Nada es más básico, honesto y sencillo que este alimento. Ni más trabajoso; de ahí la mediocridad que asola al mundo panadero en España: barras industriales, pistolas insípidas, baguettes de aire, masa cruda… Comodidad para hacer caja con la que no hay quien moje un huevo frito. Pero, ¿hay algo mejor que el olor a pan recién horneado? José Antonio Maestre, natural de Talaván bien lo sabe.

Él es la tercera generación familiar que se encarga de este bello oficio. «Recuerdo que mi abuelo, Ramón Rodríguez, empezó con una panadería antigua, luego mi padre le dio un toque más moderno, y cuando se jubiló ya me quede yo con el negocio. Y llevo toda la vida dedicándome a este trabajo», explica a este diario desde su obrador.

«Mi abuelo estuvo poco tiempo con el negocio porque tenía muchos hijos, debía hacerse cargo de ellos y mi padre fue uno de los encargados de ocuparse de la panadería. El horno lleva encendido desde que lo pusimos, alrededor de 50 años, una vez que se arrancó empezamos a meter leña de encina (es la mejor que existe en la región y nos da las calorías que necesitamos y arde bien) para alcanzar una temperatura de unos 250 grados», dice.

Esa es precisamente una de las características del horno de Talaván, que nunca apaga su llama. «Le hemos puesto un límite porque necesita un montón de madera, de manera que si se deja apagar todos los días hasta que volviera a alcanzar la temperatura necesitaría bastante tiempo», cuenta este sastre de panes.

Para ello se realiza el siguiente proceso, por la mañana a partir de las ocho o nueve se introducen los troncos para que el horno empiece a ir cogiendo la temperatura. Una vez que se adquiere el calor deseado este dura como unas 15 o 20 horas.

La panadería Virgen del Río, así se llama, está situada en la plaza del pueblo y descansa únicamente los domingos. Fabrican dos líneas de pan, una de ella es la que llevaba a cabo su familia, el pan candeal, caracterizado por su miga densa y prieta, su poca hidratación y una corteza fina, de superficie lisa y color dorado, un rico y delicioso manjar.

Cuando José Antonio se ocupó del establecimiento probó con productos ecológicos de panes con masa madre. «No lleva nada de químicos, todo natural, ahora tenemos unas harinas francesas que son buenísimas, de lo mejor que hay en el mercado, y en ello estamos», relata satisfecho.

También disponen de repostería, no faltan las perrunillas, exquisitos mantecados, magdalenas, bollas de chicharrones, galletas rizadas… y dulces de temporada. Todo ello con la ayuda de Guadalupe Cerro, su mujer, y de Cándido Espada. Que la llama no se apague nunca.