El Periódico Extremadura

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el blog del cronista

La expedición de Gómez

La presencia del ejército carlista en Cáceres, compuesto por cerca de 3.000 hombres, supone un revés económico de gran calado, debido a los víveres que la villa cacereña debe abastecer para el mantenimiento de la tropa

Los acontecimientos bélicos han protagonizado una parte importante del pasado histórico de las ciudades, en parte debido a los graves problemas que las guerras han generado, preferentemente entre la población civil, la mas inocente e indefensa ante la crueldad de la violencia y la destrucción. De ello podemos dar fe en localidades como Cáceres que, por su situación geográfica, se ha encontrado de bruces con hechos que hipotecaron su futuro durante largos periodos o esquilmaron recursos y vidas. Los saqueos y robos, el abastecimiento a las tropas de diferente signo, el miedo, el odio y las calamidades de todo tipo, han estado presentes en la vida bélica de nuestra ciudad en diferentes etapas de la historia. Unas veces fueron las guerras con Portugal, otras contra los franceses y algunas de carácter civil, tan abundantes en el pasado patrio. 

Durante la primera Guerra Carlista (1833-1840), fueron numerosas las poblaciones que se vieron afectados por esa lucha entre cristinos y carlistas, los unos partidarios de la futura reina Isabel II y los otros del pretendiente al trono, Carlos María Isidro de Borbón. Los carlistas de corte absolutista y ultracatólico y los partidarios de la reina Isabel constitucionalistas con apoyo liberal. En 1836 el general carlista Miguel Gómez Damas, inicia un periplo por diferentes lugares de España para captar adeptos y presentar batalla, que comienza en el norte para llegar hasta Andalucía; la conocida como “expedición de Gómez”, transitó durante seis meses por gran parte de la península hostigado por las tropas liberales. Durante ese recorrido , una de las ciudades que va a contar con su presencia sería Cáceres donde llega el general carlista un 31 de octubre de 1836, permaneciendo en la ciudad hasta el 3 de noviembre, tiempo escaso pero suficiente para alterar la vida económica y política de la vieja villa.

La presencia del ejército carlista en Cáceres, compuesto por cerca de 3.000 hombres, supone un revés económico de gran calado, debido a los víveres que la villa cacereña debe abastecer para el mantenimiento de la tropa. Ante la falta de recursos propios, el ayuntamiento recurre a los grandes propietarios locales para que adelanten todo tipo de enseres y suministros para no enfurecer al ejército foráneo. Durante los cuatro días que estuvieron en Cáceres se consumieron 414 arrobas de trigo, 1.135 de cebada, 64 arrobas de garbanzos, 517 arrobas de vino (8.340 litros), 48 de tocino, 56 reses vacunas, 126 machos, a lo que hay que agregar leña, 134 pares de zapatos, tela para uniformes, aceite, carbón, transporte de víveres, cera o aguardiente.

En total le costó la presencia carlista al concejo cacereño la astronómica cantidad de 80.921 reales de vellón, que tuvieron que acabar pagando los vecinos a través de un impuesto especial que estableció el ayuntamiento para recuperar 80.000 reales. En otro orden de cosas hubo una huida, tanto de responsables políticos y judiciales como de nobles o vecinos de signo liberal, que pretendían no ser despojados de sus bienes, reclutados, ejecutados o encarcelados por no ser del credo carlista. Pasaron meses hasta que unos pudiesen volver a sus casas y otros poder cobrar lo adelantado para que Cáceres no fuese saqueada. Una vez más el sacrifico del vecindario evitaba males mayores.

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