Como los rockeros, los viejos gasolineros no han muerto. Siguen ahí. Señalan que resistieron los peores envites de la crisis. Y que lo hicieron, en buena parte, porque lo suyo es un «servicio público». Quienes llevan años y años en las gasolineras reivindican su trabajo diciendo que este va mucho más allá de surtir gasolina.

Desde la estación de servicio ubicada en Baños de Montemayor, José María Portera Torres, que lleva casi tres décadas en el oficio, nació en el pueblo «cuando no había hospitales en Plasencia», dice entre risas a este diario. Antes se dedicó a la construcción y estuvo seis meses en Mallorca.

Portera indica que desempeña su trabajo «con mucho gusto» y sin coste para el cliente. Entre sus responsabilidades diarias, un buen número de cosas, desde revisar los niveles de aceite, a mirar que las ruedas tengan presión «o echarle un agua al parabrisas cuando los conductores ven que está lleno de polvo», además aquí se venden gominolas o refrescos.

Nada como la sonrisa con la que obsequia todos los días a su fiel clientela. Y eso, esa sonrisa, ni tiene precio, ni tiene competencia. «Trabajo durante todos los días del año de 09.00 horas a 14.00 y de 17.00 a 21.00 para que no le falte de nada a mis hijos», cuenta.

Él es uno de esos empleados autónomos entregados, que en numerosas ocasiones hacen de psicólogos. Todos ellos bien se merecen un homenaje. José María nada tiene que ver con esos surtidores del sírvase usted mismo. Aquí no, aquí esta el gasolinero, que te ayuda, que le echa de comer a tu coche para que nunca dejes de volver a Baños de Montemayor.