EL JOVEN AFIRMA QUE TOMA ESTE CAMINO PARA DAR A CONOCER LOS VALORES DE SU COMUNIDAD Y SU CULTURA

«Aún hay rechazo al gitano, por eso doy el paso a la política en Cáceres»

Isaac Vargas Silva, de 31 años, se ha incorporado a la lista de la formación local 'Somos Cáceres' en el puesto 9

Isaac considera que su formación puede cambiar la ciudad "porque son personas trabajadoras".

Isaac considera que su formación puede cambiar la ciudad "porque son personas trabajadoras". / Carla Graw

Isaac Vargas Silva está orgulloso de su esencia y de su barrio, Aldea Moret, donde tiene su casa, sus mayores, sus hijos, su vida... Ha dado un paso firme para dar voz a la comunidad gitana cacereña y se ha incorporado como número 9 a las listas de Somos Cáceres, una formación local que concurre por primera vez a las elecciones. Nacido en 1990, reconoce que la política nunca le había llamado la atención, «pero oí hablar de este partido a través de unos compañeros y me gustó, porque son personas normales que se ganan la vida con su trabajo y que sinceramente pueden arreglar la ciudad. Conocen el día a día de las cosas, saben hacerse entender».

Aunque durante los últimos años se han dado pasos, «todavía hay rechazo hacia el colectivo gitano», afirma Isaac, que quiere ayudar a romper ese muro. «En realidad existen dos tipos de exclusión: la primera por vivir en Aldea Moret, y además si eres gitano ni te cuento». Él, a sus 33 años, se revela: «Tenemos la fama de que no trabajamos, y es justo todo lo contrario. El gitano siempre se busca la vida conforme puede: con fruta, con chatarra, como sea…»

Él mismo ha entrado en el sector de la construcción tras un curso del Sexpe. Hizo prácticas y la empresa le contrató. Están satisfechos con su actitud. «Dicen que soy un currante, los compañeros me comentan que voy rompiendo los esquemas de los gitanos, y eso te da idea de que todavía hay conceptos que siguen». Isaac sonríe porque ha ejercido de chatarrero, de jardinero, de limpiador de cristales, en la cooperativa del Valle del Jerte, de repartidor con la moto, incluso en el mercadillo. «He hecho de todo y todo con orgullo, es lo que he visto en casa. Mi padre ha trabajado siempre en el campo y ahora en la chatarra. Mi abuelo iba vendiendo fruta y era muy conocido. Mi otro abuelo me enseñó sobre todo mucho respeto», relata.

Pero la realidad está ahí. «Todavía hay mucha intolerancia, hay quien te mira pensando que por ser gitano te vas a escaquear del trabajo, vas a robar cuando entras en una tienda... Eso nos hace incluso cuidar más lo que hacemos». ¿Y cómo se cambia? «Pues así, dándonos a conocer, que nos den la oportunidad de conocernos, por eso voy con Somos Cáceres, confío en ellos, podemos tener buenos resultados. Es una buena opción porque vamos a ser capaces de arreglar la ciudad".

Precisamente, esta formación liderada por Raquel Iglesias destaca que quieren poner en valor las aportaciones del pueblo gitano a la sociedad. «Nosotros tenemos muchos valores de los que estamos orgullosos, por ejemplo la familia, el cuidado de nuestros mayores y de nuestros enfermos. Nos critican cuando vamos doce personas al hospital, pero es que así lo sentimos cada vez que un amigo o un familiar lo está pasando mal». Y sobre todo, «sabemos hacer un poquito de todo, perdemos un trabajo y vamos a lo que salga, no nos quedamos estancados como otras personas esperando a que nos llegue un empleo igual que el anterior mientras te quitan la casa».

Trabajo y educación, claves

Desde la política se puede colaborar bastante. Isaac sabe que el empleo y la educación son las vías más efectivas para alcanzar la igualdad de oportunidades. «Tengo dos niños y estoy todo el día insistiéndoles con los deberes. Les digo que sin formación no llegarán a nada. Con el chico bromeo, todavía me deja, le digo que se haga arquitecto, que mantenga a su familia, que reconozcan su trabajo».

¿Y si Somos Cáceres consigue la fuerza suficiente para imponer sus propias mejoras? Isaac no duda qué medidas propondría entre las prioritarias: crear unas pistas de fútbol en Aldea Moret, «que nos hemos quedado sin ellas y no hay derecho que los niños tengan que irse a otras zonas»; también un mayor control de los problemas con los contenedores de la zona; y sobre todo asfaltar las calles dignamente, «porque la piedra y el hormigón complican la vida a los ancianos cuando caminan, y allí en el barrio viven muchos». 

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