En tiempos de pandemia, globalización, estandarización y homogeneidad, es bueno viajar en busca del vino personal, único, anclado en una tradición secular y vinculado a paisaje y paisanaje. Degustar un delicioso vaso de pitarra, un caldo artesanal, blanco o tinto, que se elabora principalmente en Extremadura y, muy especialmente, en la zona norte de Cáceres. Hoy en El Periódico nos hemos propuesto conocer y saborear los ricos productos que ofrece Felipe Parra Majada, en la calle Tras de Diego en Hervás.

En el interior de su bodega, como las de antes, nos explica dicha costumbre mientras compartimos chateo y una agradable conversación. Parra está junto a Felipe García y Joaquín Sánchez y relata con detalle el proceso de elaboración de la uva, desde que nace en la viña hasta que sale de los barriles; parece sentirse por un instante el dueño de la creación.

Pero detrás de un momento tan especial se esconde toda una odisea, en la que lamenta que cada vez es menos rentable el negocio del vino pitarra y que los cultivos se van extinguiendo, «algo que es 100% natural», apunta con gran resignación.

La viticultura es una aventura salpicada de dilemas para los que no siempre existen respuestas infalibles. Felipe posee diferentes variedades de uvas entre las que destaca la jalea tinta y la carrasqueña. «Cuando la cosecha es buena vendemos cuatro botellinas y el resto nos la quedamos para la familia, los amigos... y cuando sale mala pues nos fastidiamos», narra sin disimular la sonora carcajada.

«Mantengo la práctica porque mi padre vive y él fue el que me lo inculcó. Toda la bodega y la producción es propia. La bodega lleva más de 60 años y seguramente me quede corto. Y si nos atenemos al anterior dueño, fijo que más de cien años». Los Parra son muy conocidos en la localidad. «También disponemos de miel natural de mi sobrino Roberto». Es un manjar exquisito, la mejor para endulzar la leche del desayuno, como complemento de las tostadas de pan, para aderezar un buen requesón o para comérsela a cucharadas. Las opciones que da la miel son múltiples, en especial para los que gustan del dulce. «Aunque no una cualquiera sino la de mi sobrino, que es de Hervás», asegura con amabilidad. Vuelven a aflorar las carcajadas en este lugar lleno de encanto y de magia, con una temperatura ideal.

Nos da a probar un pitarra extraordinario, original como pocos, capaz de conjugar el paladar ardiente con la sutileza aromática y el ligero paso de boca de un clarete. Tiene una impresión frutal entrañable que recuerda a la higuera soleada en un fondo de olivos. Es todo bueno en esta pequeña bodega, en la que parece haberse detenido el tiempo, como en los cuentos. En frente, el puente, la cascada de agua donde los turistas se remojan los pies y se hacen fotos con sus móviles. Hervás es un paraíso, un idilio romántico con la naturaleza, una escapada perfecta. Hay que ir a Hervás para saber lo que es un oasis. Y, por supuesto, probar el pitarra de los Parra.