Ha sido una de esas grandes atracciones turísticas del pasado fin de semana, coincidiendo con el estreno de la relajación de las restricciones por el descenso de casos de coronavirus en Extremadura. Es también un ejemplo de cómo disfrutar de un turismo seguro al aire libre. Se trata del Meandro del Melero, un capricho de la naturaleza formado por el río Alagón, en el límite entre la región extremeña y Castilla y León. A pesar de que ambas comunidades autónomas comparten este tesoro natural, el mejor lugar para admirarlo en todo su esplendor es desde la parte cacereña, concretamente desde el mirador de La Antigua, a pocos kilómetros de la alquería hurdana de Riomalo de Abajo.

«Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres», aseguraba Miguel de Unamuno. Y es que en este mágico lugar, entre montes, valles y ríos, la desconexión está asegurada y el ajetreo diario desaparece. En la última localidad de la provincia de Cáceres, a los pies del restaurante El Mulero, un desvío indica el lugar por el que subir. Se puede recorrer a pie o en coche. Si se elige esta última opción, a unos 10 minutos del mirador hay un aparcamiento público y gratuito. A partir de ese momento, la cuestión es solo dejarse llevar por los sentidos en este paisaje único.

A la llegada, el turista habrá dado un giro de casi trescientos sesenta grados, una circunferencia casi perfecta que quiebra una delgada lengua de tierra. Allí se alumbra entonces uno de los monumentos naturales más bellos de la península ibérica: en suelo de la provincia de Salamanca pero sólo visible, en su mejor versión, desde los miradores existentes en el lado de Cáceres. Allí, los teléfonos móviles captan las mejores imágenes. Juan Antonio Sánchez viene de Plasencia con su familia y describe el sitio como maravilloso. Crispín Marín Martín, vecino de Montehermoso, piensa que es muy bonito. María Ángeles González Franco, natural de Salamanca también ha aprovechado el día festivo para el viaje a este deslumbrante paisaje encajado entre las sierras de Francia y de Béjar que se convierte en la escapada perfecta.