«¡Qué ilusión me hace salir en El Periódico Extremadura!» exclama Cándido Gómez (74 años de edad y natural de Torre de Santa María) con una vitalidad envidiable y unas ganas tremendas por mostrarle al mundo lo que ha hecho -y sigue haciendo- a lo largo de su vida. Ha tocado múltiples facetas, por eso es difícil definirlo con una profesión sola. Incluso el término artista, se le puede quedar corto, porque Cándido ha cultivado casi todas las artes. Escultor, artesano, carpintero, albañil, carbonero, pintor..., pero sobre todo pastor. Así se define y así lo intenta reflejar en sus maravillosas creaciones.

«Me encantan los animales y el campo. He sido pastor de ovejas; reflexionaba un montón cuando estaba con ellas. La soledad era más fuerte en un autobús, en un tren de Cáceres a Madrid, o en una gran ciudad, antes que en el monte con mi ganado», cuenta.

Un sabio

«Mi padre también era ovejero. Con siete años recuerdo que ganaba siete pesetas. Teníamos excelentes perros pastores, solo una vez los lobos nos quitaron una borrega», rememora. «Era bonito pero una tarea sacrificada, noche y día», añade. «Después trabajé en el carbón y luego me metí en la albañilería (empecé siendo peón y terminé como oficial)», apunta con orgulloso. «No pude ir a escuela», lamenta.

Tras la charla, Cándido nos lleva a su taller. Comprometido con las causas del mundo rural, cada pieza que realiza siempre lleva un mensaje. Cada obra tiene algo que la hace especial. Desde unos años se dedica a elaborar auténticas filigranas, animales de madera, carros, tractores, retratos de él, campanillos (guarda con cariño varios de cuando se dedicaba al pastoreo). «Estas cosas me entretienen, me relajan», destaca con amabilidad. Todas las configuraciones y obras le nacen de ideas propias. «Con la pandemia del coronavirus ha sido una ocupación clave, al igual que salir andar diariamente».

Desde que era niño aprendió a amar la fauna y la flora, siendo pastor en el campo: «La naturaleza también es arte», remarca. La situación privilegiada de su casa-museo, a escasos metros de su domicilio en la localidad cacereña, le permite conservar verdaderos tesoros del propio monte que Cándido guarda como piezas de arte.

Hombre afable, su cariño a el ecosistema y al entorno en donde nació han sido las razones por las que él renunció a la vida en la ciudad. «Aquí se vive de fábula», apunta este sabio al despedirse, apoyado en su bastón a las puertas de su templo del arte.