TMtadrid y las comunidades con políticos que, amparándose en la violencia, propugnan y parece que eternamente propugnarán independizarse de España. Las más ricas y poderosas, las que han recibido históricamente mayor inversión del Estado Central, las que transforman y comercializan lo que el sector primario produce en las comunidades pobres de las que también reciben la mano de obra inmigrante y la energía, beneficios económicos e impuestos que generan sus pantanos, centrales nucleares y térmicas, han sido y son tratadas por los medios de comunicación con un respeto y gusto exquisitos. Realzando lo que pareciera ser una superioridad absoluta sobre el resto del Estado en capacidad de trabajo, inteligencia y saber hacer de sus habitantes y sociedades.

Al otro lado del ring, el tratamiento que los medios de comunicación nacionales propinan a la España pobre, la España rural, la España que no son ni Cataluña ni la el País Vasco ni Madrid, y ni aún Valencia o Galicia. Este recurre abundantemente al tópico, al juicio previo, a resaltar lo anecdótico. El caso de Extremadura es particularmente sangrante. El tratamiento 'puertourraquense' de todo lo que sucede en Extremadura es moneda común. Las previsiones meteorológicas, falaces e interesadas. Hay ocasiones que se roza lo tragicómico: cuando lo del maremoto Fukushima, en los telediarios de TVE salieron imágenes 'turísticas' del casco antiguo de Cáceres con una voz en 'off' diciendo que se habían encontrado allí trazas de radioactividad procedente de Japón. Olvidaron decir que es el único lugar de España donde hay una estación para medirla.

Urge crear un observatorio de los medios de comunicación nacionales con respecto a Extremadura y así desactivar el tratamiento informativo discriminatorio y tendencioso imperante de unos españoles y otros, claramente injusto y cargado de intereses espurios, tendentes a mantener y ampliar las diferencias sociales, beneficiando a los privilegiados de siempre en detrimento del resto.