la II Guerra Mundial.

Existe además una posible historia que relaciona con esta iglesia a Gustave Eiffel, el ingeniero francés especialista en estructuras metálicas que diseñó la Torre Eiffel de París y el interior de la Estatua de la Libertad de Nueva York. El arquitecto Leoh Ming Pei dijo al visitar Manila en 1970 que el edificio tenía la impronta de Eiffel. Es cierto que los catálogos oficiales del francés hacen referencia a un posible diseño de una iglesia en Manila, pero trece años antes de que empezara la construcción de San Sebastián. Si hubo influencia de ese posible proyecto en Genero Palacios, no hay datos concretos que lo atestigüen.

Sepultado en su tierra

Lo cierto es que Genaro Palacios y Guerra acabó regresando a España con su mujer, Luisa Oraá. El Censo Español los sitúa en Zaragoza en 1899. Sin embargo, mantuvo siempre la vinculación con Cáceres, hasta tal punto que cruzó medio mundo en barco para traer los famosos taclobos a la Montaña, una labor complicada en aquellos tiempos en los que ni siquiera había vehículos de transporte, solo caballerías. Los depositó en el santuario en 1891 y su esposa regaló a la Virgen un precioso medallón filipino, según revela Juan José Moreno Doncel.

El amor a su tierra le llevó a elegir su sepultura en el cementerio de Cáceres, en el patio más antiguo, donde alguna flor ha venido recordando su presencia. Un cacereño que levantó torres de acero a 12.000 kilómetros y del que apenas nada se sabe en la ciudad, salvo la memoria de sus descendientes y la leyenda que figura en el santuario por la donación de tan bellos ornamentos. 

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