Cristina Hernández nació en Pamplona, vivió en Italia durante cuatro años, luego en Ecuador a lo largo de dos décadas hasta que la casualidad la trajo a Extremadura. «Cuando me fui de Sudamérica buscaba un sitio donde vivir y trabajar». Aunque tenía raíces en su ciudad natal, decidió probar suerte en nuestra tierra y se puso a mirar un hogar para convertirlo en casa rural. Después de observar 300 viviendas de Madrid para abajo dio con su sueño en Herguijuela.

«Con las casas te pasa como con las personas, te enamoras», confiesa mientras relata que lleva en esta localidad cacereña más de 15 años. Está al frente de La Cantarera, su establecimiento rural, lleno de magia y encanto.

«La zona de Trujillo siempre me gustó muchísimo y la gente es muy amable y acogedora. Descubrí esta residencia y nos quedamos sorprendidos. Regresé a Ecuador y mis hijos me comentaron: ‘Mamá, tendrás que volver, y eso hice», rememora.

La Cantarera es una antigua casa solariega del XVIII, restaurada por la propietaria en el 2005. De corte renacentista, su rehabilitación se alargó casi año y medio, porque estaba en ruinas. Conserva los suelos hidráulicos, que son de 1920. Tuvo un montón de mimo en respetarlos. La parte de arriba está toda reparada, pues la casa tiene dos plantas, con un patio delantero. Hay seis amplios dormitorios, cada uno de ellos con baño y una decoración exquisita que combina con la estructura del hogar. Tres disponen de cama de matrimonio y las otras camas dobles.

Incluye un rico desayuno con dulces caseros, pan de pueblo, zumo, café, mermelada... Ahora Cristina confía en que la pandemia termine. Y no sin nostalgia se acuerda de sus clientes ornitólogos: alemanes, ingleses, finlandeses... Todos ellos se enamoraron de esta joya. No es para menos.