TRIBUNA

Cáceres de cine

Películas y series que necesitan un escenario natural, lo encuentran en Cáceres; lugar ideal

Fernando Jiménez Berrocal

Fernando Jiménez Berrocal

Cuando en los años 50 del pasado siglo, los cacereños de entonces vieron desfilar con extraordinario asombro por las calles del viejo barrio intramuros, a la exuberante Carmen Sevilla junto al galán patrio Alberto Closas como principales protagonistas de la película “La fierecilla domada”, no podían imaginar que las antiguas plazas de su parte antigua acabarían por convertirse en uno de los espacios cinematográficos más cotizados del país. Películas y series, tanto de producción nacional como internacional, que necesitan de un escenario natural, tatuado en tiempos pasados, han encontrado en Cáceres el lugar ideal para el rodaje cinematográfico, sin alterar en exceso la tramoya arquitectónica que esta vieja ciudad ofrece.

Han sido múltiples las producciones que llevan sello cacereño, rodajes que se han beneficiado de un plató insuperable, incrustado en el barrio monumental. La presencia del cine en Cáceres, como espectáculo diferente y novedoso, se inicia de manera temprana. Si tenemos en cuenta que un 28 de diciembre de 1895 tuvo lugar la primera proyección con público del cinematógrafo Lumière en el Salón Indien del Grand Café, en el número 14 del Bulevar de los Capuchinos de París y que en el mes de mayo de 1897 se realizó la primera exhibición de cine en Cáceres, en un local situado en la casa de la familia Carles en la calle Pintores donde, previo pago de 50 céntimos, un selecto grupo de cacereños pudieron visionar por primera vez una película, podemos afirmar que Cáceres fue pionera en el acceso a un nuevo descubrimiento que habría de trasformar el mundo del espectáculo a nivel mundial. El cinematógrafo acabaría por desplazar al teatro como principal espectáculo de distracción y recreo. 

Era más barato para los locales programar cine que teatro y la novedad del nuevo invento causaba furor entre el público que acabó por convertir al cine en un fenómeno de masas. En el Cáceres de principios del siglo XX, se suceden las barracas de cine: Salón Verdaguer en la plaza de San Juan, el Palacio Luminoso que se presentaba como “gran salón de proyecciones electro-cinematógrafas…”, la barraca Gabriel y Galán y otras, que de forma efímera serán los primeros lugares donde los cacereños descubrirán el cinematógrafo.

De forma paralela los teatros de la ciudad, el Variedades y el Principal, incluyen entre su programación exhibiciones de cine, como nueva oferta para llenar sus patios de butacas de espectadores ávidos de disfrutar de la magia del nuevo invento. Cuando en 1926 se inaugura el Gran Teatro, las barracas pasaran a mejor vida y el nuevo coliseo cacereño acabará por convertirse en el primer local fijo de proyección de cine en Cáceres, hasta que unos años después, en 1934, se inaugura el Cinema-Teatro Norba que casi no conoció actividad teatral debido a la pujanza que tenía el cine en detrimento del teatro.

Luego vendrían los años 60 del pasado siglo, la época dorada del cine local, cuando en la ciudad funcionaban más de media docena de salas de proyección; Gran Teatro, Norba, Capítol, Coliseum y Astoria a los que se deben sumar dos cines de verano (San Blas y Astoria) y el cine del colegio San Antonio, mas otro de propiedad diocesana en el propio palacio episcopal. Cáceres es una ciudad vinculada al cinematógrafo desde sus albores y además, en el tiempo presente, se ha convertido es un lugar único para producir cine, herramienta eficaz y poderosa para la difusión del rico patrimonio arquitectónico cacereño.