El 7 de diciembre del año 1983 Arsenio Moreno vivía uno de los momentos más felices de su vida al recibir en sus manos el estandarte con la imagen de la Virgen de la Inmaculada durante las fiestas de La Encamisá. Ayer, a las diez de la noche, y veintiocho años después volvió a ser el protagonista de esta misma escena frente a la iglesia de san Andrés Apóstol. "Es un momento inolvidable que dedicaré a mis dos hermanos y mis padres, ya fallecidos", expresaba ayer antes de subirse al caballo que le llevaría hasta la puerta de la iglesia para recibir el estandarte e iniciar la procesión por las calles del pueblo cubierto con la típica sábana blanca con la imagen de la Virgen. "Han pasado muchos años, pero la ilusión y el sentimiento son los mismos porque es algo que se lleva dentro", confesaba Moreno. En su caso, al igual que muchos torrejoncillanos, nunca ha faltado a esta fiesta declarada de Interés Turístico Nacional y cuyos orígenes son del siglo XVI.

En cuanto a la procesión, a la que se sumaron 220 escopeteros y 250 jinetes, se desarrolló envuelta de un absoluto silencio que se rompía con gritos de ¡Viva la Virgen de la Inmaculada¡ y ¡Viva la Madre de Torrejoncillo¡. Después, y tras la gran demostración de cariño y devoción hacia la Inmaculada, llegó el merecido descansó endulzado con los 105 kilos de coquillos, 24 kilos de cañas y otros cientos de rosetas y roscas que ofreció la mayordoma, Conrada Moreno. Hoy jueves, los actos seguirán con el Día de la Pura dentro de un programa organizado por el ayuntamiento en colaboración con la Asociación de Paladines.