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Movilidad urbana

Los patinetes eléctricos en Cáceres, un peligro real: "No me han atropellado de milagro"

A pesar de su auge como medio de transporte ágil, económico y sostenible, estos vehículos de movilidad reducida plantean riesgos de seguridad que preocupan a la ciudadanía cacereña. Aunque se valoran sus ventajas para los desplazamientos cotidianos, vecinos de todas las edades advierten sobre los peligros derivados de un uso irresponsable en la ciudad

Los cacereños opinan del uso del patinete eléctrico en la ciudad

Carlos Gil

Gonzalo Lillo

Gonzalo Lillo

Cáceres

Los patinetes eléctricos ya forman parte del paisaje urbano de pueblos y ciudades. Cada vez son más los usuarios que optan por estos vehículos de movilidad personal (VMP) para acudir al trabajo, a clase o simplemente para desplazarse a diario por las calles. La facilidad de maniobrabilidad y de aparcamiento, la accesibilidad, la capacidad para evitar atascos, el ahorro en combustible y la ausencia de emisiones contaminantes son algunas de las ventajas que ofrece este medio de transporte y hacen que su uso continúe en aumento.

Además, se han convertido en una herramienta clave para el reparto de comida a domicilio. Y Cáceres no es la excepción. «Ya es habitual ver a jóvenes que se concentran con sus patinetes en el paseo de Cánovas, listos para realizar sus entregas de manera rápida y eficiente», señalan algunos vecinos.

No obstante, la normativa que regula su circulación sigue siendo un terreno en construcción, lo que genera dudas y conflictos entre conductores, peatones y autoridades. La Dirección General de Tráfico (DGT) estableció hace años unas condiciones mínimas a nivel nacional: no superar los 25 km/h; no circular por aceras, zonas peatonales, pasos de travesía, autopistas, autovías, vías interurbanas y túneles en ámbito urbano; y respetar las normas de tráfico como cualquier otro vehículo.

Además, se otorgó a cada ayuntamiento la facultad de adoptar normas específicas sobre la circulación en las vías urbanas, y Cáceres fue una de las primeras ciudades en hacerlo. La ordenanza reguladora se aprobó en pleno en 2019 e incluía medidas como la obligación de que los patinetes circulen por la calzada o la autorización para su uso en vías segregadas o en espacios compartidos entre peatones y carril bici.

Todas estas normas tienen como objetivo mejorar la convivencia en el espacio público, fomentar una movilidad sostenible y segura y, sobre todo, proteger a los peatones, ya que con frecuencia se producen situaciones de riesgo. De hecho, el auge de los patinetes eléctricos ha traído consigo un aumento de la siniestralidad urbana. Según datos de la DGT, a nivel nacional se registraron más de 3.500 accidentes con VMP en 2024, de los que casi la mitad involucraban a peatones. En Cáceres, aunque las cifras son menores, se han producido varios incidentes que han generado alarma entre los vecinos, especialmente en zonas de mayor tránsito.

Félix y Francisco, amigos y vecinos de Cáceres, advierten de los peligros que entraña el uso de los patinetes eléctricos. «Algunos circulan a tal velocidad que pueden llevarse a cualquiera por delante. ¡Van como locos!», comenta Félix, que recientemente se llevó un buen susto. «No me atropellaron de milagro», asegura el cacereño.

Félix, vecino de Cáceres.

Félix, vecino de Cáceres. / Carlos Gil

La mayoría de estos accidentes se producen por exceso de velocidad, maniobras imprudentes o la circulación por espacios no permitidos, como aceras o zonas peatonales. A esto se añade que muchos usuarios manipulan sus vehículos para aumentar la potencia y alcanzar más velocidad. Para evitar esta conducta, la DGT ha establecido que los patinetes no pueden superar los 500 vatios, pero su cumplimiento resulta difícil de garantizar.

