Son las dos de la tarde y los usuarios guardan la distancia de seguirad y en la barra Julián Teomiro Trevejo atiende con amabilidad, simpatía y mucho sentido del humor a sus clientes. La Churrería Cafetería Atrio en Navas del Madroño se abrió el 7 de septiembre de 2019. La dueña del establecimiento es su esposa. Su hijo también trabaja en el bar y él lo hace los fines de semana, ya que el resto de días está con los camiones en Arroyo de la Luz.

Como en tantos pueblos de la provincia de Cáceres, hay un comensal que nunca falta: el vino de pitarra (antiguamente tinaja pequeña de barro), que se elaboraba desde la época prerromana en las bodegas familiares. Se sigue realizando de forma artesanal aunque en la actualidad toda la región está bajo la Indicación Geográfia Protegida (IG) de vinos de la tierra.

En la localidad hay vecinos que tienen viñas y que de manera particular lo cosechan, sin embargo, los que llegan a este negocio de Navas son los de Pajuelo, hechos en Valdefuentes, además de un rosado fabricado en Cañamero. Los chatos, a 1,10 euros, son habituales entre la clientela, que a esta hora acude al bar y cuenta cómo ha cambiado de forma drástica el municipio de unos años para acá.

«En este momento somos unos 1.400 vecinos», cuenta Eugenio, que trabaja en la construcción y que defiende el vino de la tierra, «porque para consumir el de fuera, prueba el de aquí», señala entre risas. A su lado está Luis, que trabaja de encofrador en el País Vasco y regresa cada fin de semana. «En el pueblo tienes más libertad que en la capital, y más con el coronavirus. Aquí, en cinco minutos estás en el campo», apunta.

Junto a Atrio, hay otros cinco bares: La Chimenea, Acuario, El Volante, El Colocolo y La Venta. Llegó a haber hasta 20. La mayor parte de la gente vive del campo y la albañilería. Disponen de unos siete u ocho comercios, farmacia, centro de salud y colegio, aunque cuando llega el instante de ir al insituto los muchachos suelen marcharse a Alcántara. «No podemos quejarnos», dice Eugenio mientras Julián ofrece sus mejores pinchos. «Esto durante la Navidad, el verano o la Semana Santa hubiera estado a tope, pero con la pandemia la cosa ha bajado bastante», manifiestan con tristeza y nostalgia.

Entretanto, los lugareños esperan «a que las cosas mejoren». En Atrio, como en el resto de esta población, entre Brozas y Arroyo de la Luz, las barras han puesto sus limitaciones aunque el buen pitarra no entiende de covid.