la peluquería del pasaje de antonio hurtado, un establecimiento de la ciudad con historia

El escultor cacereño del cabello

Carlos Simón mantiene el negocio que en 1986 fundó su padre, toda una institución

Carlos Simón, en su establecimiento, situado en la galería de Antonio Hurtado.

Carlos Simón, en su establecimiento, situado en la galería de Antonio Hurtado. / LORENZO CORDERO

Hay personas que se convierten en figuras de la ciudad. Carlos Simón es uno de esos cacereños que con el paso del tiempo ha logrado hacer del negocio que fundó su padre en 1986 algo más que un lugar para cortarse el pelo y arreglarse la barba. Es un peluquero de los de siempre adaptado a las nuevas tendencias. De los que tienen amigos en lugar de clientes. Su local, situado en la galería de Antonio Hurtado, nunca falta la buena música (El Barrio, Niña Pastori...), la alegría y un trato personalizado.

La peluquería y barbería se llama Alberto por su padre, y él se adentró en el mundo de las tijeras, cuchillas y maquinillas por la vocación que le transmitió su progenitor. «Conservo clientes de mi padre, es que desde muy joven ya estaba yo aquí aprendiendo. Después me formé en Madrid durante nueve años y estuve trabajando en la peluquería más antigua de la capital española», indica este profesional que se declara apasionado con su oficio.

Artista de las tijeras.

Artista de las tijeras. / LORENZO CORDERO

Para Simón, su establecimiento es como su segunda casa y a veces hace también de psicólogo. «Es normal que la gente cuente lo que le preocupa, es que pasas con ellos más de media hora. Además, a mí me encanta hablar y pienso que el trato personal es otra de las cuestiones que les gusta, que sepan que les conoces bien», señala antes de dirigirse a otro cliente, por supuesto, por el nombre de pila. «Si quieres que te corten el pelo en silencio y en diez minutos este no es tu lugar, aquí trabajo con calma y con productos de calidad», comenta Simón a este periódico.

Su negocio no es una peluquería cualquiera. En él tiene su historia colgada en las paredes. Parece un museo. Entrevistas del pasado, reconocimientos por su maestría, fotos propias y con su padre para el recuerdo, antiguos utensilios enmarcados...

Carlos es capaz de abrir y cerrar sus tijeras dos veces antes de que al cliente le dé tiempo a parpadear, y maneja la navaja de afeitar y los peines con la misma destreza que un mago se saca un as de la manga. A la vez que muestra su local recorre su vida. «La vida no es un camino de rosas, pero pienso que los obstáculos te ayudan a crecer y, cuando una puerta se cierra, siempre hay otra que se abre. Y uno tiene que creer en su valía», concluye Carlos a modo reflexivo, el peluquero que esculpe el cabello de los cacereños en este local de la ciudad con tanta historia.

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