Aunque reconocen que son prácticos para los desplazamientos cortos y para reducir la polución, la ciudadanía alerta del riesgo que suponen principalmente para los colectivos más vulnerables, como las personas de edad avanzada. «Es un peligro porque no circulan con prudencia y se pueden cruzar en tu camino», expone Luisa Iglesias, residente en la ciudad, que defiende la existencia de una normativa más clara que limite las zonas y la velocidad de circulación. «Como no tienen señalizaciones, van a la velocidad que quieren», subraya Félix.

Luisa Iglesias.

Luisa Iglesias. / Carlos Gil

Falta de concienciación

A su vez, reclaman mayor vigilancia y concienciación. «Debería haber más control y, sobre todo, crear conciencia entre los jóvenes para que respeten a los demás», afirma Iglesias.

Por su parte, la población más joven reconoce que estos vehículos son una opción práctica, siempre que se utilicen con responsabilidad. Es el caso de Raúl Bote, que considera que el problema no está en los patinetes en sí, sino en el comportamiento de quienes los conducen. «Depende de quién lo lleve: si son jóvenes que no lo saben manejar y no son conscientes de los peligros, me parece mal; pero si lo usan personas más mayores que son responsables, me parece correcto», subraya.

Raúl Bote.

Raúl Bote. / Carlos Gil

Según Erika Rosenzweig, la principal preocupación es que «ves a niños yendo a toda velocidad sin respetar a los demás, y ni siquiera se paran a ayudar si hay algún percance», señala. A su juicio, uno de los aspectos fundamentales está en el desconocimiento de la normativa actual: «Dudo que la mayoría la conozca, al menos entre los más jóvenes. En cambio, la gente mayor sí suele ser responsable», puntualiza.

Para ellos, la clave también pasa por aplicar acciones más contundentes por parte de las autoridades locales. «Habría que elevar las multas, darle difusión en redes sociales e instalar más señalización» para reforzar la prudencia en los conductores, apunta Rosenzweig. «También es importante la labor de los responsables públicos, que deben hacerse cargo de concienciar sobre estas modas», añade Bote. Algunos ayuntamientos ya se han puesto manos a la obra y están promoviendo cursos de formación y talleres en colegios y asociaciones de vecinos, con el objetivo de enseñar tanto a conductores como a peatones a compartir el espacio urbano de forma segura.

Erika Rosenzweig.

Erika Rosenzweig. / Carlos Gil

Multas de hasta 2.000 euros

La legislación vigente contempla sanciones económicas para quienes incumplan la normativa, con multas que pueden alcanzar los 2.000 euros. Sin embargo, entre los cacereños predomina la sensación de que estas normas se aplican de forma poco estricta o que, en muchos casos, la Policía Local «hace la vista gorda».

«Aquí cada uno va por donde le da la gana y muchos no saben las normas de circulación», señala Francisco, quien observa a diario el constante ir y venir de los ‘riders’ desde el paseo de Cánovas. A su juicio, los conductores deberían someterse a un proceso de aprendizaje mínimo, realizando «un pequeño curso para certificar que están capacitados para llevar estos vehículos, igual que ocurre con el carné del coche», apunta.

Francisco, en el paseo de Cánovas.

Francisco, en el paseo de Cánovas. / Carlos Gil

Asimismo, las sucesivas reformas del Reglamento General de Circulación para los VMP han servido para mejorar aspectos como la obligatoriedad de contar con sistema de frenado, timbre y luces delantera y trasera, la fijación de la edad mínima de 16 años para circular en vías públicas y la exigencia de utilizar casco homologado.No obstante, Raúl destaca que muchos usuarios conocen la normativa que obliga a usar casco, pero «no la respetan», al igual que sucede con las bicicletas. «Viene a ser lo mismo que pasa con las bicis, que debería utilizarse pero no se hace», lamenta.

Desafío común

De esta forma, el auge de los patinetes eléctricos en ciudades como Cáceres refleja un desafío común a muchas ciudades modernas: cómo fomentar un transporte ágil, práctico y sostenible sin comprometer la seguridad de peatones y conductores. La experiencia de los ciudadanos deja claro que, más allá de las multas y de la estricta normativa, la verdadera solución pasa por apostar por la educación vial, la señalización clara de las vías y la concienciación de todos los usuarios sobre la importancia de respetar normas y espacios compartidos.

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