La huella de la A-5
Casas de Miravete, de pueblo de paso de Cáceres a enclave olvidado por la autovía de Madrid
La apertura de la A-5 en los años 90 desvió el tráfico de la antigua N-5 y dejó al municipio cacereño fuera de la ruta principal, provocando el cierre de negocios y la pérdida de población

Vista actual del pueblo. / Toni Gudiel

Durante décadas, el municipio cacereño de Casas de Miravete fue un pueblo de paso. Situado en la antigua N-V o N-5, la carretera nacional que conectaba Madrid con Portugal a través de Badajoz, vivía del flujo constantede coches, camiones y autobuses que cruzaban su travesía.
En los restaurantes siempre había actividad, los talleres trabajaban sin descanso y las gasolineras atendían a viajeros que hacían un alto en el camino antes de continuar hacia Extremadura o la capital. “Era habitual que los vecinos bajaran de paseo a observar el trasiego de vehículos y personas”, recuerda el actual alcalde, Juan Luis Curiel.
Pero en la década de los 90 todo cambió. Con la inauguración de la autovía (A-5), la carretera de toda la vida se desvió varios kilómetros y el pueblo quedó alejado de la nueva ruta principal. La mejora de las comunicaciones regionales, celebrada en toda la región, supuso un golpe silencioso pero devastador para Casas de Miravete.
La nueva A-5, con su trazado más recto y seguro, había cumplido su función de descongestionar la antigua nacional, pero también se llevó consigo gran parte del pulso económico del municipio. “Afectó sobre todo a la hostelería”, explica Curiel.

El alcalde de Casas de Miravete, en el ayuntamiento. / Toni Gudiel
Negocios que no sobrevivieron
En pocos años desaparecieron todos los negocios locales que crecieron dando servicio al tráfico de la carretera. La gasolinera y un taller mecánico, sin apenas clientes, acabaron cerrando; y restaurantes como el de la Playa de Extremadura, ‘Torre Eiffel’, ‘El Moya’ o la Ventilla del Camionero, que durante años dieron de comer a diario a transportistas y viajeros, se vieron obligados a bajar la persiana.
El cierre de ‘Torre Eiffel’ dolió especialmente a los vecinos. “La gente bajaba mucho allí a alternar, a comer, a tomar unas copas o unas cervezas. Era un emblema del pueblo, un bar de toda la vida muy transitado”, cuenta el alcalde.

Antigua Ventilla del Camionero, lugar que cerró para trasladarse a una zona más cercana a la autovía A-5. / Toni Gudiel
Pérdida de habitantes
Su desaparición también supuso la pérdida de buena parte del empleo local, que tuvo que desplazarse a otras localidades para reconstruir su actividad. «Algunos, por suerte, no lo perdieron todo. Pero en un municipio como este, con tan pocos habitantes, se nota muchísimo», lamenta.
El aislamiento interior
Lo que antes era un punto intermedio en la ruta nacional se convirtió en un rincón apenas visible en los mapas del tráfico. Casas de Miravete pasó a depender de una salida secundaria de la autovía, lo que redujo su visibilidad y limitó el acceso espontáneo de visitantes.

Juan Luis Curiel, alcalde del municipio. / Toni Gudiel
El aislamiento comenzaba a ser una realidad. No tanto por la distancia física —ya que la autovía está a solo unos minutos—, sino por la desconexión económica y social. El flujo constante de personas que antes paraban a tomar un café, repostar o preguntar por la carretera desapareció. Con él, se fueron también parte de los ingresos y de la vida cotidiana que sostenía el pueblo.
Adaptarse a los cambios
Con el paso del tiempo, la localidad supo adaptarse a la nueva situación y continuar adelante. "La vida sigue y poco a poco lo hemos ido olvidando", afirma el actual regidor. Hoy, Casas de Miravete ya no depende del ir y venir de vehículos, pero conserva el recuerdo de aquellos años de tránsito continuo, cuando el rugido de los motores formaba parte del día a día del pueblo.
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