Infraestructuras y territorio
La nueva autovía de Cáceres a Badajoz: entre el impulso económico y el miedo de los pueblos de su trazado a quedarse aislados
La futura vía rápida promete mejorar la competitividad regional, pero los pueblos del trazado temen quedar fuera del mapa económico y perder tránsito comercial

Carlos Gil

Fue hace aproximadamente un mes cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, visitaron las obras del primer tramo de la autovía A-58 situado entre Cáceres y Río Ayuela y que constituye la primera fase de la prolongación de esta autovía, que actualmente enlaza Trujillo con Cáceres y que en el futuro se extenderá hasta Badajoz. La inversión estimada para esta actuación asciende a 100 millones de euros (IVA incluido).
Cuando este tramo entre en servicio supondrá un importante avance en la transformación del itinerario entre Cáceres y Badajoz, al ser una vía de gran capacidad, reforzando la cohesión territorial de Extremadura y mejorando la conexión entre sus dos capitales provinciales. Constituirá, además, una alternativa estratégica a la autovía A-5 para el tráfico procedente de Portugal con destino al norte peninsular y Europa, lo que incrementará su funcionalidad dentro de la Red de Carreteras del Estado.
El nuevo trazado permitirá una notable mejora en la seguridad vial y la fluidez del tráfico, al eliminar accesos directos e intersecciones y dotar al recorrido de un diseño geométrico más seguro y eficiente. En conjunto, se trata de una actuación necesaria y estratégica para incrementar la seguridad, la capacidad y la eficiencia del transporte por carretera en Extremadura, contribuyendo a un desarrollo territorial más equilibrado y sostenible.

Carlos Gil
La A-58, en su recorrido entre Cáceres y Badajoz, se desarrollará a lo largo de un trazado paralelo a la actual N-523 (antigua Ex-100). Esta carretera fue cedida en 2019 al entonces Ministerio de Fomento por parte de la Junta de Extremadura. Desde entonces, la vía forma parte de la Red de Carreteras del Estado como N-523.
El trazado del tramo A-66 – Río Ayuela, de 13,6 kilómetros de longitud, discurre íntegramente por el término municipal de Cáceres, por los llanos hasta las inmediaciones del río Ayuela. Conecta inicialmente con la glorieta de Aldea Moret (Cáceres) y finaliza su recorrido enlazando nuevamente con la N-523. Se desarrolla en dirección noreste-suroeste, paralelo a citada N-523 por el oeste de la misma, y atraviesa el río Salor mediante un viaducto de 75 m de luz. Está formada por dos calzadas, cada una de ellas con dos carriles de 3,5 metros, un arcén exterior de 2,5 metros y un arcén interior de 1 m, separadas por una mediana de 10 m de anchura.
La autovía que unirá Cáceres y Badajoz está llamada a ser un eje estratégico para la economía extremeña, pero su trazado también despierta inquietud en los pueblos que quedarán al margen del tráfico. Mientras empresarios y transportistas celebran la mejora de la movilidad y la competitividad, los alcaldes de los municipios intermedios alertan de un posible efecto de aislamiento rural.
El lado positivo: empleo y conectividad
La nueva infraestructura reducirá en más de media hora los desplazamientos entre las dos capitales, lo que beneficiará al turismo, la logística y el comercio. La Confederación Regional Empresarial Extremeña (CREEX) destaca que la autovía "reforzará el eje central de Extremadura y atraerá inversiones".
El proyecto contempla además la creación de unos 1.500 empleos durante su construcción y de varios cientos de puestos permanentes vinculados al mantenimiento y servicios. También se espera un impacto positivo en los sectores agroalimentario y exportador, al conectar mejor con los corredores logísticos hacia Portugal y el Atlántico.
Sin embargo, localidades como Carmonita, Puebla de Obando, Aldea del Cano o La Roca de la Sierra temen que la nueva autovía desvíe el tráfico que actualmente sostiene gasolineras, bares de carretera, talleres y pequeños comercios.
“Nos preocupa que la gente deje de parar. Somos pueblos de paso, y si el paso se pierde, se nos va parte de la vida económica”, afirma un hostelero de Aldea del Cano. Los alcaldes reclaman que se habiliten accesos adecuados y áreas de servicio que mantengan la actividad y eviten el aislamiento.
Una oportunidad si se planifica bien
Los expertos en ordenación del territorio subrayan que la autovía puede ser también una oportunidad si se gestiona con visión de conjunto. “El riesgo no está en la autovía, sino en no conectar bien las poblaciones cercanas. Si se crean ramales adecuados, áreas logísticas o de descanso en torno a los municipios, el efecto puede ser positivo”, explica un técnico del Instituto de Estudios Territoriales de Extremadura.
Además, la mejora de las comunicaciones puede favorecer la residencia en entornos rurales si se impulsa el teletrabajo y los servicios básicos (fibra óptica, transporte, sanidad). “Si la autovía acerca, y no excluye, puede ser una herramienta contra la despoblación”, añade el experto.
El Ministerio de Transportes asegura que el diseño definitivo del trazado “buscará la integración de los municipios y minimizará los impactos ambientales y sociales”. Pero las asociaciones rurales piden más participación y medidas concretas para garantizar que la autovía no se convierta en una frontera invisible.
El reto, señalan los alcaldes, es claro: que la Extremadura que se mueve más rápido no deje atrás a la que vive más despacio.
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