Decimoquinto aniversario de la plataforma
Instagram cumple 15 años y Cáceres opina: «Lo tengo desde los 13»
Lo que comenzó como una app para compartir fotos se ha convertido en un escaparate donde la vida cotidiana, la búsqueda de aprobación y la comparación constante generan tanto conexión como presión social

Carlos Gil

Instagram acaba de cumplir su decimoquinto aniversario. El 6 de octubre de 2010 nacía una red social que, sin saberlo, cambiaría para siempre la forma en que compartimos nuestro día a día, nos relacionamos y hasta cómo nos percibimos a nosotros mismos. Lo que empezó como una aplicación para subir fotos con filtros se ha convertido en un escaparate global donde millones de personas muestran (o aparentan) quiénes son, y en la que se mezclan la vida cotidiana, el marketing personal y la continua necesidad de aprobación.
Han pasado tres lustros y, entre stories, reels y selfies, Instagram sigue marcando a varias generaciones, pero la relación con esta plataforma digital ha ido evolucionando con el paso de los años. Los jóvenes de la generación Z invierten varias horas al día y lo usan sobre todo para consumir contenido y mantenerse conectados con amigos. Entre los temas más populares se encuentran los vídeos de humor, deporte, superación personal, moda y tendencias, así como las stories de conocidos o influencers.
Isabel Álvarez, estudiante universitaria de 18 años, pertenece a una generación que ha crecido prácticamente en paralelo al auge de las redes sociales. «Tengo Instagram desde los 13», afirma. La joven reconoce que pasa un mínimo de tres horas diarias en su aplicación móvil.
Como la mayoría de personas de su edad, lo utiliza principalmente para estar al día de lo que suben sus conocidos y para comunicarse con amigos a los que no ve con tanta frecuencia, aunque subraya que «hay muchos perfiles que no muestran su vida real», sino una versión idealizada de sí mismos, reflejo de cómo las redes sociales han cambiado la forma en que los jóvenes se muestran al mundo.
Según estudios recientes, más de la mitad de los jóvenes reconocen sentirse presionados por mantener una apariencia atractiva en redes, mientras que muchos adultos dicen haberse cansado del exceso de contenido. A pesar de que esta red social les proporciona entretenimiento e interacción con su entorno, «no deja de ser una pérdida de tiempo» si no se utiliza de forma consciente, admite Isabel.
«Falta más educación digital»
«A veces no somos conscientes de los peligros que puede conllevar publicar ciertos contenidos», expone Alexia Ruiz. Para la joven, el impacto de Instagram depende mucho de la edad y la madurez con la que se use. «Si eres una persona responsable, suele hacerse un buen uso, pero hay que tener claro que la huella digital existe y puede perjudicarte en el futuro», puntualiza.

Alexia Ruiz, miembro de la generación Z. / Carlos Gil
A su vez, coincide en destacar que las redes sociales pueden llegar a absorber demasiado tiempo y distraer de las actividades cotidianas. «A veces nos pasamos la vida en Instagram o TikTok y se nos pasa el día sin darnos cuenta. Luego cuesta hacer cosas tan simples como ir al gimnasio o a la biblioteca para preparar un examen», comenta sonriendo, consciente de que es una realidad compartida por muchos jóvenes.
Alejandro Bergantiños confiesa que la aplicación le resulta entretenida, pero no se trata de una red social apropiada para menores de edad. «Los padres deberían controlar el uso que los niños hacen de las redes», señala con firmeza. Para él, la exposición temprana a este tipo de plataformas puede tener consecuencias negativas si no hay un acompañamiento adecuado por parte de los adultos.

El joven Alejandro Bergantiños, de 25 años, en el paseo de Cánovas. / Carlos Gil
«Antes se subían fotos sin pensar en los likes»
Los jóvenes adultos de la generación ‘millennial’ recuerdan los primeros años de Instagram como un espacio más sencillo, donde predominaban los filtros y la dinámica era distinta. Con el paso del tiempo, la plataforma ha evolucionado hacia un escaparate más idealizado de la vida cotidiana, donde mostrar bienestar y éxito se ha convertido en una norma implícita.
Como Alberto Alonso, que explica que su relación con Instagram ha cambiado con los años. «Al principio existía una dinámica diferente. Ahora la gente sube su día a día, pero más desde la idealización, intentando hacer ver que todo va bien», comenta.
Para él, la red social tiene aspectos positivos y negativos. «Lo mejor es que te permite estar en contacto con la gente de tu entorno. Lo peor es que hay personas que muestran una imagen que no se corresponde del todo con la realidad y que a veces te obliga a subir cosas que no te apetece, simplemente para que la gente esté pendiente de ti», señala.

Alberto Alonso recuerda con nostalgia los inicios de esta red social. / Carlos Gil
En cuanto a su uso, reconoce que depende mucho de cada persona, aunque admite que, a nivel general, el consumo es «elevado». Una reflexión que pone de relieve cómo Instagram sigue siendo un espacio central en la vida cotidiana de los ‘millennials’, donde se construyen relaciones, se comparten experiencias y se mantiene contacto con amigos. Al mismo tiempo, evidencia la presión social que puede generar, la comparación constante con otros y la creciente conciencia sobre la necesidad de establecer límites.
«El precio por tanto contenido vacío es muy alto»
La relación de las personas pertenecientes a la generación X con esta red social es muy distinta a la de generaciones más jóvenes. Muchos de ellos utilizan la plataforma de forma más limitada y selectiva, sobre todo para seguir intereses específicos o mantenerse en contacto con familiares, sin la presión de publicar contenido propio.
La cacereña Raquel Rodríguez reconoce que tiene su perfil en la red social, pero no admite seguidores ni sube contenido. «Sigo a algunas cuentas que son de mi interés, aunque siendo sincera, creé la cuenta porque pensaba que podría ver lo que hacen mis hijos, pero luego he comprobado que no es posible», explica.
Para ella, Instagram puede ser «una red social muy potente» si se seleccionan cuidadosamente los contenidos, pero advierte sobre el coste de navegar entre información irrelevante o superficial. «El precio que pagas por mucho contenido vacío es muy grande», comenta. Además, asegura que, con dos hijos menores, ha constatado que el tiempo de uso es «sin duda, excesivo».

Raquel Rodríguez considera que el uso de Instagram entre los jóvenes es «excesivo». / Carlos Gil
Quince años después de su creación, Instagram es mucho más que una red social. Nos enseñó a mirar el mundo a través de una pantalla y a editar la realidad antes de compartirla. Hoy, tres generaciones coinciden en algo: detrás de los filtros, las stories y los likes, todos siguen buscando lo mismo que en 2010.
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