La flor de Jara es blanca, frágil y de naturaleza rugosa como un liviano papel que se despega al sol tímidamente y cae a poco, ante el menor empuje de un viento sostenido. Todo el matojo de la jara despunta en la primavera con numerosos arbustos verdes que albergan la endeble flor de tan corta vida.

Los pétalos interiores se arraciman en un redondel amarillo que ofrece la antena del polen y despide un suave olor entre acre y perfumado que es difícil de distinguir del aroma intenso del jaral, embebido en la resina pegajosa que se utiliza en la industria perfumista. La vida floral de la jara es circadiana y equivale al esplendor de un día. Y, sin embargo, la apoteosis global de un predio entero, cuando se produce, es uno de los más bellos y humildes espectáculos de las Villuercas.

La jara en su esplendor. ALBERTO MANZANO

En uno de nuestros viajes periodísticos visitábamos los 17 kilómetros de ruta paisajística de esta comarca cacereña, llamándonos la atención el espeso matorral de jara que cubre gran parte del recorrido. Descubrir esa floración blanca es apasionante, como una repentina nevada vegetal caída sobre este mágico, magnífico y bello lugar.

Probablemente estamos ante algunas de las carreteras más bellas de la provincia de Cáceres; un trayecto en un sitio que atraviesa Logrosán, Cañamero y culmina en Guadalupe.

Agua y naturaleza en Cañamero. ALBERTO MANZANO

Es un itinerario de gran valor natural tanto por las vistas que ofrece del relieve, como por su interés geológico y medioambiental. Y aunque la flor sólo dura unas horas en cualquier caso, la jara es el anuncio de que la vida renace en primavera y que pocas provincias españolas como la de Cáceres ofrecen este impresionante espectáculo.