Ni su amabilidad, ni tampoco sus ojos azules logran ser el rasgo más característico de Julián Franco Caro, de 73 años. Empieza a hablar, gesticula y sus manos acaparan toda la atención. Tiene unas manos fuertes, llenas de callos y grietas en las que se aprecia el trabajo duro. No parecen manos de artista. Son manos de agricultor, que por cierto, son los que mejor hacen arte del mundo. Y Julián fue y es ambas cosas, como también es amante de la aviación y las fortalezas. De todo ello habla mientras el sol del mediodía calienta la calle Pozo Vela. Abre la puerta del número 32 y tras ella, su museo.

Plaza de toros. ALBERTO MANZANO

No vayamos tan rápido. Julián Franco Caro es natural de Miajadas. Con 2 años sus padres (Teodoro y Francisca) lo llevaron a la finca donde el progenitor realizaba las labores de guarda, «fíjate lo que son las cosas en el campo, me he jubilado cogiendo tomates, sembrando arroz...» Mira de medio lado, sonríe y abre la caja de recuerdos: «Siempre trabajé, eso es cierto. Pero en el 2001 nació mi gusanillo por la artesanía, me fijé en la iglesia de Santiago de mi pueblo, que es preciosa, le dije a un amigo que la iba hacer en una maqueta. Se empezó a reír de mí, anda ya, eso no eres capaz de realizarlo, me contestó. Cuando la terminé, lo invité a mi casa y se la enseñé». Muestra el resultado: madera y 1.600 tejas de caña. La respuesta de su amigo fue: «Me cago en la mar, es una obra de arte». Y así empezó todo. 

La iglesia de Santiago de Miajadas. ALBERTO MANZANO

Julián descubrió entonces que esas manos llenas de callos y grietas eran también manos de artista y el templo fue solo la primera de las esculturas en maderas que elaboró. Luego vino un castillo medieval, una plaza de toros, carros... pero lo que realmente le apasiona son las aeronaves. La más llamativa es una que mueve sus hélices, enciende las luces y ruge como un león; un avión de considerables dimensiones que brilla colgado del techo en el pasillo de su hogar.

Una escalera en un bote. ALBERTO MANZANO

Es muy curioso que Julián nunca ha montado en avión, aunque al ver sus creaciones es como si lo hubiera hecho, «me encanta construirlos», señala a la vez que muestra otros que forman parte de su colección.

Todas las tallas están hechas en la mesa del corral. «Soy ingeniero, arquitecto y albañil», asegura

A ellos se une un reloj en el que las agujas corren hacía atrás. «Es una forma de detener el tiempo, voy a volver a la juventud», remarca entre risas.

Todas las tallas están creadas, amén de con la imaginación o alguna foto que le sirve de ayuda, en la mesa que tiene en el corral. «Soy ingeniero, arquitecto, albañil y peón de obra. Ha venido a mi casa hasta una arquitecta a ver las miniaturas».

Una de sus miniaturas. ALBERTO MANZANO

Explica que todas las piezas de su colección son singulares, como la de meter una escalera en un bote, pero los aviones le gustan especialmente. ¿Por qué? «Me parecen unas máquinas increíbles». Nos despedimos, montamos en el coche y... cosas del destino: en la radio suena el estribillo de otro artista: Manu Chao, «me gustan los aviones, me gustas tú».