TRIBUNA

La Estila de Cáceres: sabor dulce y amargo

La Estila, toda una institución.

La Estila, toda una institución. / EL PERIÓDICO

Ramón Gómez Pesado

Ramón Gómez Pesado

Hace sólo unos días, cuando leí en la prensa que la pastelería cacereña “Horno de San Fernando” cerraba sus puertas, experimenté una sensación dulce y amarga a la vez. Las papilas gustativas me enviaban mensajes dulces, muy dulces al principio. Y ese sabor dulce me enviaba clarísimos recuerdos a mi mente de la Tía Estila, hermana de mi abuelo Joaquín Pesado Albarrán, y tía carnal de mi madre, Ana.

La veía con absoluta claridad tras el mostrador, con su gran energía y carácter, como era ella, siempre activa y dicharachera con quien se acercaba a endulzar su paladar en el “Horno de San Fernando” de la calle Moret. Comenzaron su andadura Fernando y Estila en la calle Arco de España, número 24. Desde allí, en la década de los treinta, comenzaron a endulzar la vida de los cacereños. Y, como ocurre con todos los negocios, cuesta hacerse con una clientela que te permita prosperar en cualquier tipo de actividad en la que sea el público directamente quien tenga, a través del gusto, que dar el visto bueno.Pero enseguida las delicias que elaboraban con sus manos Fernando y Estila comenzaron a tener sello propio, ni más ni menos que el sello del trabajo bien hecho con la única intención de hacer la vida más dulce a los cacereños y cacereñas desde antes de la mitad del siglo pasado. Después de varios años repartiendo dulzura desde la calle del Arco de España, se trasladó la pastelería a la calle Moret.

Aquella época coincidió con mi etapa de estudiante universitario en Cáceres y no tengo más que dulces recuerdos de aquellos días que duró mi formación universitaria. A ello contribuyó muchísimo, sin lugar a dudas, mi tía Estila, quien me recibía siempre con su dulce sonrisa, además de un bollo suizo o una exquisita bamba de crema y un enorme vaso de leche, cada vez que iba a visitarla. Siempre se refería a mí, cariñosamente, con el apelativo de “cordero”, y nunca me despidió, cuando salía del Horno, sin darme una bolsa de aquellos inolvidables caramelos de rosa.Sin duda alguna, debo reconocer que, parte de la energía que yo necesitaba como estudiante, en aquella época, para ir superando las asignaturas de la Universidad en la Facultad de Filología, me la proporcionaba mi querida Tía Estila. 

Y, aunque dejó de llamarse “Horno de San Fernando” cuando se cambió de local y se mudó a la Avenida de la Virgen de la Montaña, con el nombre de “Pastelería Estila”, nunca faltó en casa de mis padres, en el pueblo, la caja de la Tía Estila por Navidad. Ella y sus hijos, Ángel y Julián, se encargaban de aderezarla, cada año, para que nos llegara puntual el día de Nochebuena. Llena de tiernísimos pasteles de almendras, de exquisitos mazapanes diseñados con figuritas variadas, almendras blancas y pastas de piñones y garrapiñadas, dulces elaborados con cabello de ángel y diversa fruta escarchada, la convertía en el paquete más esperado por Navidad en casa.

Se abrió más tarde un nuevo local en la calle Sánchez Manzano, con el nombre de “Horno de San Fernando” y que comenzó a regentar Julián, el menor de sus hijos, mientras la “Pastelería Estila” quedó bajo la gestión de Ángel, el hermano mayor. Varios años estuvieron ambas pastelerías haciendo lo que mejor sabían hacer, elaborando exquisitas y suculentas delicias en la ciudad de Cáceres, “El Horno” incluso ampliando su negocio en cafetería, donde se podían degustar sus famosos pasteles acompañados de un refresco, té o café, y una tranquila charla.

Pero ni la “Pastelería Estila” hace unos cuantos años ya, ni ahora el “Horno de San Fernando” han podido seguir con el negocio que, durante tanto tiempo, ha formado parte muy importante en la vida de los cacereños. Desgraciadamente, a veces lo dulce se torna amargo. Es verdad que mantener un negocio así requiere de un gran esfuerzo y, sobre todo, de mucha vocación que, por diversas razones, y porque han elegido caminos diferentes, no han encontrado después los nietos de Fernando y Estila. 

Yo los seguiré recordando con mucho cariño, y como yo muchos cacereños, que, al pasear por la calle Pintores, miraremos de reojo a la calle Moret, e intentaremos, a través del cristal, ver la imagen de la Tía Estila y captar, aún hoy, los inolvidables y permanentes efluvios que emanaban de los relucientes bollos suizos y unas insuperables ensaimadas recién hechas. 

* El autor es exdirector del IES Ágora